
EC —Ahí tenemos una descripción rápida de cómo opera el Fomin, en particular a la hora de poner dinero, de financiar. ¿En todos los casos se coloca el dinero con la expectativa de obtener después el rendimiento correspondiente, o hay casos en los que se otorgan subsidios?
SGR —Si pensamos que un modelo es tan innovador o tan poco probado, ahí usamos nuestra pata de asistencia técnica. Ahí sí es un subsidio para testear el modelo. Si pensamos que es una operación financiera que otros están poniéndola con expectativas de retorno, entramos en esas condiciones. Tenemos un mundo ideal, podemos ir a lo más innovador que necesita pilotearse y apoyarlo hasta que tome tracción y valide su modelo. Y a partir de ahí, cuando ya se vuelve atractivo financieramente, también podemos apoyar invirtiendo. Lo más importante de haber invertido en todos estos fondos es entender las oportunidades y los desafíos de estas startups o scaleups.
EC —Startups, scaleups…
Una startup es una compañía que acaba de empezar, que tiene un modelo que tiene un poquito de validación del mercado, pero muy poco, necesita crecer, no tiene ganancias todavía, no ha llegado al punto de equilibrio, pero apunta a un mercado interesante y el equipo emprendedor que lo está fundando es atrayente. Una scaleup es a lo mejor esa misma startup cinco años más tarde, cuando ya logró desarrollarse, ya ganó mercado en su país y se está expandiendo. Un ejemplo uruguayo sería Pedidos Ya. Hoy Pedidos Ya no es una startup en absoluto, está en otros países de la región. Cuando el Fomin la apoyó a través de un fondo Emprender que teníamos en Uruguay, le dimos un simple préstamo de US$ 50.000, que la ayudó a empezar a crecer. Después vinieron inversores ángeles, aquellos que creyeron en el proyecto y le pusieron dinero.
EC —“Inversores ángeles”…
SGR —El ángel es aquel que apuesta por algo que todavía no está probado, y que no solo te pone dinero, sino dinero inteligente, te toma de la mano y como un buen ángel de la guarda te lleva a hacer de tu compañía un éxito. Después Pedidos Ya tuvo la gran noticia de tener inversores grandes, como Kaszek Ventures, que le empezó a meter dinero para que se expandiera.
EC —¿Y cómo hace una empresa para acceder a este tipo de apoyos?
SGR —Hoy la cosa está mucho mejor que antes, con el nacimiento de aceleradoras, incubadoras y company builders. Tenemos Ingenio, la incubadora que por muchos años fue la única en Uruguay, tenemos Sinergia Cowork, ThalesLab, Company Builder. Hay mucha cosa andando donde emprendedores ya probados apoyan a otros y les dan el ABC de cómo hacer crecer esa empresa.
EC —Si una empresa quiere o aspira a uno de estos apoyos del Fomin, ¿va derecho a la oficina correspondiente acá? ¿Cómo hace?
SGR —No, mejor va a estos proyectos o coworks que ciertamente tienen el apoyo del Fomin de una manera o de otra. Trabajamos por supuesto con la agencia de innovación del Estado, la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación). Todo lo que vean que tiene el imprint de innovación y de ecosistemas, más tarde o más temprano va a tener el logo del Fomin.
EC —Ahí están ustedes, detrás.
SGR —Totalmente.
***
EC —Usted se ha detenido en la época en que países de América Latina y el Caribe trataban de replicar los modelos de innovación y de financiamiento iniciales de Silicon Valley o de Israel. ¿Ya fue esa época o todavía se mantiene ese encare?
SGR —Todavía –y va a quedar por un tiempo– persiste esa idea de que si viene de Silicon Valley o de Israel tiene que ser mejor que si viene de América Latina. Nos tenemos que autoconvencer de que en muchos casos se dará, pero que no tiene por qué ser la norma.
Lo que yo he visto es que cuando yo empecé en el 99 en este trabajo los gobiernos, si entendían algo de innovación, inmediatamente gastaban dinero trayendo gente que no entendía de sus países para que les contara la salsa secreta de la innovación a lo Silicon Valley.
EC —¿La “salsa”?
SGR —Sí, exactamente, era como “dennos los ingredientes para ganar”. Hoy sabemos que en América Latina el ingrediente es un poco provocador. Tenemos emprendedores, tenemos tecnología, tenemos emprendedores innovadores y tenemos una alta dosis de frustración.
EC —Aquel camino tenía sus ventajas, porque implicaba que había una inquietud, había el propósito de direccionar a un país en pos de esos esquemas de desarrollo, salir de lo convencional, de lo tradicional.
SGR —Absolutamente.
EC —Pero había inconvenientes, tenía una cara positiva y una cara negativa. La cara negativa era, dice usted, que de algún modo se afectaba la credibilidad de la región.
SGR —Por ejemplo en un país –no en Uruguay, no voy a decir cuál, pero es de América Latina– diferentes provincias llamaban a diferentes gurús americanos para que les dieran su salsa secreta. Entonces si el gurú venía de Stanford venía con un modelo, si venía de Babson College, con otro, y al final se fragmentaba mucho. Pero si no hubiera existido ese deseo no habría habido el convencimiento que hoy tienen la mayoría de los gobiernos en América Latina de que mover sus países hacia una economía de innovación les va a redituar en una economía mejor, con empleos de mejor calidad y con la atracción de inversores internacionales.









