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Entrevista central, viernes 22 de abril: Marcelo Estefanell

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DQ —El contexto de lectura jugó un papel importante.

ME —Muchísimo. Y cuando me di cuenta de que era una obra de humor, o sea que rescato el humor de mi tío Carlos. Es una gran burla el Quijote.

EC —¿Una gran burla? Expliquemos eso.

ME —Una gran burla a su tiempo, a sus colegas, a las modas de la época. Porque no hay ninguna novela en el mundo en que se hable tanto de literatura como en el Quijote, la literatura vive dentro de la literatura. Empieza un juego de espejos que inventa él, él mismo se pone en la novela enseguida. Cuando el cura y el barbero, a la vuelta de la primera salida de don Quijote, le censuran la biblioteca porque los libros son la causa de su locura, dentro de la biblioteca de don Alonso Quijano el Bueno está La Galatea, la primera novela que publicó. El cura dice “es gran amigo mío don Cervantes”, y se permite criticar la obra: “no llega a nada, promete segunda parte pero nunca llegó”. Eso es en el capítulo 6 o 7, entonces ya está el tono, ya está el chiste, la guiñada, el juego de espejos, esa modernidad que aún hoy reconocemos. Creo que eso fue lo que les partió el mate a casi todos los escritores que lo sucedieron.

DQ —Pero incluso fue tan vanguardista que cuando se publica la segunda parte de el Quijote, en 1615, a los personajes –esto es algo increíble– los empiezan a reconocer porque ya lo leyeron. Si eso no es vanguardista, no es un gesto de osadía dentro de la literatura…

ME —Y cuando se cruza con el Caballero del Verde Gabán, don Diego Miranda –Diego Miranda no lo leyó, por lo tanto no lo reconoce–, está alelado de tener enfrente a un tipo que sale de la historia, vestido con armaduras que tienen dos siglos y armamento viejo. Y él, cuando ve la cara de perplejidad de su interlocutor, le dice: “Yo soy don Quijote de la Mancha, del cual ya hay miles de ejemplares vendidos”, o sea, ya que no lo conoció, se hace propaganda.

DQ —Cervantes fue soldado, funcionario público, dramaturgo, intentó ser poeta, era un novelista de vanguardia. ¿Qué destacarías de su impronta tanto como escritor como como personaje histórico?

ME —Para mí el nudo es lo que escribí el año pasado cuando hicimos las columnitas sobre el Quijote [la serie El Quijote en diez clicks].

EC —Las “columnitas” sobre el Quijote en EnPerspectiva.net, que están disponibles y destacadas en estos días a raíz de este aniversario.

ME —Es el arquetipo del Siglo de Oro. Fue soldado, fue recaudador de impuestos, fue funcionario público para el reino y nada menos que para la Armada Invencible en un principio. Y fue escritor, dramaturgo, poeta, novelista. Yo digo medio en broma: ¿qué le exigiría hoy el currículo a un escritor de la talla de Cervantes?, ¿cuál sería el arquetipo del siglo XXI? Tendría que ser diseñador de blogs, no perderse un solo recital de las bandas más importantes de rock, veranear en el Polonio, viajar mucho, capaz ser vegano… las características de esta época. Él fue, las reunió todas. Tuvo la fortuna de vivir mucho para la época, vivió 68 años, pasó todas las expectativas de vida.

EC —En una de tus columnas destacabas eso, cuando Cervantes publicó la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en enero de 1605, tenía 57 años. Y hacía 20 que no editaba nada importante además. Superó la expectativa de vida en aquella España de comienzos del siglo XVII. En su caso además, esa edad suponía haber sobrevivido a la guerra, a la prisión, a los trabajos ingratos, a excomuniones, a más cárcel y a otras desgracias. Le había pasado de todo.

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