
EC —¿Qué más? ¿Qué otras características de la vida en Venezuela los fueron empujando a tomar la decisión que tomó cada uno de ustedes? Tú la tomaste hace años, siete años.
OG —En el 2010 hice el primer viaje. En realidad he hecho cuatro viajes, pero yo trabajé en la administración pública, pude ver el monstruo desde adentro y fui el primer crítico de todo lo que fue el chavismo desde sus inicios.
EC —¿Qué veías? ¿Por qué lo llamás el “monstruo”? ¿Qué notabas trabajando dentro del gobierno?
OG —El clientelismo galopante. En mi caso, que era desarrollo social, llegué a tener una jefa, una gerenta general, que era TCO en Turismo. Cuando tú tienes que tener nociones elementales, por ejemplo, del cumplimiento de las Metas del Milenio, y llegás a un sitio… como que te pongan de intendente de Montevideo y no sepas dónde queda Marconi ni sepas las condiciones en las que se vive en la periferia. Colocar gente en cargos estratégicos por el hecho de que es tu primo, tu amigo, tu hermano, tu compadre, sin tener la calificación académica necesaria para ocupar ese puesto. De hecho el gran talón de Aquiles del chavismo y luego de este madurismo decadente es la ausencia de criterios de calidad para cualquier tipo de cosa que hicieran. La palabra calidad en ningún momento existió, me atrevo a decir que de 2005 en adelante esa palabra desapareció de la gestión pública chavista.
SR —Yo trabajo permanentemente con público y por supuesto en mi oficio tienes que hablar, no solo cortar cabello. Y la gente no te puede creer o le es muy difícil creer que tú tengas que hacer una cola de cuatro, ocho, diez horas para comprar un alimento, si es que llega. Es muy difícil para alguien que toda su vida ha tenido disponibilidad total de todos los productos que necesita para su vivir entender que nosotros no tenemos acceso a eso. En Venezuela es muy difícil ir a un mercado y comprar lo que compramos acá, pollo, carne, productos de higiene, yo se lo explico a la gente y le cuesta. Le cuesta porque es tan terrible que no le cabe en su lógica de pensamiento.
EC —Cuando discutimos aquí en Uruguay a propósito de Venezuela, hay un momento en que la conversación se tranca y aparece el argumento de que desde acá es difícil entender lo que ocurre allá y que probablemente estemos manejando información sesgada, información interesada, filtrada políticamente. Probablemente algo de esto esté sucediendo en los oídos de nuestros escuchas en este momento, pueden estar preguntándose cuán influido por el posicionamiento político de ustedes está este diagnóstico que están haciendo. ¿Qué responden?
SR —Es muy sencillo hoy día ver a través de las redes sociales lo que está pasando. En otros tiempos no era posible. Tienes razón cuando dices lo que comentas, porque en algún momento me lo han dicho: “tú lo planteas de esa forma porque tal vez tú eres de oposición”. Yo siempre milité en el progreso, el progreso quiere decir que según tus condiciones vamos adelante o, como dicen ustedes, vamos arriba, vamos a ponerle el hombro para seguir progresando, prosperando. Es muy fácil verificar, es muy fácil ver a través de los medios digitales, a través de YouTube, la situación de nuestro país. Ahí está la ventana abierta, la gente puede observar y tomar una decisión.
YL —Sí, creo que el gran enemigo del gobierno es justamente la tecnología, ahí no hay manera de ocultar lo que está pasando. Delitos muy graves. Yo diría, claro, es una posición muy subjetiva, porque lo sufro yo y lo sufre mi familia, pero quien quiera puede revisar las redes y se dará cuenta.
OG —Yo llego a una conclusión muy sencilla, trato de ponerme en los pies de los uruguayos para poder entender por qué a ellos les llama tanto la atención esta presencia acá. El hecho de que nosotros abandonemos un país con una riqueza paisajística, nada más con la riqueza paisajística que tenemos, para venir acá, con todo el resto que merece el Uruguay, un país gris, lluvioso y helado casi cinco meses al año, no lo hacemos por gusto. Sobre todo porque estas tres personas que están acá sentadas –y lo digo sin conocerlos mucho a ellos– te puedo asegurar que teníamos una calidad de vida en nuestro mejor momento muy buena, estábamos muy seguros y muy tranquilos, y progresivamente, como dice Salomón, empezó nuestra vida a deteriorarse, al punto de que yo por ejemplo hacía jabón con destapador de cañería, llegué a hacerlo para poder lavar mi ropa. Entonces cuando tú pasas de irte a Margarita un fin de semana a pasear y de la noche a la mañana te encuentras con que estás haciendo nueve horas de cola para comprarte una baguette, tú dices “aquí hay algo que no cuadra”. Y lo digo desde mi punto de vista, teniendo formación de izquierda. Lo que emprendió Chávez y ahora lo que está tratando de tener Maduro ha sido la aberración política y sociopolítica más grande de la historia contemporánea de Venezuela.
