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Entrevista central, lunes 23 de mayo: Humberto Teske, Andrés Ojeda

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EC —En marzo de 2012 estalló un caso que estremeció a la opinión pública en Uruguay y que también tuvo repercusión fuera de nuestro país.

Dos enfermeros fueron acusados, a partir de su propia confesión, de haber asesinado a 15 pacientes a través del suministro de aire y de sustancias que no contaban con la debida prescripción médica. A su vez, una tercera enfermera fue procesada en calidad de cómplice, por entenderse que estaba al tanto de estas prácticas y no hizo nada para impedirlas.

Pero el año pasado la Justicia los absolvió y la semana pasada un tribunal de apelaciones confirmó ese fallo de absolución.

¿Cómo se explica esta historia? Estamos conversando esta mañana con el doctor Humberto Teske, abogado de Marcelo Pereira, y el doctor Andrés Ojeda, uno de los abogados defensores de Andrea Acosta.

Hay una cantidad de preguntas, y entre los mensajes de los oyentes veo uno que dice: “¿Por qué confesaron los enfermeros? Eso es muy raro”.

Les propongo, justamente, que vayamos a la primera declaración ante juez de los enfermeros, quizás el punto de mayor controversia. El juez Rolando Vomero explicaba a los medios la situación de esta forma:

[Audio de Vomero]

“Las dos personas admitieron numerosas situaciones idénticas: que a muchas personas les habrían suministrado medicación para que fallecieran. Por fotografías que se les exhibieron, uno reconoció a cinco y el otro a 11. La investigación continuará.”

[Fin audio]

EC —¿Qué dicen ustedes sobre ese momento?

HT —Pereira se sintió presionado, aparte todo el mundo opina y dice “Ah, ¿por qué confesaron?”, “¿Por qué dijeron?”… La gente se pone nerviosa incluso cuando va a declarar como testigo en un divorcio, que es algo administrativo, póngase usted en la situación de que lo llevan de su trabajo, llega a la Policía y le pueden empezar a decir: “No, a vos te tenemos filmado, ya sabemos lo que hiciste. Tenemos a tu señora acá, si no te hacés cargo la que va a quedar detenida es ella…”.

EC —La señora estaba, efectivamente, detenida.

HT —Estaba detenida, y surge del expediente, aparece en los oficios el ingreso de la señora como detenida, pero después no aparece cuándo la dejaron en libertad. Él dijo: No, dejen a mi señora tranquila. Usted no se olvide que son cinco, seis, siete, ocho, diez horas de interrogatorio: lo llevan, lo traen, lo sientan, lo llevan a un calabozo, lo traen de nuevo… Es un desgaste muy grande.

Pero a su vez, ¿por qué confesaron? Se ha reiterado en varias oportunidades que no confesó ningún homicidio. Él dijo que, como cualquier enfermero y gente de la salud, le daba sedantes a las personas cuando están doloridas. Muchas veces los médicos se los dicen por teléfono, otras veces les dan algo [a los pacientes] hasta que llegue el médico. A mí me pasó, después de esa situación, que el padre de un íntimo amigo mío estaba desesperado de dolor, porque tenía una enfermedad terminal, empezó a los gritos y mi amigo, al lado mío, pedía que le dieran algo, que le calmaran el dolor, y la respuesta era: “No, pero después me pueden denunciar”. Entonces, hay una…

EC —Usted dice que Pereira nunca confesó haber suministrado esa medicación para matar.

HT —Primero que…

EC —Se lo pregunto porque, ya a esta altura, ni recuerdo todos los detalles que se fueron publicando a propósito de lo que fue la declaración, pero él sí reconoció que suministraba medicación que no había sido prescrita por el o la profesional a cargo del paciente, eso sí.

