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Entrevista central: martes 29 de junio: Julio María Sanguinetti

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EC —Pero sí protagonizó un duelo.

JMS —Sí, sí, con un amigo, para peor. Me mandó dos veces los padrinos el general Aguerrondo, cuando era coronel y jefe de la policía en el gobierno del Partido Nacional. Yo como periodista le hice una campaña muy dura en contra, me mandó los padrinos, no hubo lugar a duelo, y en una segunda instancia me volvió a mandar los padrinos… la verdad es que mis artículos eran muy duros, hoy los miro y digo ¡qué barbaridad!

EC —¡Lo que es la juventud!

JMS —Es la juventud. El fallo se estiró como 40 días, porque nadie quería agarrar la presidencia del tribunal, porque estaba claro qué iba a decidir. El miembro del tribunal nombrado por los míos iban a decir que no, que no había lugar a duelo, que era el ejercicio de la libertad y que era una opinión, los otros decían que sí y no aparecía quién. Al final el presidente fue Pons Echeverry. Incluso hay una anécdota lateral, no pública: él era católico, entonces le parecía que no podía participar en un duelo. Lo va a visitar el cardenal, entonces Barbieri, hombre sabio, y él le dice: “Yo como cristiano no puedo participar en algo que puede terminar en una muerte”, y el cardenal le dice –esto nunca se publicó–: “Depende de con qué ánimo vayas”. Entonces fue, y ¡pumba!, no hubo lugar a duelo.

EC —El mismo Pons Echeverry que después se hizo famoso por los rinocerontes.

JMS —Era un hombre muy peculiar, tenía ese estilo tan acerado, tan fino, con un toque aristocrático. Y después, sí, terminé teniendo un duelo con un correligionario. Muchos duelos han sido entre correligionarios, parece increíble.

EC —Curiosamente. Fue con Manuel Flores Mora.

JMS —Este fue con Manuel Flores Mora, un amigo, un hombre con el cual yo había trabajado desde los 17 años, porque empecé mi carrera periodística en el semanario Canelones en el año 53 y el director era Flores, justamente. También estaban Michelini, Collazo, todos los de la época. Y después estábamos los cebollitas que estábamos empezando. Yo era ministro y escribo un artículo muy duro contra él por unas declaraciones que había hecho sobre una eventual devaluación que se discutía, me manda los padrinos y terminamos en duelo. Ahí tiene lo que son las paradojas…

EC —Yo era chico en aquellos años, pero seguí con mucha atención ese duelo, porque además no lo entendía, realmente era raro encontrarse con ese duelo entre dos colorados, ¡dos batllistas, además!

JMS —Y bueno, Luis Batlle tuvo un duelo con Areco, tuvo un duelo con Jude, esas cosas se daban.

EC —Fue a sable ese duelo. ¿Usted sabía, había hecho esgrima?

JMS —Sí, sí, yo sabía esgrima. Maneco algo sabía también, pero yo sabía más.

EC —¿Por esto mismo, para estar preparado para un duelo?

JMS —No, porque luego de los conatos de duelo con el general Aguerrondo practiqué el tiro y la esgrima. Y la esgrima me encantó como deporte, yo había hecho un poco de básquetbol y boxeo en mi juventud, me encantó la esgrima como deporte y seguí haciendo esgrima. Entonces estaba más entrenado en la esgrima que Maneco y que Jorge Batlle también, que después tuvo un duelo. Peo fíjese lo que son las paradojas del destino: tengo ese duelo con Maneco…

EC —¿Cómo termina? Fue largo el duelo.

JMS —Termina por imposibilidad física de él, porque yo lo hiero en el brazo, en la arteria radial, hay un derrame de sangre y lo retiran.

EC —Y eso con las costumbres del duelo ¿qué implicaba? ¿Quién había ganado ese duelo?

JMS —El duelo no era un tema de ganar o perder, era un tema de darle el valor que tenía porque se suponía que el honor estaba por arriba de la vida. Y bueno, yo todavía soy un poco antiguo y romántico y creo que el honor está por arriba de la vida, sigo creyendo eso. Lo cual no lo digo a favor del duelo, sino a favor de la moral pública.

Pero yo le iba a contar algo anecdóticamente interesante. Fíjese que estamos en el año 72 y ese duelo… Mis padrinos habían nombrado al brigadier Pérez Caldas como miembro del tribunal, los de Maneco nombraron al contralmirante entonces retirado De Castro, y ambos nombraron presidente del tribunal al general Seregni, que fue quien presidió el tribunal y decidió que hubiera lugar a duelo.

EC —No recordaba ese dato. Él se batió a duelo con Ribas, ¿no?

JMS —Con Ribas, y además un año después, en el golpe de Estado de febrero del 73, el almirante De Castro estaba como jefe de la Armada en operaciones en contra de Zorrilla, Pérez Caldas integraba el triunvirato militar y el general Seregni estaba preso. Vea usted en qué corto lapso cambiaron las cosas, dos militares ponían a Seregni como hombre de confianza para esta decisión y un año después estaba preso. Son cosas que ocurrieron. En todo caso, lo que digo del duelo, lo que escribí, es que yo todavía tengo una cierta nostalgia y extraño el duelo en la medida en que era un factor psicológico para moderar el ejercicio de la lengua, para que se cuestionara y se discutiera pero no se fuera más allá. Era un freno psicológico. Pero ni se me ocurre proponerlo como hace nuestro colega Mujica, porque es obvio que es un atavismo, es obvio que es la reminiscencia de una tradición superada felizmente por los tiempos, está en nuestro pasado, no está en nuestro futuro. En todo caso, es parte de ese concepto del honor caballeresco o del honor gaucho.

EC —¿Usted coincide con Mujica en que hay un exceso de denuncias superficiales?

JMS —No, no, eso yo no lo digo, no comento la situación especial, porque además hay muchas cosas que no se pueden confundir. Porque una cosa es el insulto difamatorio, la atribución difamatoria, y otra cosa son los episodios legales o administrativos que transcurren dentro de sus cánones. Por ejemplo, un director de Bomberos, que era militar, le mandó los padrinos al ministro del Interior porque le había hecho un sumario. El ministro del Interior, con toda razón, lo rechazó, dijo “esto no es un tema de duelo, es un tema administrativo, defiéndase en el sumario y haga lo que quiera, pero yo no lo estoy insultando, le estoy haciendo un sumario, se verá después si está cuestionado o no su honor”. Y lo mismo con muchos episodios de los que hay en la vida actual. Si al señor Sendic, para hablar del caso más notorio hoy, le atribuyen algo que pueda estar fuera de la ley y empieza a actuar la justicia, no sería un tema de duelo.

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