
NB —Es la satisfacción personal del libro que querés publicar.
MF —Tampoco es que seamos tontos. Pero a veces apuntás a cierto autor que pensás que no puede pasar desapercibido y no pasa nada, y otras veces publicás un libro con una expectativa de venta de 250 ejemplares y cuando te querés acordar pasaron dos años y agotaste los 500, 600 que publicaste inicialmente. En ficción vender 600 ejemplares es un gol. Ahí está la otra tontera, para mí es inadmisible, no me puedo dar el lujo de verlos agotados en un catálogo, y en esa lógica demente de querer tener los libros que querés tener todo el tiempo, reeditamos cuando el mercado indica que no es así. Julián y Joaquín deben de saber mejor de ciertas lógicas que hacen que en cinco meses un título sea viejo, etcétera. Si no fuera por otros mecanismos que terminamos desarrollando a la hora de sacar una segunda edición, con el mismo ISBN, cuando el librero lo va a pasar por la maquinita y dice “este libro ya lo tuve, no me dejes cinco, dejame uno”. Ahí se generan otros problemas.
NB —No lo explicitamos, pero vos lo dijiste ahora: a diferencia de Ediciones B y Penguin Random House, Hum y Estuario son sellos independientes. ¿Qué implica eso?
MF —No soy un teórico de esos temas, ya dije lo obvio: independencia ideológica, económica, publicar lo que querés. Es un tema que da para rato, para filosofar y demás. Hace unos días en Argentina veía un editor que definía lo independiente con relación a las herencias. Porque en Argentina se da mucho editor independiente, mucha editorial independiente, con editores que vienen de familias de editores, con unas bancas impresionantes de infraestructura como para despilfarrar. Estamos hablando de cuatro o cinco sellos muy reconocibles allá. Y este editor decía “nosotros nos la venimos currando”, cual si fuera Yaugurú acá, en una calesita: detectamos cierto nicho y laburamos así, con colaboración de los autores, etcétera.
Nosotros al comienzo jugamos mucho con el tema del apoyo de los autores, pero para mí, desde hace al menos seis años, es contraproducente para nosotros mismos, entonces preferimos publicar quizás poco, aunque no parezca, pero toda la inversión es nuestra, de la editorial. Siempre está el apoyo por un premio o subvenciones que vienen del cielo, pero nunca hay que depender de eso. Eso hace a la independencia también.
NB —Julián, ¿cómo es tu trabajo de editor? ¿Cuál es el rol que te toca jugar?
JU —Mi rol como director literario del grupo en Uruguay debería ser –o en otros países más grandes es– de coordinación, en otros países hay una división entre el publisher y el editor de mesa. El publisher es el que detecta el libro o encuentra el autor, el tema o ata el tema con el autor, tiene que leer la realidad del país o del mercado en el cual el libro se va a lanzar y tratar de encontrar libros que puedan ser de interés para eso, detectar los temas que están en la agenda, etcétera. En Uruguay yo hago eso, manejo el vínculo con los autores, la relación, lo que decía Joaquín, que es muy importante, el tema de establecer una relación de confianza con los autores. Pero como nuestra escala es tan chica también edito. Muchas veces hago las dos cosas, porque no tenemos un equipo tan grande como de repente hay en otros países.
Básicamente el proceso es integral. Desde el momento de detectar o de entender o de hacer un acuerdo con un autor o sobre un tema y hacer el enlace con el autor hasta el momento en que el libro es lanzado hay un proceso que tiene que ver con el editing, la edición de mesa, que es trabajar los contenidos, seleccionar, descartar cosas, agregar otras, ordenar los materiales de la manera que nos parece mejor, por supuesto en trabajo con el autor, y también diseñar todo lo que tiene que ver con la comunicación del libro, que va desde cosas tan sencillas como la portada y el texto de contratapa, que son las primeras herramientas de marketing con las que uno cuenta para comunicar el libro. Hoy los libros tienen que competir en las vidrieras con otros y tienen que cumplir con varios elementos al mismo tiempo. Pero sobre todo tienen que llamar la atención de la persona, que les va a dedicar pocos segundos, y si detiene la mirada tenemos una primera oportunidad, la segunda es que lea el texto de contratapa, y si a partir de eso hay un interés, probablemente se establezca el vínculo entre el lector y el autor. Pero además diseñamos planes de marketing para comunicar esos libros, campañas en puntos de venta, redes sociales, estrategias de prensa, para lograr que tomen contacto.
Capaz que tenemos la posibilidad de tener un equipo un poco más grande –aunque tampoco es tan grande, porque el mercado no lo permite–, pero sí que tratamos de mirar el proyecto de modo integral y establecer ese enlace entre un autor y el contenido de su libro y los públicos.









