
EC —En este capítulo de las acusaciones que pautan el debate político, uno de los temas fuertes de las últimas semanas es el de las “tupabandas”: si algunas de aquellas superbandas que en los 90 asaltaban bancos y locales de cobranza, que llegaron a tener tupamaros entre sus miembros, estaban en realidad robando para el MLN o el MPP, y si Mujica y Fernández Huidobro estaban detrás de esas operaciones. Eduardo Vica Font, exjefe del Departamento de Hurtos y Rapiñas de la Policía entre 1998 y 2000, dijo en el diario El País que en el 2000 una “alta autoridad” le pidió que parara la indagatoria que estaba preparando sobre el destino del botín de aquellos asaltos. De algún modo esto lo involucra a usted…
JMS —No, no necesariamente.
EC —¿Cómo reaccionó?
JMS —Lo primero que le diría es que no necesariamente, porque él habla del año 2000, y yo fui presidente enero y febrero, el 1.º de marzo me fui y luego vino el doctor Batlle, de modo que no sé a qué momento alude. En todo caso, yo no ordené suspender ninguna investigación. Había oído el comentario.
EC —Pero su gobierno convivió con aquellos asaltos.
JMS —Seguro, había el comentario, la sospecha, se hablaba de que podía haber tupamaros. Pero nunca se encontró una evidencia, nunca se encontró algo. Yo no le puedo decir más que eso, ni le di orden a nadie de suspender ninguna investigación ni tampoco nadie me trajo una investigación. De repente ocurrió unos meses después, no lo puedo decir. En todo caso sí digo que había sospecha, la policía pensaba que por la modalidad operativa esos asaltos, como aquel que había habido en Parque Posada, estaban referidos. Hierro, que fue ministro entonces, lo ha comentado estos días, dijo que a él le trajeron esa sospecha. Y digo también con toda claridad que en el gobierno entonces teníamos que estar en una posición muy equilibrada, teníamos que administrar esos sentimientos extraños que todavía se daban. En la policía y en el Ejército todavía estaba la reminiscencia psicológica de la lucha con los tupamaros, entonces veían tupamaros atrás de cada biombo. Y nosotros teníamos que tener precaución: si había algo serio, adelante, pero si no lo había, tranquilo.
EC —Y ahora, cuando el tema se replantea, ¿qué entiende que hay que hacer?
JMS —Como han aparecido nuevos testimonios parece lógico reabrir la causa y ver qué es lo que hay. Para empezar, que a ese señor comisario lo llame un juez, le haga ver las cosas, y saldrán otros testigos o no testigos, porque él no actuaría en solitario, obviamente, ningún comisario actúa en solitario. Hay elementos nuevos, entonces me parece que esto amerita una reapertura de la investigación o la apertura de una nueva investigación, si se quiere, para ver hasta dónde se llega. Me parece que eso es lo oportuno, lo serio, para despejar, porque si hay responsables, que se diga, y si no los hay, que se exonere.
EC —Vayamos a otro de los asuntos que yo mencionaba en la introducción. En Correo de los Viernes apareció un editorial de rechazo al homenaje que el Centro Militar planeaba realizar al exdictador Gregorio Álvarez, que iba a ser este miércoles y finalmente fue desactivado por el comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos. Pero aquel artículo suyo quedó resonando, fue muy frontal, fue muy duro en sus expresiones… ¿Por qué salió con esa terminología?
JMS —Fue el jueves, nosotros salíamos el viernes…
EC —La noticia se conoció el jueves de la semana pasada en Búsqueda.
JMS —Y me pareció horroroso que el Centro Militar saliera reivindicando a alguien que en el medio militar representaba su peor rostro. El general Álvarez fue de los generales del golpe el que tuvo una ambición personal, dividió el Ejército en la búsqueda de llegar a la presidencia. Sus colegas Cristi y Zubía podrán tener toda la responsabilidad que corresponde en el golpe de Estado, pero no aspiraron al poder personal. Álvarez en cambio sí, quería ser presidente y lo fue. Y no fue un buen presidente de lo que debería haber sido la transición. Al revés, dificultó constantemente la transición, a medida que avanzaban las conversaciones irrumpía el cierre de un semanario, el cierre de un diario, la prisión de un edil en algún lado, o una declaración rimbombante y agresiva. Entonces se transformó casi en el símbolo mismo de la dictadura.
EC —Sí, cuando leí su artículo recordé algo que todos sabemos: usted fue uno de los negociadores claves de la transición de la dictadura a la democracia, y por lo tanto mantuvo relaciones fluidas con mandos militares del proceso, pero mi recuerdo es que siempre estuvo enfrentado a Álvarez…
JMS —Siempre estuve enfrentado a Álvarez, porque él estaba enfrentado al proceso de salida.
EC —¿Llegó a tener diálogo con el general Álvarez?
JMS —En lo político no. Tuve antes, cuando fui ministro de Educación, tuve diálogos institucionales.
EC —Pero en toda la etapa de la transición, de las negociaciones, no.
JMS —No, para nada, porque él era el factor de hostilidad y nosotros hablábamos con los comandantes, estaban el almirante Invidio, el general Boadas de la Fuerza Aérea y el general Medina, que fue la pieza clave de la salida y que estaba muy enfrentado con Álvarez, indudablemente. Porque Medina estaba convencido de que el Ejército tenía que salir, aspiraba a salir con dignidad de una situación de facto. Él mismo decía “cuando entramos, entramos con una idea”, no renegaba de haber participado del golpe, decía que las circunstancias de entonces le habían dado mérito, pero que el golpe era para salvar al país de una eventual rebelión de tipo cubanista o fidelista, pero que el Ejército se tenía que ir porque no era una estructura política. Diría que Medina fue la imagen estrictamente opuesta.
Pero además, aparte de que me parece absurdo que hoy se esté homenajeando a alguien que atentó contra las instituciones y que además desprestigió al Ejército y fue un enemigo del retorno de la democracia, me parecía profundamente inoportuno cuando se está discutiendo una ley de retiro militar que hace un impacto desde mi punto de vista enormemente destructivo sobre la estructura de las Fuerzas Armadas. Se retiraría medio Ejército.