***
EC —Les propongo conocer ahora a Priscila Verdes, una maestra, hija de uruguayos, que hoy reside en Playa Pascual, departamento de San José, donde está tratando de insertarse precisamente como docente. Ella llegó hace solo dos semanas acá, después de una travesía por tierra que le insumió más de un mes.
(Audio Priscila Verdes.)
Salimos de Venezuela por la crisis que está atravesando el país, donde la escasez, la inseguridad, la falta de medicamentos y la represión del gobierno son férreos y no permiten una vida normal ni cotidiana para nadie. La inflación hace que se evapore todo sueldo y por mucho que se trabaje es imposible tener las condiciones mínimas de vida.
Decidimos salir del país, y en virtud del costo de los boletos aéreos no teníamos para eso, nos vinimos en un vehículo propio, en un carro tipo Van o Combi. Nos vinimos seis personas de mi familia, porque me traía el hijo de una amiga y lo adopté como mi hijo durante todo el camino, y cuatro amigos más con una niña. Salimos de Venezuela, atravesamos todo Brasil, en un primer momento llegamos mal a la fecha del barco que tenía que atravesar desde Manaos hasta Porto Velho y perdimos muchos días. Luego el auto se dañó por la bomba de agua y quedamos varados en medio de Mato Grosso alrededor de unos maizales durante cinco días más. Ya de allí la marcha fue más lenta y tardamos en total 38 días en llegar. Fue toda una travesía, gracias a Dios llegamos y hemos sido recibidos fabulosamente por todos los uruguayos.
La decisión no es sencilla, dejamos a nuestra familia, en mi caso dejé a mi madre, que está desahuciada, con cáncer, pero tenía que elegir entre un futuro para mis hijos o estar con mi mamá. Mi mamá me dijo “vete, por los niños”. Dejamos nuestras carreras, dejamos nuestro hogar, dejamos todo lo que conocíamos por algo incierto. Escogimos Uruguay entre otras cosas porque mi papá era uruguayo y salió de aquí durante la dictadura, logró sacar a su familia. Bastante irónico que se haya ido y haya llegado a Venezuela huyendo de la dictadura y que me haya tocado a mí repetir ese mismo ciclo muchos años después.
Estamos amparándonos en la Ley del Retornado y de verdad que nuestras expectativas en Uruguay son vivir en paz, en tranquilidad, con toda la gente amable que aquí habita. Hemos tenido un trato y un recibimiento hasta de los desconocidos que ha llenado nuestro corazón. Nos da valentía y fuerza y aparte hemos conocido venezolanos muy valiosos, como la señora Alicia, de Manos Veneguayas, que están haciendo un trabajo excepcional. Y estamos encantados con lo que hemos conocido del país. Gracias de verdad a todas las personas que les tienden una mano a estos inmigrantes forzados por la dictadura y la represión. Los venezolanos sabremos agradecerles con mucho trabajo, esfuerzo y una gran sonrisa todo el apoyo que nos den.
(Fin audio.)
EC —¿Qué les pareció el testimonio de Priscila?
YL —Me conmueve escuchar cada historia de cada venezolano que me encuentro aquí. Veo las condiciones en las que se vienen y me duele muchísimo. Me duele muchísimo, porque además yo hace un año predije que el venezolano que llegara iba a llegar sin un peso en el bolsillo, porque salen huyendo desesperados y emocionalmente vienen muy quebrados también.
EC —No es un caso excepcional este de venir por tierra.
YL —No.
EC —Hay quienes vienen en condiciones peores, vienen cambiando de ómnibus en ómnibus, utilizando camiones.
OG —Está la ruta de Bolivia también, salen de San Cristóbal, llegan a Colombia, de Colombia viajan a Ecuador, de Ecuador bajan a Bolivia y de Bolivia brincan a Chile, de Chile caen en Argentina, y por Salto, creo… Son casi dos meses, por no decir que son mochileros, después de dos meses llegan acá por tierra. De hecho ayer me enteré de que Aerolíneas Argentinas también se retiró de Maiquetía.
SR —Nuestro país vive una situación tan anormal que ni siquiera tienes la oportunidad de comprar un boleto para viajar adonde quieras. No solo que las aerolíneas se retiraron, sino que el acceso a los dólares es tan restringido, es tan difícil conseguir dólares que no puedes comprar un pasaje bajo ninguna circunstancia. Entonces la gente se quiere llevar los pocos dólares que logra reunir al destino adonde va a llegar, si es que trae. Porque, como dice Ylva, ahora está llegando el venezolano que tiene menos.
EC —¿Y cómo les ha ido acá? ¿Qué se encuentran cuando llegan a Uruguay?
SR —Para nosotros ha sido una grata experiencia, de verdad ha sido una grata experiencia, porque el uruguayo es muy solidario, es muy amable, es muy atento. Siempre se lo decimos a todos, el uruguayo nos ha hecho más fácil el poder insertarnos en Montevideo. Yo tengo acá un año y ocho meses y ni mi familia ni yo nos hemos sentido extranjeros en ningún momento. El uruguayo te abraza, es bien solidario contigo, y siempre está dispuesto a darte una mano.









