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Entrevista central, miércoles 10 de mayo: Cristina Muñoz

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EC —Ya nos acercamos bastante, pero ¿cómo define humanización de la salud?

CM —Podríamos definirla de distintas maneras, pero un concepto que me gusta, que es el que sale en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, dice que humanizar tiene que ver con ablandarse, desenojarse, hacer algo bueno para el hombre. O sea que cuando hablamos de humanizar el sistema de salud, estaríamos promoviendo un modelo de atención en el que, lejos de las rigideces a las que muchas veces sometemos no solo a los pacientes, sino también a los propios profesionales, con procedimientos de trabajo que no hay manera de cambiar, con normas, con límites, tendemos más a ablandarnos y a acercar el cuidado a las necesidades reales de las personas.

EC —Así que entonces no estamos hablando solamente de la relación médico-paciente, sino de la relación con el paciente de todos los actores involucrados en el sistema de salud. Pero además, por lo que decías recién, también de la relación de las instituciones con sus médicos, con sus enfermeros. ¿Hay algo de eso también?

CM —Lo primero que nos viene a la cabeza cuando pensamos en humanización es pensar que el punto crítico –y sin duda también lo es– es la relación que se da entre el profesional de la salud, o el cuidador en el caso de las personas mayores, entre ese profesional y la familia y el paciente. Y ese es un punto clave, pero no es el único. Los profesionales también son objeto de humanización y de cuidado.

EC —Deben ser.

CM —Deben ser, porque si no también podemos entrar a culpabilizar a los profesionales de la salud de un trato inadecuado. Y en ocasiones ellos son también víctimas de un sistema, de un modelo formativo inadecuado, de una presión asistencial y de un trabajo que es muy desgastante. No olvidemos que estar atendiendo a personas enfermas no es tan hermoso como a lo mejor dedicarse a cuidar flores. Entonces también los profesionales deben ser objeto de cuidado.

EC —Quizás la realidad española no sea la misma que la uruguaya en esta materia. De todos modos, a partir de lo que han estudiado, de los trabajos que han hecho, ¿por dónde están los puntos más delicados, los cortocircuitos más sensibles en este terreno?

CM —Hay un punto clave que es la humanización en el trato, la capacidad que tiene un profesional de dar malas noticias. Pero no solo malas noticias, que parece un momento que se da a lo mejor una o dos veces en la vida de una persona, sino también en qué medida uno se ve atendido en el cuidado más físico cuando lo tienen que higienizar, cuando tiene que recibir una infusión de algún medicamento. Hay muchos momentos en que la comunicación es clave.

Si bien estos días aquí en Montevideo hablamos de liderazgo, es fundamental que también los coordinadores de equipo, los supervisores, los gerentes de salud, todas las personas que se encuentran en los procesos de coordinación de personas, de toma de decisiones, tengan incorporados algunos valores y algunas actitudes, como la honestidad, la transparencia, la responsabilidad, el compromiso con las personas, la voluntad para promover la participación. Estos son también elementos en los que es importante trabajar para la humanización.

Otro punto clave podrían ser las propias estructuras físicas y administrativas, que en ocasiones más que ser elementos que facilitan el cuidado, lo entorpecen.

EC —Antes de salir al aire le comentaba a Cristina una experiencia de una institución médica acá en Uruguay, un sanatorio, de buena calidad, en el que el piso de un corredor está formado por grandes baldosas entre las cuales hay juntas, separaciones. Entonces al circular los carros con frascos y otros útiles necesarios para la atención a los pacientes esos carros hacen un ruido fenomenal, que por supuesto afecta a las personas que necesitan descansar. Ahí tenemos un detalle que de algún modo tiene que ver con falta de humanidad en las condiciones en las que la persona está siendo atendida.

CM —En ocasiones vemos que la señalización en los centros sanitarios es imposible de identificar, cuando una persona precisamente cuando va a un sanatorio no se encuentra en el mejor momento para recibir informaciones o para estar atenta.

EC —Además hay conductas autoritarias de una enfermera, de una limpiadora que ingresa a la habitación en horas de la noche, cuando el paciente está durmiendo, pero como el horario marcaba que había que entrar a la 1.30 le prende la luz, cambia una jarra y sale y el pobre paciente saltó en la cama.

CM —Claro, los horarios de trabajo son un ámbito de humanización, porque los tenemos estructurados en función de los horarios de los turnos de trabajo de los empleados. En ocasiones no sabemos por qué ocurre así. Recuerdo hace años en un hospital de Madrid donde estaban queriendo trabajar temas de procedimientos y alguien sacó la reflexión de por qué se estaba entrando a tomar la tensión arterial a las 7 de la mañana, cuando muchas veces es el momento en que pacientes que llevan toda la noche desvelados han logrado conciliar el sueño. Entonces algunas personas empezaron a discutir cuál era el motivo por el cual se hacía esa actividad a esas horas, y había una mujer mayor, una religiosa que llevaba trabajando en ese hospital muchos años, que puso el punto de inflexión cuando nos contó que hacía muchos años, como todas las cuidadoras eran religiosas, porque era un hospital católico, ellas tenían que tomar las constantes vitales antes de irse a la misa, porque si no luego ya era demasiado tarde. Sin embargo en el momento actual, cuando teníamos esa reunión, no había nadie que fuera a misa a esas horas. Por lo tanto se seguía haciendo algo, que tenía efectos negativos, sin habernos cuestionado por qué lo estábamos haciendo. Y como esto hacemos muchas cosas en las instituciones que podríamos repensar y animarnos a cambiar.

EC —¿Hay un público en particular que encuentre mayores dificultades en este sentido?

CM —Creo que en general tenemos miedo al cambio en las organizaciones.

EC —Me refería a un público de pacientes. Pensando en esta conversación, armé una lista de categorías: por un lado están los niños, por otro las embarazadas o madres recientes, los discapacitados, los enfermos de cáncer, los enfermos terminales y las personas de la tercera edad.

CM —Creo que cuanto más vulnerable se sienta una persona, más indefensa se percibe y más busca en el cuidado de salud una seguridad, una confianza y también una positividad que la ayude a levantar el ánimo. Una mujer embarazada que acude a un centro sanitario para tener su hijo, que es un procedimiento sin mayor complicación, probablemente no espere del sistema más que los aspectos puramente técnicos. Sin embargo en otros problemas de salud nos damos cuenta de que el impacto de la salud física afecta todas las otras dimensiones. Un adulto mayor que ha perdido la movilidad porque se fracturó una cadera y queda encamado de pronto no puede salir solo a la calle, de pronto no viene la familia a verlo, de pronto se siente desvalido, piensa que la vida ya no tiene sentido. Empiezan a aparecer otros elementos que van más allá de lo que ha sido una “simple” fractura de cadera. Hay problemas de salud que afectan toda la biografía de la persona, no solo la parte más biológica. Cuanto más afectaciones, más vulnerable se siente la persona y más necesita un estilo determinado de los profesionales que la cuidan.

EC —La vulnerabilidad del paciente es un factor clave.

CM —Sin duda, nosotros atendemos a personas que se encuentran al final de sus vidas, personas con procesos oncológicos o con enfermedades crónicas que evolucionan de manera degenerativa y la persona se va percibiendo a sí misma en una situación de declive de salud.

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