
EC —Concretamente, su colega Daniel Caggiani decía que Mujica y Topolansky van a dejar las bancas en el Senado después del trámite de la Rendición de Cuentas. ¿Esa sí es la fecha definitiva?
AS —Yo no tengo una fecha definitiva, no la conozco. La que está planteando con más fuerza dejar su banca es Lucía. Tiene que ver con algo muy particular de ella, que es que en octubre de este año, además de cumplirse los 100 años de la revolución del 17, de la revolución rusa, sería la fecha en que debería ser liberada. Cuando fue juzgada por la justicia militar le dieron tantos años que terminaría aquí. Después se conmutaron los años dos por uno en función de las penas, pero para Lucía octubre es una fecha importante. Ella en la cárcel bromeaba “no tengo problema, porque por lo menos voy a estar en los festejos de los 100 años de la revolución rusa”. Entonces es una fecha importante en la que ella podría tomar algunas decisiones. Pero eso está muy atado a que su suplente, Charles Carrera, es el director de Secretaría del Ministerio del Interior, y eso implica revisar cómo se puede proceder al recambio.
EC —Algunos documentos preparatorios del Congreso señalaban la necesidad de renovar los liderazgos del grupo y superar cierto “anquilosamiento” del accionar político. ¿De qué están hablando? ¿Se perdió capacidad de militancia, por ejemplo, en el MPP?
AS —Sí… Uno se puede terminar acostumbrando demasiado a los sillones, al aire acondicionado y a las alfombras en los palacios. Y si bien uno tiene una función importante que cumplir allí, por ejemplo en el Parlamento de la República uno tiene que estudiar, trabajar, legislar, hay una función muy importante para nosotros que es retornar a los espacios de militancia y de vínculo con la sociedad de manera directa. Siempre dijimos que queríamos hacer un parlamentarismo de calle, y eso implica que nuestros legisladores, nuestras legisladoras, nuestros compañeros estén mucho más en un barrio, en una feria, generando nuevamente las mateadas con dos micrófonos para escuchar lo que la sociedad tiene para decirnos, sus críticas, sus propuestas.
EC —¿Dejaron de hacer las mateadas?
AS —Sí, las hemos dejado de hacer. Si bien hacemos muchas actividades en casas de familia, en locales nuestros, creemos que hay que volver a retomar con mucha más energía eso. El clima ahora lo está permitiendo, pero después del invierno sería muy bueno que salgamos de vuelta a las ferias a escuchar a la gente, a construir junto con la gente. Eso es lo que nos estamos planteando: no nos quedemos reducidos al palacio, no nos quedemos reducidos a los despachos, salgamos a discutir con la sociedad. Porque si la izquierda no discute con la sociedad, si no construye ideas fuerza con la sociedad, termina quedando demasiado prisionera de hablarle a la sociedad desde los grandes medios de comunicación o desde el gobierno, y termina defendiendo lo que tenemos, y esto es conservar lo que tenemos. Pero además de construir y consolidar lo que hemos generado en el país, necesitamos ir hacia nuevas propuestas, hacia nuevos horizontes. Y eso se hace construyendo con la misma sociedad.
EC —¿Están esas nuevas propuestas? Hay una discusión a propósito de si no se quedó sin agenda el FA en el gobierno.
AS —Sí… Creo que no es que nos quedemos sin agenda…
EC —Por ejemplo, la gran expectativa es si UPM construye o no su segunda planta de celulosa.
AS —Lo de UPM es muy importante y está muy bien para el Uruguay. El problema es cuál es el horizonte que le estamos brindando a la gente. Después de una década, década y media cuando termine este gobierno de transformaciones en nuestra sociedad –esto le está pasando a América Latina, por eso invitamos a un montón de compañeros y compañeras de América Latina para hablar de estas experiencias–, la izquierda tiene que hacer un relanzamiento de su proyecto. Eso es la renovación. ¿Cuál es la nueva agenda de la izquierda después de que algunos de los problemas históricos del país se resolvieron, surgieron nuevos problemas y el mundo nos exige tener una mirada porque vienen nuevos desafíos? La automatización sin lugar a dudas es un gran desafío para este país. La agenda de derechos que hemos construido nos exige construir nuevos derechos. Y hay otras cosas que vienen del fondo de la historia que todavía no se resolvieron. En el Uruguay todavía hay pobreza, todavía hay marginación, tenemos que poner eso arriba de la mesa también.
Entonces hay que hacer un balance de lo hecho, no quedarse en la idea conservadora, porque nuestra concepción es que la izquierda no puede ser conservadora en la idea de que tenemos que defender lo que construimos nada más, porque eso es conservar lo que tengo. Y la sociedad me está diciendo que muchas veces no valora mucho lo que tiene. Este es un problema político de primer orden de los gobiernos de izquierda en el continente, no hemos logrado construir un relato para valorar lo que hemos construido. Muchas veces los gobiernos de izquierda dicen “hemos construido muchísimo”, pero la sociedad dice “no, los derechos que he adquirido son mi punto de partida, no mi punto de llegada”. Se genera ese desfasaje entre la sociedad y las izquierdas, que si se quedan en la lógica conservadora, piensan que los derechos construidos son el punto de llegada. Hay que romper esa lógica y plantearnos, junto con la sociedad, cuál es el nuevo horizonte emancipador, cuáles son los desafíos que tenemos hacia delante, y construirlos junto con la sociedad.









