Entrevista con Álvaro Moerzinger, embajador de Uruguay en los Países Bajos y vicepresidente de la Asamblea de Estados Partes de la Corte Penal Internacional.
EN PERSPECTIVA
Miércoles 24.02.2016, hora 8.13
EMILIANO COTELO (EC) —La violencia en Siria puede tener un alivio a partir de este fin de semana, cuando entre en vigor la tregua promovida por EEUU y Rusia, a la que se sumaron el Gobierno de Bashar Al Asad y las principales milicias opositoras. Y eso, a su vez, permite soñar con la reanudación de las negociaciones en pos de una paz definitiva para esta guerra civil que lleva ya cinco años, 270.000 muertos e innumerables violaciones a los derechos humanos.
En este marco, una comisión independiente de las Naciones Unidas exige que el futuro proceso de paz contemple juzgar a los responsables de los crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional (CPI).
Paralelamente, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) ha enviado un grupo de expertos al terreno para identificar a los responsables de varios ataques con armas químicas que padeció la población civil en los últimos tiempos.
¿Cómo funcionan esos dos organismos, la CPI y la OPAQ?
Un diplomático uruguayo las conoce bien de cerca. Se trata del doctor Álvaro Moerzinger, embajador de Uruguay en Holanda, que fue presidente del Consejo Ejecutivo de la OPAQ hasta mayo del año pasado y hoy es vicepresidente de la Asamblea de Estados Partes de la CPI.
Aprovechando su presencia aquí en Uruguay, vamos a conversar con él para ir un poco más a fondo, para empaparnos de la realidad de estos organismos, en qué conflictos están interviniendo y cuán efectivos están resultando.
Empecemos definiendo a la OPAQ, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas. ¿Cuáles son las armas químicas? ¿Por qué existe una sensibilidad especial con respecto a esas armas?
ÁLVARO MOERZINGER (AM) —De alguna forma, el hombre siempre ha utilizado las armas químicas, desde los espartanos hasta nuestros nativos, nuestros indios con las flechas envenenadas. Quizás el gran hecho que causó alarma en el mundo fue el primer ataque masivo con armas químicas durante la Primera Guerra Mundial, en abril de 1915 en la ciudad de Ypres, en Bélgica, llevado a cabo por Alemania. Ese ataque, que causó estupor, después provocó una reacción de las fuerzas aliadas…
EC —Fue una sorpresa, por un lado, y fue terrible el efecto.
AM —Fue terrible el efecto, sobre todo psicológico, en una franja de 7 km. En el Museo de Ypres se puede ver el terrible destrozo, no de vidas humanas, no muchas, porque ya en ese momento quienes las usaban se dieron cuenta de que las armas químicas no eran efectivas. Pero el fundamento, que refleja la mentalidad en ese momento, es interesante; era la manera, en una guerra de trincheras, de terminar en forma más rápida. Se pensaba que un gas que penetrara en las trincheras podía acelerar y salvar vidas humanas. Fundamento que se utilizó después con las armas atómicas, para acortar las guerras. [Fritz Haber], el científico alemán que inventó la fórmula en ese momento, dos años después ganó el Premio Nobel [de Química en 1918] por el uso de fertilizantes, en fin.
EC —Toda una contradicción…
AM —Eso prueba la mentalidad distinta. El mundo empezó a evolucionar y en el año [19]75 en la guerra de Vietnam EEUU utilizó armas químicas. En la guerra fría las dos grandes potencias se armaron, EEUU para contrarrestar un posible uso de armas químicas hacia Alemania por la Unión Soviética y la Unión Soviética preocupada por el uso de Occidente de armas químicas. Así los dos grandes crearon un arsenal de unas 80.000 toneladas de armas químicas. Luego de la guerra Irán-Irak, en la que hubo un uso masivo por parte de Irak contra Irán y murió mucha gente, se provocó una alarma y hubo un arreglo entre Reagan y Gorbachov, ya finalizando la guerra fría, que permitió un entendimiento entre las dos grandes potencias para limitar el uso de armas químicas. Ese entendimiento termina en el convenio que crea la OPAQ.
