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Entrevista central, martes 1 de agosto: Pablo Mieres

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EC —Pero, una pregunta, si ayer el comunicado hubiese desconocido a la Asamblea Nacional Constituyente electa el domingo, en esa votación tan cuestionada, ¿qué habría cambiado?

PM —Sería muy distinto. Lo que está diciendo Uruguay es que no desconoce un proceso totalmente viciado de irregularidades, de nulidades, de barbaridades, nadie sabe bien cuántos votaron… Los medios de comunicación no podían estar a menos de 500 metros de los locales de votación, nadie podía controlar, no había observadores internacionales salvo los amigos que fueron a sentarse a charlar con Maduro… Esto de elección democrática no tuvo nada, además de que era inconstitucional. Si no desconocemos esto, entonces el estándar democrático de nuestro Gobierno para evaluar cómo funcionan las democracias en otros países… es una vergüenza.

EC —Cuando usted dice que la elección era inconstitucional, ¿alude al hecho de que, de acuerdo con la propia Constitución venezolana, esta elección del domingo debió haber sido precedida de una consulta a la población sobre si ir o no a una Asamblea Nacional Constituyente?

PM —Eso es así. Además, en la Constitución venezolana no está prevista una Asamblea Nacional Constituyente fascista como la que está planteada, con representación de corporaciones al mejor estilo de Mussolini. Ese es el concepto de esta elección, había gente que podía que votar dos veces, porque había que votar por territorio y por colectivo, léase corporaciones, al mejor estilo fascista. Eso tampoco está en la Constitución bolivariana. La convocatoria es notoriamente inconstitucional, y uno espera de su Gobierno que lo diga, que diga que esta es una elección que no tiene validez, eso es lo que se espera, ¿qué espera uno que haga un Gobierno uruguayo democrático?, que tenga la reciprocidad con el pueblo venezolano que los venezolanos tuvieron con nosotros, porque ahora se habla de no injerencia y todas esas cuestiones…

EC —Sí, el punto crítico que está de por medio es ese: cuál es el límite en el intervencionismo.

PM —Si, bueno, algunos en el FA no solamente se preguntan eso, sino que aplauden al régimen de Maduro, pero la excusa para no pronunciarse es la no injerencia. Yo me pregunto: ¿y cuando estaban los presos políticos uruguayos y nosotros peleábamos en la calle para que fueran liberados?, ¿qué decíamos? Estábamos deseando las declaraciones del Parlamento Europeo, de gobiernos democráticos, visitas de la Cruz Roja y otras organizaciones de derechos humanos para defendernos. ¿Ahora resulta que cuando eso pasa en un país hermano se mira para el costado y se dice: “No, no se puede hablar porque esto es injerencia”? ¡Por favor! Es terrible, es una situación… es una profunda decepción, sobre todo para quienes tenemos una sensibilidad de izquierda democrática, que pelamos por la libertad en nuestro país, que sabemos lo que es una dictadura y que vemos que eso mismo está ocurriendo en Venezuela, a ojos vistas de esta supuesta ingenuidad del Gobierno uruguayo que sigue llamando al diálogo mientras Maduro golpea, una y otra vez, al pueblo.

EC —Puede pensarse que la estrategia consiste en, justamente, apostar lo máximo posible al diálogo, dar todas las oportunidades, y cuando se compruebe que no hay voluntad en ese sentido del otro lado, terminar pronunciándose de la manera drástica que hay que hacerlo.

PM —En el mundo a esta altura hay dos tipos de gobierno: los que están desconociendo esta dictadura, que definitivamente están marcando con firmeza esa situación. y los que aplauden a Maduro. Ya no existe el medio: hay que presionar para lograr una salida que implique que el gobierno de Maduro tenga que reconocer que tiene que llamar a elecciones y que haya una elección libre entre todos los ciudadanos, para dejar de seguir avanzando en la situación de autoritarismo. La alternativa es aceptar y aplaudir el avance del autoritarismo venezolano.

EC —¿Pero para usted el Gobierno uruguayo está aceptando y aplaudiendo el avance del autoritarismo en Venezuela?

PM —No, está pretendiendo ocupar una posición que ya nadie en el mundo reconoce como posible. Se aferra [a esa posición], yo creo que es porque tiene una presión interna fenomenal y quizás porque tenga compromisos entre sectores del Gobierno uruguayo y el venezolano que parecen determinar esta postura, que es patética.

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