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Entrevista central, viernes 10 de noviembre: Roberto Markarian y Cheung Koon-yim

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RM —Se profundizó muy fuertemente. De todos modos creo necesario destacar que nuestro interés por la relación con China viene de un enfoque general que queremos hacer de vincular al país con las culturas con las que estamos menos relacionados desde todo punto de vista, incluyendo el ámbito científico. Yo observo los viajes largos que he hecho yo mismo, y estuve en Irán, en Armenia, en Rusia y en China. Está claro que estamos tratando de pasar la frontera del Oder, como digo yo, para ver la otra mitad del mundo que está más allá de la Europa Oriental. Este esfuerzo creo que corresponde porque el interés por vincularnos con partes de la humanidad que han hecho inmensos aportes a la cultura y a la ciencia es parte de la responsabilidad de la Udelar. Y en ese intento, en este caso encontramos el beneplácito del Ministerio de Relaciones Exteriores y esta figura crucial como es el profesor Yim para poder concretar esto con el vuelo que creo que está tomando.

RA —Vamos al acuerdo. En líneas generales, en una primera pincelada, ¿qué implica el acuerdo con el Instituto Confucio que firmaron el año pasado?

RM —Firmamos dos convenios, uno con el Hanban, con la patente Confucio china, y otro con la Universidad de Qingdao. Es interesante observar –porque él dijo que viene de una colonia inglesa– que Qingdao era una colonia alemana, por eso hay una cerveza, que se vende aquí, Tsingtao. Qingdao es una ciudad muy moderna, la hemos visitado, estuve un par de días ahí en el último viaje. Tiene gran presencia alemana, hay un barrio entero que si uno ignora quiénes son las personas que por ahí caminan es Alemania, hay una iglesia protestante y una iglesia católica grandes. El convenio se firmó más o menos simultáneamente con las dos instituciones, según el formato que ellos le dan. Ambos tienen mucha importancia, porque el aporte financiero chino lo hace Hanban y el aporte académico lo hace la Universidad de Qingdao, y nosotros hacemos las dos cosas, por la diferencia de estructura cultural y académica entre los dos países.

RA —¿Qué inversión implica, más o menos?

RM —Ellos van a aportar del orden de US$ 150.000 por año. El aporte de este año ya vino, lo estamos utilizando en los arreglos de la casa y compra de equipamiento. Y el aporte del lado nuestro es de orden parecido. Es una inversión importante a escala uruguaya, en la escala china de repente US$ 150.000 no son nada. Acá es mucho dinero y lo estamos utilizando básicamente en arreglar el edificio, en pagar algunos salarios, y esperamos que el año que viene, a través de los convenios que estamos haciendo con diversos organismos –INAC (Instituto Nacional de Carnes) y Ministerio de Defensa–, logremos una financiación extrapresupuestal que permita hacer crecer esto de una manera mucho más importante. Eso está en pleno desarrollo y es bueno que se sepa que estamos teniendo apoyo de instituciones diferentes. Quizás sea bueno que el profesor Yim explique cómo es el convenio con el INAC, porque incluye conocer los nombres de las diversas partes de una vaca o de un cordero para poder venderlos mejor en China, que es por lo que el INAC pone dinero y bastante en este caso.

CKY —El acuerdo con INAC es más específico, porque la finalidad del Instituto Confucio es enseñar el idioma y la cultura al público general, pero los funcionarios de INAC tienen la obligación específica de profundizar la venta de productos cárnicos a China. Cuando en el año 2010 fuimos a la exposición universal de Shanghái, ayudé a instalar el restaurante de INAC, y empezamos a informar a la gente que nuestra carne –con nuestra me refiero a Uruguay– tiene trazabilidad, y los chinos, que antes compraban menudencias, llenaron el restaurante este que vendía no sé a qué precio de oro para probar la carne. Y ahí sentimos que los funcionarios tienen que seguir ese tren. El año pasado vendimos más carne a China que a Australia, que no es poca cosa. Entonces ellos tienen que profundizar su negocio con China, y sus funcionarios van a tener que penetrar en el mercado, que es gigantesco. No sé cuáles son las pocas ciudades que están comprando nuestra carne, pero hay otra inmensidad de lugares que aún faltan. Entonces la preparación específica en el negocio de carne implica no solamente la parte comercial, sino también poder manejar la parte técnica, sobre los cortes, las características, qué es trazabilidad, etcétera, en el idioma chino.

***

EC —“El chino Yim”, así lo llaman varios oyentes que mandan mensajes recordando con mucho cariño su paso por la Facultad de Arquitectura.

CKY —Cariño siento yo por esa facultad, mi segundo hogar.

EC —“El Chino Yim le decíamos, fue catedrático grado 5, con taller propio”. Por ahí vienen algunos saludos, abrazos, etcétera, que le mandan.

CKY —Se retribuyen afectuosamente.

RA —La sede va a estar en una casona en Albo y avenida Italia, donde funciona el Instituto de Lingüística de la Facultad de Humanidades. Esa casa está siendo remodelada, de hecho la inauguración estaba prevista para octubre pero se postergó y están pensando en fines de noviembre, principios de diciembre.

RM —La obra se atrasó un poco pero no demasiado. Hay una parte que queremos que tenga muy buena accesibilidad independiente para el Instituto, que no dependa de la Facultad de Humanidades que está abajo. Estamos haciendo un ascensor y una escalera por fuera, que esperemos que queden bien desde el punto de vista estético, que congenien con la actual estructura.

EC —Pueden consultar a algún arquitecto…

RA —¿Está de director de la obra, además?

RM —Formalmente no.

CKY —De ninguna manera.

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