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Entrevista central, martes 7 de marzo: Fernando Isabella

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EC —Vamos a publicar esas tablas que ustedes han elaborado.

FI —Los escenarios consisten en: ¿Cuáles son las proyecciones de lo que va a pasar con la tasa global de fecundidad? La tendencia y lo que el INE calcula es que va a seguir cayendo y en el 2050 va a estar en el 1,7. Discutiendo con un equipo de demógrafos en la Facultad de Ciencias Sociales, nos preguntamos: ¿qué otras alternativas son posibles?, ¿qué otras hipótesis son posibles? Allí trabajamos con una hipótesis de caída de la tasa de fecundidad todavía más fuerte, hasta 1,3, que hoy en día tienen algunos países avanzados. Supusimos que pueda subir un poco; en general los demógrafos son muy reticentes a aceptar eso como posible, entonces lo dejamos como de baja probabilidad. ¿Qué pasa con la esperanza de vida? ¿Qué pasa con los saldos migratorios? Distintas hipótesis.

EC —Hablemos de los saldos migratorios, porque ese es otro factor que hay que tener en cuenta. Una cosa es la tasa de fecundidad, otra cosa es el envejecimiento de la población, pero no son las únicas variables que determinan qué pasa con la población de un país. Está también lo que ocurre con ingresos y egresos de gente.

FI —Exactamente. Desde la década del 50 Uruguay es un país estructuralmente con saldos migratorios negativos, sistemáticamente ha tenido saldos negativos de más de 10.000 personas al año, con períodos críticos de más de 30.000 en torno a la crisis del 2002 y en momentos de crisis política y persecución. Esa es la historia de Uruguay. En los últimos años, en un período muy particular, de crecimiento muy fuerte y además de crisis de los países receptores de nuestros emigrantes, Uruguay logró tener algunos años de saldo migratorio levemente positivo.

EC —De 2008 en adelante.

FI —De 2009 a 2013, 2014 está por ahí y todavía no tenemos los últimos años cerrados.

EC —Un período caracterizado por la gran crisis económica en el mundo desarrollado, Europa y Estados Unidos.

FI —Exacto, en particular en España, que es el principal destino de nuestros emigrantes.

EC —Eso hizo que volvieran uruguayos que se habían ido por ejemplo a España, y que incluso vinieran españoles a vivir a Uruguay.

FI —Sí.

EC —En aquellos años se hablaba de eso. Pero después han venido otros flujos, estamos viendo por todos lados venezolanos, dominicanos, cubanos, y podríamos seguir con la lista. ¿Cómo está entonces ahora el saldo migratorio? Se lo pregunto porque en el audio que escuchábamos recién Nahúm dice “eso no alcanza para frenar la emigración de gente joven”. Seguimos teniendo emigración de gente joven, pero al mismo tiempo estamos teniendo inmigración. ¿Cómo es?

FI —Sí, se dan las dos cosas a la vez, con características distintas. Nuestra emigración tradicionalmente es una emigración de jóvenes de nivel educativo medio-alto, eso hace que tengan muy buenas posibilidades en sus puntos de destino y eso hace muy difícil al país competir con eso. Se dice “se van porque tienen mejores condiciones en el exterior”; es casi inevitable que en la Unión Europea o en Estados Unidos un joven con un título universitario tenga mejores condiciones para insertarse en el mercado laboral que en Uruguay.

A la misma vez se dan flujos de inmigrantes, en general con un perfil distinto, con un nivel educativo más bajo. Ahora parece que los venezolanos en particular –porque tiene que ver con una situación política particular en Venezuela– y los cubanos son inmigrantes con un nivel educativo también medio-alto. El resto de los flujos de inmigrantes son de nivel educativo más bajo.

Lo que recogemos en nuestro trabajo es que son flujos muy pequeños que no pueden alterar las grandes tendencias. Son muy visibles porque se insertan mucho en el sector servicios, por ejemplo es muy común verlos en los supermercados y son muy importantes para el país.

Pero el país tiene unas tendencias demográficas muy fuertes que la inmigración no puede alterar, según los expertos. Las puede disminuir un poco, pero no las va a alterar.

EC —Pasando en limpio, de 2008-2009 en adelante se ha dado un saldo migratorio positivo.

FI —Sí, hasta el 2013 es seguro, ya en 2014 probablemente haya vuelto a ser negativo.

EC —No está claro cómo va a continuar esa tendencia, la presunción es más bien que va a volver a ser un saldo migratorio negativo.

FI —Es posible, en particular con una economía que se ha enlentecido mucho.

EC —Ahí vuelvo a las proyecciones, a los distintos escenarios que ustedes se han planteado en función de la evolución de la esperanza de vida, la tasa de fecundidad, la migración. ¿Entonces?

FI —Hay que tener en cuenta por ejemplo el caso de España, que ha llegado a tener un millón de inmigrantes al año y aun así su tendencia al envejecimiento es fortísima. Tendría que ser una inmigración absolutamente masiva para que realmente alterara las tendencias demográficas. Es muy difícil que las tendencias demográficas en el mundo de hoy se alteren con los movimientos migratorios, y más en Uruguay, que no es un gran receptor de inmigrantes.

En los escenarios lo que hicimos fue poner distintas alternativas. En esperanza de vida, tasa de fecundidad; en las migraciones se trabajó con un escenario de migración saldo cero como tendencial, con la posibilidad de saldos negativos de hasta 10.000 personas al año, que es la tendencia de largo plazo que tiene Uruguay, y como saldos positivos tomamos de hasta 5.000 personas al año. Los demógrafos en general dicen que es muy poco probable que Uruguay pueda tener un saldo positivo de 5.000 personas al año de manera sistemática.

Lo interesante es que en cualquier caso el resultado al 2050 es muy parecido. Vamos a ir a una sociedad más envejecida, en que la población de 65 y más años va a pesar entre 6 y 11 puntos más de lo que pesa hoy –si la población fuera la de hoy, eso implicaría entre 180.000 y 330.000 adultos mayores más–, en que la tasa de actividad, solo por el efecto demográfico –si consideramos que la propensión a trabajar de todos los estratos de edad y sexos fuera el mismo que hoy y simplemente proyectamos lo demográfico–, caería y tendríamos en el mercado de trabajo entre 112.000 y 160.000 personas menos si la población fuera la de hoy. Eso es aun suponiendo que la tasa de fecundidad dejara de caer y que tuviéramos flujos de inmigración positivos.

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EC —De los oyentes llegan preguntas como esta de Roberto: “Sería interesante saber si se piensa en políticas de promoción familiar, de fomento de la natalidad, como en Europa, o de promoción inmigratoria, como hacen Canadá o Australia”.

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