
EC —Ylva es psicóloga graduada en la Universidad Central de Venezuela, técnica superior en Recursos Humanos graduada en el Colegio Universitario de Caracas. Actualmente estás haciendo una Maestría en Psicoterapia en la Universidad Católica del Uruguay, y estás trabajando… ¿cómo?
YLVA LUCENA (YL) —Estoy trabajando en el Centro de Atención al Migrante Scalabrini, que depende de una congregación católica que ayuda a migrantes en situación de vulnerabilidad.
EC —Tú llegaste a Uruguay hace poco más de un año. ¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste de Venezuela?
YL —En principio fue por un motivo muy personal. Yo tenía muchas ganas desde hacía muchos años de salir del país para vivir una experiencia nueva, una cultura distinta, pero me decido en el momento en que ya la situación estaba muy complicada en mi país, en el 2015. Empecé a revisar las ciudades en las que me veía viviendo, y Montevideo llegó a ser una de ellas. Porque en el camino me encontré con que no podía estar ilegal ni podía dejar de ejercer mi carrera, entonces esa ciudad que eligiera tenía que tener esas dos condiciones, que me pudiera favorecer en ese sentido. Y revisando Uruguay, me di cuenta de que Venezuela pertenecía al Mercosur, que por allí podíamos tener la residencia con bastante facilidad. Empecé a comunicarme con las instituciones universitarias para ver cómo podía homologar el título de psicóloga, y encontré que era bastante sencillo también. Emprendí a hacer todos mis papeles en Venezuela, eso me llevó más o menos un año, y en marzo de 2016 decidí venirme y emprender aquí.
EC —¿Te viniste sola?
YL —Me vine con una prima, psicóloga también.
EC —¿Y tu familia?
YL —Mi familia toda quedó allá, yo vengo de una familia muy numerosa y toda está allá. Estamos nosotras dos solas, nos vinimos sin conocer absolutamente a nadie aquí.
EC —¿Dirías que te viniste por razones políticas, por razones económicas o por razones profesionales y de cambio de rumbo en tu vida?
YL —En principio mi motivación fue muy personal, y por supuesto yo no estaba ajena a las cosas que estaban pasando en mi país, entonces digamos que eso fue lo que me dio un poquito más el empujón para tomar la decisión.
EC —¿Tenías algún alineamiento político en Venezuela?
YL —Sí, sí, siempre estuve en contra de los que hoy están en el gobierno. En principio Chávez, que me parece que tuvo después la consecuencia de su política, y hoy por supuesto más aún.
EC —Salomón tenía una peluquería y un restaurante en Venezuela. Aquí en Uruguay estás trabajando como barbero en una peluquería del Centro de Montevideo.
SR —Es correcto, frente a la plaza del Entrevero.
EC —¿Por qué dejaste Venezuela?
SR —En las condiciones de mi familia, que está compuesta por mi esposa y mis tres hijas, tenemos una hija de 19, una de 15 y una chiquitita de 5, una de las cosas que buscábamos al emigrar era en principio que tuviésemos la legalidad asegurada, que tuviésemos acceso a través de esta legalidad al sistema de salud, a poder trabajar tranquilos, porque para una familia que tiene chicos a cargo es importante ese tipo de seguridad. Evaluando las posibilidades, nos encontramos con que de los países del Mercosur, a los cuales teníamos acceso, Uruguay presentaba las mayores ventajas en cuanto al tema de legalidad, de salud, de educación, de seguridad. Y elegimos Uruguay por esas circunstancias, porque nos da esta tranquilidad.
EC —Pero primero tuviste que resolver que te ibas.
SR —Sí.
EC —¿Por qué? ¿Cuánto tiempo te llevó esa reflexión?
SR —En el caso particular de mi familia, estábamos tratando de salir del país, evaluando la posibilidad de salir, más o menos desde el año 2006.
