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Entrevista central, miércoles 8 de febrero: Ernesto Stirling

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EC —Es un acto que se desarrolla todos los años por estas fechas y que termina en esa imagen clásica del presidente de la República o el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca subido a una cosechadora, poniendo en marcha el trabajo.

ES —Sí, es algo simbólico porque sin duda también son importantes las palabras que se dicen en ese acto, y después el intercambio con las autoridades, porque están presentes en general todas las instituciones, tanto públicas como privadas, con quienes se interactúa todo el año. Porque esto no es algo puntual, sino que es un trabajo de propuestas, de proyectos que tenemos con una cantidad de instituciones. También somos integrantes de la Comisión Sectorial del Arroz, la única comisión sectorial que se mantiene desde los años 60, cuando fue creada, que después fue renovada en los 80.

Esta institución realiza la inauguración de la cosecha en forma anual, desde hace muchos años, y por supuesto, conmemorando los 70 años va a ser un evento muy interesante. Además tenemos planificados otros programas a lo largo del año no solo para dar a conocer el sector, sino para plantear a las autoridades los problemas que se tienen y otros temas de interés, como la parte de proyectos de inocuidad que se están desarrollando con instituciones como INIA, LATU y facultades. Hay una gama de relaciones con otros institutos y con el Estado.

EC —La ACA nació el 8 de febrero de 1947, durante el primer congreso arrocero que se realizó en Uruguay. ¿Ya en aquel momento existía esa cadena armoniosa de la que todos hablan cuando se refieren al arroz?

ES —No, era la época de los pioneros del arroz. El primer cultivo de arroz data más o menos de 1919, en el departamento de Artigas, en lo que era el pueblo Santa Rosa, que hoy es Bella Unión. Era de un productor Silva de apellido, que realizó unas construcciones faraónicas de madera para poder extraer agua del río Uruguay en la confluencia con el Cuareim, esos son los primeros datos. Después ya en la década de 1920, tenemos datos de otros emprendimientos en el departamento de Paysandú, también muy aislados. Pero ya a partir de las décadas de 1930 y 1940 se empieza a desarrollar en la zona este, que es una zona más apta, con suelos más planos, que pueden retener el agua. En ese momento se fundaron algunos molinos industrializadores, como Arrozal 33, lo que era la CIPA, y después en el 40, Saman; primero fue Arroceras Nacionales, después fue Saman.

EC —¿Cuándo se avanza en la coordinación?

ES —A partir de ahí se crearon los estatutos de la institución. Y como complemento de eso, los 25, 30 productores que fueron los fundadores en aquel momento, que venían de distintas zonas del país, pero básicamente del este, que incluían también técnicos que estaban trabajando en ese momento en el arroz, empiezan a desarrollar un trabajo en conjunto con las autoridades nacionales. En el año 40 se promulga una ley arrocera en la cual se establecen las condiciones de trabajo para quienes trabajan directamente en el cultivo, las ocho horas de trabajo, condiciones de vivienda, todo lo que hoy es moneda corriente en toda la sociedad.

El arroz se cosechaba con hoz, se emparvaba, se hacían parvas como las de maíz, se secaba ahí y durante el invierno se procesaba, se separaba el grano de las otras estructuras. Cada productor tenía su secador, o lo secaba a la intemperie o tenía secador. En esos momentos se enviaba en tren a Montevideo, porque carreteras prácticamente no había, sobre todo en las zonas arroceras. Eran productores individuales o empresas como las que mencioné, que tenían su cultivo, su secador y mandaban el arroz en bolsas a Montevideo para procesarlo. Esto llevó unos 10, 15 años. Ya hay exportaciones en las décadas de 1930 y 1940, se empieza a exportar parte de la producción porque el mercado interno es muy chico. Y en el año 1950 el Estado decide comenzar a intervenir y fijar el precio del arroz al productor.

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