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Entrevista central, martes 24 de octubre: Daniel Garín

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EC —Pero ¿qué pasó? ¿Por qué ahora sí es posible lo que desde hace más de 10 años estaba dando vueltas?

DG —Poco a poco se fueron encontrando las señales para que nuestro FA pudiera dar forma al planteo de esta modificativa.

EC —El FA lo votó pero con reparos, varios legisladores expusieron en sala sus diferencias, sus discrepancias, y después levantaron la mano. ¿Qué pasó? ¿Disciplina partidaria?

DG —Exactamente, es un acuerdo político del programa del FA. Estos temas de fomento de la producción y del uso del agua y sus impactos ambientales siempre generan distintos puntos de vista. Nos encontramos con algunos legisladores del FA que manifestaron sus puntos de vista, sus inquietudes. No obstante, en la mayoría de los casos acompañaron con su voto el proyecto, que además consiguió la adhesión de todos los partidos políticos con excepción de Unidad Popular (UP).

EC —El diputado Alejo Umpiérrez, del Partido Nacional (PN), fue casi el principal impulsor desde la comisión respectiva. Llamó la atención eso, que estaba más convencido que muchos de los parlamentarios del propio FA.

DG —El diputado Alejo Umpiérrez, desde su tratamiento en la Cámara de Representantes, sin duda tomó una actitud proactiva y de defensa del proyecto. Tuvo una actitud muy destacada, pero vale la pena reiterar que fue un acuerdo de todos los partidos políticos apoyar esta ley, sin perjuicio de que la UP no la acompañó.

EC —Volvamos a repasar los objetivos. Se busca el aumento de la inversión en riego destinado al agro por dos razones: para reducir la dependencia de la variabilidad en materia de lluvias y así aumentar la competitividad y la producción y mejorar la adaptabilidad al cambio climático, y para facilitar el acceso al riego a aquellos productores que no tienen suficiente superficie, tamaño o escala para llevar adelante un embalse propio a efectos de almacenar agua.

DG —El objetivo principal es expandir el riego. Recordemos que en Uruguay tenemos la gran fortuna de tener una gran cantidad de agua dulce que precipita. La Dirección Nacional de Aguas, del Ministerio de Vivienda, estima que cerca del 40 % del agua que precipita en nuestro país escurre por la superficie con relativamente poco uso. El agua, un recurso natural que desde el fondo de la historia ha sido un generador de riqueza y de instalación de sociedades civilizadas, hoy en Uruguay tiene un potencial de uso hacia el que se pretende avanzar con este objetivo general, que ya estaba en la ley de riego del año 97, que es expandir el riego de manera de utilizarlo sin afectar los recursos naturales ni afectar a terceros.

Adicionalmente, se han incorporado nuevas dimensiones del conocimiento que se ha estado haciendo conciencia en los últimos tiempos. Concretamente, todos estamos siendo conscientes de que los eventos de variación del clima, lo que se engloba en el cambio climático, hacen a la presencia con frecuencia de eventos extremos del clima, por ejemplo precipitaciones. Creemos que la incorporación de obras de infraestructura como son los embalses de agua va a permitir captar esa agua que muchas veces es motivo de inundaciones en cuencas bajas, y que esa expansión de obras civiles para embalsar agua seguramente va a estar contribuyendo a captar parte de esa agua, que una vez que esté captada podrá ser utilizada con diferentes finalidades. La principal es el riego, pero también puede llegar a regular los cursos de los ríos y de los arroyos para mitigar efectos de inundaciones. Y como esto y a partir de esto, fomentar la disponibilidad de esa agua para riego que tanto estaría significando mejoras en la producción. Recordemos que mejoras de la producción agropecuaria para el productor significan mayores ingresos, más sustentabilidad económica para esas unidades de producción agropecuaria, y en muchas ocasiones significan sustentabilidad social en los territorios, por cuanto las unidades de producción pueden permanecer y la gente puede permanecer en el territorio rural.