HT —Toman como confesión lo que él declara, pero si usted después coteja científicamente que a la señora Lemos, la primera, le habían dado la morfina como tres o cuatro días antes, en otra sala, no coincide. Si dice que le dio [morfina] a un señor, pero toda esa semana había estado de licencia, no coincide. Si usted mira otro caso, empieza a revisar la historia clínica y resulta que tenía morfina indicada, no coincide. Ahí se van cayendo uno a uno. Es como dice el tribunal: al derrumbarse la prueba sobre Pereira, se derrumbaba todo. Ahí también queda sin asidero lo que decía el defendido de la doctora Teresa Garrido [Ariel Acevedo]: que inyectaba aire. Yo de eso no quiero opinar porque no es mi cliente, yo hablo de mi cliente…

EC —¿Pero usted dice que la clave es el nerviosismo, las presiones…?

HT —La presión.

EC —¿Qué presión? ¿Esa que usted mencionaba, que su esposa estaba detenida en ese momento? ¿Básicamente es eso?

HT —Sí, la presión porque a él le decían eso y él pensó que lo estaban interrogando por falta de medicamentos en el hospital. Él no se dio cuenta de que lo iban a acusar de homicidio.

EC —Pero usted dice que él nunca señaló que suministraba medicamentos no ordenados por un profesional para matar.

HT —Exacto, en ninguna parte del expediente, ni cuando declaró en el peor momento de nerviosismo -yo le puedo mostrar la declaración, tal vez ya la tiene-…

EC —Va a ser bueno repasarla. Doctor Ojeda, ¿usted quiere agregar algo sobre esto?

AO —No, es claro que en el caso de nuestra defendida jamás hubo una confesión porque jamás hubo una acusación de homicidio. Este es un caso interesante a los efectos de valorar las confesiones en el derecho penal. Hay una creencia popular que siempre se repite y se ha convertido en una frase: “A confesión de parte, relevo de prueba”. Eso en derecho penal no es así, y este caso es muy interesante desde lo estrictamente jurídico para explicar eso. Aunque hubiera habido una confesión, que como dice el doctor Teske no la hubo, si todas las pruebas apuntan en el sentido contrario, eso hace ver que la sola confesión no puede… Si yo le dijera ahora -como decía Gabriel Pereyra, de El Observador [en su columna]- que maté a [John Fitzgerald] Kennedy, usted me va a decir: “No, usted no mató a Kennedy”. Es importante que tengamos otros elementos contundentes, aparte de una supuesta confesión, que dejen sin duda la responsabilidad clara.

En este caso tenemos una supuesta confesión y una segunda declaración de ambos -que no son mis clientes pero yo estaba sentado ahí escuchándolos- en la que ellos, para despejar toda duda, niegan cualquier aseveración relativa a una confesión. Entonces, si en algún momento se valoró confesión, fue rotundamente negada y no hay otras pruebas, entonces el asesinato de Kennedy se complica.

EC —Pero, por lo que ustedes señalan, no debió haber existido ni siquiera el procesamiento.

HT —Yo entiendo que se aclara la situación cuando empiezan a venir las pruebas científicas -la química, las juntas medicas…-, en el desarrollo de la prueba. Yo vi a Pereira por primera vez en la cárcel. Él se pone a llorar y me dice: “Yo no hice nada, yo no hice nada”. Le digo: “Pero, ¿cómo usted dice que no hizo nada -yo no había tenido acceso al expediente todavía-, si todos los medios en cualquier lado, en cualquier esquina, dicen que…?”. “No, pero no es así, fíjese que yo no dije eso” [me respondió].

Cuando comienzan a desarrollarse las pruebas científicas… porque acá no hay ningún misterio, las pruebas científicas -lo de la junta médica, los informes técnicos de los químicos- no coincidían con lo que [los enfermeros] habían declarado.

Si me dicen: ¿Usted mató a Emiliano Cotelo? Sí. ¿Y cómo hizo? Le pegué un tiro. Pero resulta que lo revisan en todo el cuerpo y usted no tiene ningún orificio de bala… Ahí está la confesión, la gente se afirma en que confesaron: No, declararon una cosa, no confesaron.

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