
EC —¿Entonces hay que establecer lineamientos diferentes de la humanización de la atención según sea el paciente?
CM —Lo ideal sería tener un enfoque global en el que apostáramos por formar y capacitar a los profesionales ya en la formación de pregrado, por un modelo de atención también mucho más promotor de la participación de los ciudadanos en los sistemas, no solo de los enfermos. Y debería ser una formación que afectase a todo, las estructuras sanitarias que se hagan nuevas deberían tener un enfoque que permitiera espacios donde el silencio, la intimidad tuvieran lugar. Y luego se podrían desarrollar planes específicos para áreas concretas. Es distinto hablar de las unidades de cuidados intensivos, donde últimamente también se están desarrollando líneas interesantes de humanización, que de niños o de personas en situación de enfermedad avanzada.
EC —¿Qué ocurre en cuanto a la formación de los funcionarios y de los profesionales de la salud en esta materia en España?
CM —Tenemos el reto de tomar conciencia de que la formación de los profesionales es excesivamente técnica. Si bien es cierto que la humanización no rechaza la técnica, al contrario, dentro de la humanización deseo un médico que sepa muy bien lo que tiene que hacer si tengo una enfermedad o deseo que un cuidador sepa muy bien también cuidarme, atenderme, higienizarme, etcétera. Pero es cierto que el reto lo tenemos en los centros formativos, tanto de pregrado como de posgrado, tratando de ayudar a que los profesionales adquieran otro tipo de competencias. La competencia emocional, la competencia relacional, la competencia ética también para tomar conciencia de que en el cuidado se dan muchas veces situaciones que irrumpen en el mundo de los valores. Es importante que tomemos conciencia de que la competencia técnica sola no procura un buen cuidado de la salud, entendida la salud como algo que es algo más que un cuerpo enfermo.
EC —¿Cuán nuevas son estas inquietudes?
CM —Creo que estas inquietudes como inquietudes siempre han estado, porque en el fondo nos lamentamos de la deshumanización siempre que percibimos que no somos tratados como deberíamos ser tratados.
EC —Pero ¿cuándo se instaló el tema, cuándo se empezó efectivamente a trabajar en él?
CM —Nosotros llevamos 30 años trabajando en el Centro de Humanización de la Salud. A lo largo de este tiempo ha habido algunas líneas emergentes y de gran importancia en diferentes países. Hemos estado apoyando en distintos países de Iberoamérica planes de gran calado promovidos por los sistemas sociales, a veces por entidades públicas, otras por privadas. Hay lugares donde ya se están desarrollando modelos de humanización. En España hay varios planes de humanización promovidos por las comunidades autónomas. Hay lugares donde se está trabajando en comités de humanización en hospitales. En Colombia, por ejemplo, están incorporando procesos de humanización, indicadores de humanización en los sistemas de gestión de calidad. En Chile hace años que trabajamos en un diplomado en humanización con varias universidades de allá por todo el país.
Creo que estamos en un momento óptimo para dar respuesta a esta necesidad que veníamos recogiendo en los últimos años. Es una responsabilidad en que las universidades, los centros formativos, las entidades públicas y privadas del ámbito sanitario y del ámbito del sistema nacional de cuidados pueden dar una respuesta. Creo que es un momento de oportunidad el momento que se está viviendo en Uruguay del Sistema Nacional Integrado de Cuidados, en el que se está empezando a capacitar a los cuidadores que atienden a una parte muy vulnerable de la población como son los adultos mayores. Estos cuidadores no tienen una formación de base demasiado alta y se está trabajando ahora en esta formación, en la importancia de incorporar la humanización desde el inicio. Ese es uno de los proyectos de la Fundación Astur.
EC —Esa es la atención principal de la Fundación Astur, en este gran concepto de la humanización de la salud, la aplicación al caso del trato con los adultos mayores.
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EC —En los mensajes de los oyentes aparecen distintas situaciones. Por ejemplo, ¿qué ocurre cuando un enfermero trabaja al mismo tiempo, como pasa en Uruguay, en una institución privada y en una institución pública, o en dos instituciones cualesquiera, pero que manejan criterios distintos? ¿Cómo hace esa persona para cambiar el chip?
CM —Lo deseable sería que hubiera más de parecido que de diferente. En cierto modo los procesos de trabajo pueden tener algunos matices, puede haber algunos elementos que claramente diferencian el ámbito público del privado, pero el trato a la persona no tendría por qué ser diferente.
EC —Pero puede ocurrir perfectamente que se esté yendo a velocidades distintas.
CM —Eso sí, en algún lugar puede haber unas cargas de trabajo que hacen muy difícil para el profesional desarrollar la tarea de manera adecuada.
EC —Gustavo cuenta un aspecto del Uruguay que ayudaría en esta materia. “En nuestro país en forma pionera se crearon en su momento servicios de acompañantes que de algún modo cubren ese aspecto con eficiencia y dignidad. En algunas de las empresas de servicios de acompañante el personal es de enfermeros. Estos acompañantes son importantes como intermediarios entre el paciente y el personal de la salud”.
CM —Sin duda, tal y como decíamos antes, todos los profesionales que interactúan con el enfermo o con el adulto mayor tienen mucha relevancia. Pensar que solo la figura del médico resulta un punto crítico sería incierto, porque otros profesionales pasan mucho más tiempo con el enfermo. De hecho los cuidadores, los acompañantes pueden ser personas que hacen un rol de facilitadores, de consejeros, de confidentes muchas veces de los pacientes, aunque sean personas que no se conocen demasiado. El cuidado más directo, como puede ser la higienización de una persona, ayudarla a levantarse, acompañarla a una cita médica, hace de esas personas muchas veces sus principales amistades en esa época. Por tanto estos acompañantes también han de tener esa competencia y esa capacidad para manejarse en el ámbito de la comunicación y del manejo de las emociones, que a veces son difíciles.
EC —Vamos a la humanización de la atención en salud en el caso concreto de la tercera edad.
CM —Tomar conciencia de que los centros, los hogares, los centros de atención diurna incorporen modelos en los que estas personas mayores puedan envejecer de manera activa.









