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EC —Comentarios que llegan desde la audiencia: "Es una vergüenza escuchar esto. Vivimos en un país de tres millones de personas. ¿Cómo no se puede administrar bien el sistema carcelario?". Para completar algunas pinceladas de diagnóstico, un oyente pregunta cómo es el contacto de los reclusos con la realidad exterior.
JMP —La realidad es heterogénea. De pronto en la actividad educativa tenés un grupo de internos que están al tanto de lo que ocurre, sufren esa dura realidad que hay en los módulos, la quieren cambiar, escribieron una carta pidiendo que las policlínicas funcionen adecuadamente, etc. En otros lugares, la verdad que el contacto con la realidad es nula. Entonces es una realidad extrema y contradictoria. Es verdad lo que dicen los oyentes, y es muy desesperante, pero yo trato de ser cuidadoso porque hay mucha gente haciendo cosas buenas en las cárceles, hay muchas cosas que funcionan, hay experiencias muy notables. El otro día me invitó Jaime Saavedra, uno de los encargados del polo industrial, a la charla inicial con el grupo de internos que empezaba a trabajar y los recibieron esa mañana con bizcochos y una cocoa; para muchos, era la primera vez en mucho tiempo con un desayuno de ese tipo. Algunos lloraban de la emoción, se abrazaban de la emoción, y era para empezar a trabajar, a laburar en construcción. Hay que apoyar todo eso para que eso se expanda.
EC —Pero, hablando del contacto con el mundo exterior, el informe dice que las familias juegan un papel importante en la revinculación con el mundo exterior, en el reingreso de estas personas luego a la vida en libertad. Sin embargo, las visitas son todo un capítulo en el informe. Hay mucho problema.
JMP — Está mal encarado. Funciona el dispositivo con muchos problemas. No hay un impreso que se le dé a la familia sobre cómo son las reglas. Muchca gente se encuentra con un familiar que cae preso y no sabe a dónde recurrir, cómo orientarse psicológicamente. Hay una gran carencia. El tema en Uruguay está como ausente.
EC —Por ejemplo, anoto para los oyentes: si un preso es sancionado, su familia no recibe esa información y por lo tanto va a la visita y se encuentra con que no puede verlo.
JMP —Y no es como ir a un sanatorio, que uno toma un ómnibus a un lugar más o menos cercano. Hay gente que va a hacer cola a las 4 o 5 de la mañana para poder ingresar.
EC —Esa familia lleva además alimentos o artículos de limpieza para el preso y si el preso está sancionado ¿qué pasa? ¿Se lo llevan de vuelta?
JMP —Todo eso va para atrás. Hay algunas medidas prácticas que en algunos lugares han tomado y que han funcionado muy bien que es tener un almacén. Entonces la gente en vez de llevar 20 o 10 kilos de alimentos, dejan una cuenta, y la persona compra en el almacén del establecimiento. Ahora está haciéndose un planteo para hacerlo por lo menos para la población que va al Polo Industrial. Debería ser general. Debería ser una norma en todos los centros y evitaría…
EC —Estamos hablando de que la familia acarrea esas bolsas desde que se baja del ómnibus hasta que llega al lugar de la visita.
JMP —Sobre todo en los grandes penales, en Comcar, en Libertad, lo común es ver personas de edad dobladas por esas bolsas, acarreándolas durante 500, 700, 800 o 1000 metros y faltando a veces un elemento sencillo como un carrito. Hay toda una concepción que tiene que ver con lo social, con lo educativo, con la creación de ciudadanía, que está faltando.
EC —Después llega la visita. Suponiendo que el preso no está sancionado, existe la visita misma. Primero hay que esperar en una sala de espera y luego [se pasa] al lugar donde se produce el encuentro. La descripción que incluye este documento señala que esos dos ambientes se encuentran en condiciones deplorables.
JMP —Sí, en el Comcar en general y mucho más en particular en estos módulos, el lugar de visita es un lugar vacío.
EC —No hay muebles.
JMP —No hay muebles, no hay nada.
EC —A ver si se entiende lo que está diciendo el doctor Petit: El encuentro entre los familiares y los presos se produce sentándose en el piso.
JMP —Sí, sí, sentándose en el piso, en un lugar que tiene un baño muy muy rudimentario. Hay familias que ya no están yendo. Hay un grupo de familiares que se está reuniendo cada 15 días en nuestra oficina en el Parlamento y están justamente haciendo planteos sobre esto. Hubo una primera reunión de las autoridades con la familia, sería bueno que eso siga.
Hay una gran carencia del sistema. El tema de la familia, del contacto hacia el afuera, es una gran carencia. No hay programas de vinculación sociofamiliar, no hay prácticamente asistentes sociales en ninguna cárcel, que hagan el trabajo de conectar al preso con su familia, con sus hijos, con los hijos que hace tiempo que no ve, con parte de la familia que no ve, con ese trabajo que perdió pero que podría volver a retomar en otro momento, en fin, hay toda una cantidad de situaciones, de informaciones, de puentes que se rompen. Cuando ese puente se rompe nada bueno trae, pero bueno, hay que… yo creo que hay muchas cosas prácticas que se pueden encarar que, de hecho, se están encarando algunas, pero creo que hay que tratar de pensar en esto como un problema no solamente del Ministerio del Interior y del Instituto Nacional de Rehabilitación sino como un problema del Estado, del Estado y de la sociedad. Por eso algunas de las recomendaciones que yo planteaba.