EC —¿2006? Más de 10 años…
SR —Sí, porque el deterioro en nuestro país ha sido progresivo. Cuando en un país el tema de las libertades democráticas, de principios democráticos, va mermando, tú siempre tienes la esperanza de que en algún momento se ajuste la situación. Pero llega un momento en que se resquebraja, llega el momentum en que tú dices “esto no tiene marcha atrás, cada día el gobierno da más señales de su autoritarismo” y eso te hace temer por cosas fundamentales como tu vida. En Venezuela en este momento –ahora es mucho más grave– no tienes acceso a salud si no tienes un sistema privado –aunque ahora ni siquiera eso se te puede garantizar–, no puedes salir a la calle con la tranquilidad con la que andamos acá, no puedes desplegar tu trabajo tranquilo. En el caso nuestro somos emprendedores de toda la vida y llegó un momento en que el Estado no te garantizaba el espacio suficiente para poder trabajar tranquilo.
EC —¿Qué quiere decir eso último?
SR —Quiere decir que el Estado no te permite ejercer libremente tu trabajo. Si tú necesitas mantener tu local abierto a ciertas horas, en la noche o durante el día, si hay mucha inseguridad se te dificulta. Por ejemplo, en los últimos años las marchas te imposibilitan tener tu lugar abierto, ese temor constante de que va a pasar algo no te permite trabajar en paz.
EC —La agitación política misma es un problema.
SR —Sí. Y sumado a esto, el tema económico. El tema económico te va apretando, porque sufrimos una inflación que sobrepasa el 300 %, 400 % al año, y eso por supuesto no te permite tener movilidad para trabajar.
EC —Tomando en cuenta estos últimos comentarios de Salomón, les pido a los demás otras pinceladas a propósito de la situación por la que estaban pasando en Venezuela. Ya algo dijeron, pero trabajo, economía, seguridad, delincuencia, clima político.
OG —Retomando las palabras de Salomón, cualquier actividad productiva requiere servicios públicos elementales, y te puedo asegurar que más de una vez Salomón no pudo abrir la peluquería porque no había electricidad o porque no había agua o porque pasaba la marcha enfrente y le rompieron los vidrios, o porque saliendo para la peluquería se enteró de que le habían atracado a una hija o a la esposa. Quizás la compañera acá no quiso tener una familia allá, casarse y tener niños, porque sabía que iba a tener problemas para tener una guardería decente donde tenerlos.
YL —Cosas tan sencillas como que no puedes hacer una vida social, a mi edad. Aquí tú vas a un boliche y la fiesta empieza a las 2 de la mañana, eso es impensable en Caracas. A las 8 de la noche todos los jóvenes tienen que estar en su casa, porque los papás ya están llamando para que regreses, imagínate a mi edad, a los 30 años, que tú papá te esté llamando “hija, ¿cuándo va a llegar?”. Claro, se los están comiendo los nervios. Y ya uno mismo toma conciencia.
EC —Hace muchos años que se habla de la inseguridad en Venezuela. Viajeros uruguayos se sorprendían por el hecho de que de noche en Caracas por ejemplo los vehículos no paraban en los semáforos, no paraban en una luz roja de un semáforo, era impensable parar. De eso se habla desde hace mucho tiempo. ¿Qué ha ido ocurriendo en esa materia?
YL —Yo viví mi adolescencia, a los 15 años yo podía salir a bailar. Probablemente a un extranjero le parecía eso peligroso, pero nosotros nos conocíamos ya los códigos y no era. Te puedo decir que si antes era peligroso, pues ahorita es tan grave como lo que te estoy diciendo.
SR —Acá el montevideano se queja de la inseguridad que hay, y a nosotros nos parece que esto es una maravilla. Por supuesto, hay zonas donde nos recomiendan no transitar y no lo hacemos, pero Montevideo se parece mucho a la Caracas de hace 20 años de la cual te habla la compañera, y de la cual también disfruté yo hace unos 20, 25 años. Entonces tal vez antes el uruguayo te decía que era inseguro porque acá era, me imagino, por definirlo de alguna manera, ultraseguro.