La OPAQ es un arreglo entre los grandes poseedores de armas químicas: esto no ha sido muy efectivo, no nos sale muy económico financieramente, no es viable, nos cuesta más mantener el stock sin que haya escapes de gases tóxicos que destruirlas –porque es un proceso muy complejo la destrucción–, pero vamos a evitar que otros países las produzcan. Entonces crearon la OPAQ, un club hoy de 191 países en el que existe un control para que no se propaguen las armas químicas.
EC —No están todos los países que deberían estar.
AM —No están todos, hay cinco países que todavía no han ratificado la Convención.
EC —Por ejemplo, Corea del Norte, Israel, Egipto y Myanmar (Birmania).
AM —Sí. Uno de los grandes objetivos de la OPAQ es alcanzar la universalidad de la Convención.
EC —¿Qué limitaciones implican esas ausencias?
AM —Mientras haya la gran interrogante acerca de cuál es el stock que seguramente tienen –si no ratifican es porque tienen armas químicas–, el mundo no puede estar seguro de que se están destruyendo. EEUU y Rusia están casi finalizando el proceso de destrucción de sus arsenales, prácticamente han destruido el 80 %. La Convención establecía una fecha límite de 2012, que ya se extendió, por dificultades técnicas, pero hay un compromiso firme de destruirlas a la brevedad posible.
EC —La OPAQ tiene su sede en La Haya, en Holanda. Usted es embajador en Holanda; ¿es a partir de una cosa que surge la otra, la de que usted fuera presidente del Consejo Ejecutivo de la OPAQ durante un año?
AM —La Convención de Armas Químicas tiene una estructura: hay una Conferencia anual, que se reúne en La Haya, y después tiene un Consejo Ejecutivo, que es el que decide mientras no se reúne la Conferencia, es el que toma decisiones. Ese Consejo está constituido por 41 estados miembros.
EC —¿Cómo se los elige?
AM —Es una especie de consejo de seguridad, hay miembros permanentes, que se eligen por distribución geográfica, teniendo en cuenta la capacidad de producir armas químicas, razones de seguridad y la importancia económica en cada región. Por ejemplo, en América Latina los miembros permanentes son Argentina, Brasil y México, y después, en una negociación interna de la región, nos agregamos dos países más. Nos tocó negociar el ingreso, Uruguay demostró interés en ingresar e ingresamos en el 2013. Son períodos de dos años en que uno está en esa parte rotativa.
EC —La OPAQ obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2013 debido a su contribución a la destrucción de las armas químicas en la guerra civil siria. ¿Qué había hecho hasta ese momento en Siria la OPAQ?
AM —Nos sorprendió a todos la obtención del Premio Nobel de la Paz. Había otros candidatos, recuerdo que estábamos reunidos en el Consejo Ejecutivo y vino la noticia de Estocolmo de que la OPAQ había obtenido el Premio Nobel. Creo que fue un reconocimiento a la organización –que hasta ese momento no era muy conocida, porque tiene un objetivo limitado– y una manera de impulsar el acuerdo diplomático que habían logrado EEUU y Rusia para provocar el desarme químico de Siria, a raíz de la utilización de armas químicas en territorio sirio en agosto de ese año.
EC —Por eso le preguntaba qué había hecho hasta ese momento la OPAQ en Siria, porque en aquella fecha daba la impresión de que lo que estaba queriendo el Comité Nobel con el premio era más dar un impulso, una carta de crédito, un respaldo para lo que tenía que hacer la OPAQ en Siria.
AM —Excelente interpretación. Así lo vimos. Pocos organismos han obtenido premios Nobel de la Paz y la mayoría han estado vinculados con el proceso de desarme. La Organización Internacional de Energía Atómica obtuvo en su momento el Premio Nobel de la Paz. Creo que fue una manera de respaldar el difícil –e inédito– proceso que significó para la organización destruir un arsenal químico en un país en guerra civil.