EC —Algunos dicen “ponerle un segundo piso al campo”.

DG —En producción agropecuaria y en producción vegetal el agua siempre es un factor limitante. Disponer de ella va a ser una gran ventaja.

EC —Se ha criticado este proyecto por ser excesivamente economicista, productivista. Así por ejemplo lo planteó el diputado frenteamplista Darío Pérez, de Liga Federal, y también lo planteaba María Selva Ortiz, de REDES – Amigos de la Tierra: se prioriza lo económico sobre lo ambiental y lo social. ¿Cómo responde a esta crítica?

DG —No vamos a eludir que tiene una visión de producción, si estamos diciendo usar el agua para aumentar la producción no hay duda de que tiene un enfoque de aumentar la producción. Discrepamos con que no tenga impacto social, acabo de mencionar un efecto concreto: aumentar la producción para las unidades de producción pequeñas y las familiares significa darles sustentabilidad a la unidad de producción y a la familia que vive en el territorio rural. Los impactos ambientales pueden llegar a ser motivo de debatir un poquito más en detalle, pero entrando en aspectos técnicos que algunas veces se han estado eludiendo, no necesariamente embalse de agua significa daño ambiental, sin perjuicio de que cualquier actividad humana genera un impacto en el ambiente.

EC —Sin entrar todavía en ese aspecto, sin entrar a fondo en el capítulo ambiental, vuelvo sobre uno de los objetivos que yo mencionaba y usted confirmaba. El gobierno promueve esta ley con el argumento de que solo el 4 % de la superficie cultivada es regada artificialmente en Uruguay, y se señala que hay que aprovechar el agua de lluvia que termina escurriéndose al mar. Ayer María Selva Ortiz cuestionaba esa línea de razonamiento, decía: “Se está desconociendo el ciclo hidrológico que aprendemos en la escuela y que tiene esa funcionalidad de escorrentía, de depuración, de evaporación, de caer de nuevo. No es que (el agua) se va y la perdemos, sino que vuelve”.

DG —En nuestra manera de ver, el ciclo hidrológico no está afectado. Hoy el agua que se embalsa es algo así como el 4 % de toda el agua que precipita. Eso nos da que estamos en el eje de unas 200.000 hectáreas de riego de cultivos que tienen alta demanda de agua, pasar a regar cultivos de secano con las exigencias que tienen de agua. Si duplicáramos la superficie de agua embalsada, lo cual significaría retener en vez del 4 % de lo que precipita, el 8 %, destinando esa agua a riegos de secano, podríamos regar en el entorno de unas 600.000 hectáreas. O sea que, dado que se está pensando en cultivos que tienen menos demanda de agua, duplicar el agua embalsada estaría significando una expansión de unas 600.000 hectáreas.

Cuando estamos hablando de embalsar agua no estamos rompiendo el ciclo hidrológico, el agua embalsada también se evapora. De hecho desde hace bastante tiempo tenemos un concepto que se ha generalizado de que cualquier actividad que signifique consumo de agua por producción vegetal, en su momento les tocó a los árboles…

EC —Sí, se ha discutido mucho a propósito de la forestación y de los eucaliptos en particular.

DG —Ahora les está tocando a los cultivos extensivos. Recordemos que las plantas para crecer sacan agua del suelo y la ponen en el ambiente a través de un proceso fisiológico que se llama evapotranspiración. El agua que sale del suelo y queda en el ambiente es parte del ciclo hidrológico, la evapotranspiración que hacen los vegetales es parte del ciclo hidrológico. Las selvas tienen un alto régimen de precipitaciones porque la cobertura vegetal del suelo asegura el ciclo hidrológico a una velocidad más rápida. Por eso cuando uno está frente a una selva hay un alto nivel de precipitaciones y cuando uno retira la selva muchas veces tiende a desertificarse. Aquí estamos buscando usar agua para hacer crecimiento vegetal, y el crecimiento vegetal con una función fisiológica que es la evapotranspiración permite cerrar el ciclo hidrológico.

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