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EC —Marcelo Estefanell es un estudioso de la obra de Cervantes, que hasta tuvo la osadía de reescribir el final de la novela que protagoniza el Caballero de la Triste Figura.
(Audio Vencidos, por Joan Manuel Serrat)
EC —No te resultan indiferentes este poema y esta canción.
ME —No, para nada. El gran León Felipe, musicalizado extraordinariamente bien por Serrat.
EC —La iniciativa fue de un oyente, Abel, que hoy temprano nos mandó la idea de que esta música formara parte de la entrevista.
DQ —Cervantes decidió escribir una parodia de las novelas de caballería cuando ya casi nadie las leía. O sea que esa novela, de la que después se ha dicho que nació toda la literatura moderna, surge de un gesto de osadía. Pero ya han pasado cuatro siglos y el Quijote sigue encabezando la lista de los clásicos. ¿A qué le atribuís este interés y esta vigencia que se han mantenido tanto tiempo?
ME —En mi manera de verlo, Cervantes logra que su personaje central sea el personaje de la época, o sea, un lector. El libro era el objeto extraordinario y novedoso, pese a que la imprenta se había inventado 120 años antes, el libro como medio de difusión de historias y de literatura tenía muy poco tiempo. Estoy seguro de que así como hoy decimos “el nene está todo el día mirando la tablet, va a terminar loco”, en esa época era el lector el que corría riesgo de locura. Y el personaje central es un lector.
EC —Es impresionante eso, a alguien se le secó el cerebro de tanto leer.
ME —En mi época era de tanto ver la tele, después Internet, y ahora son las tablets. Y quién sabe en qué vamos a poner en el futuro la causa de alienación.
Recuerdo que hace muchos años una vez en tu programa, Emiliano, hablaban de Los Simpson. Salía creo que la temporada 20 y recuerdo que en una tertulia empezaron a hablar mal de Los Simpson, Carlitos Maggi entre otros, y yo me enojé mucho y te escribí. Porque para mí el éxito de Los Simpson es el mismo en esencia que el de el Quijote, creo que [Matt] Groening es muy cervantista en varios sentidos. Uno, que el principal personaje de Los Simpson son los televidentes, es una familia televidente, y Alonso Quijano el Bueno es un lector. Y ese juego de espejos que inaugura la novela moderna de Cervantes que hace que el mismo autor está dentro de la novela y adentro de la novela hay otra novela, como El curioso impertinente, u otra que escribió él aparte, El cautivo de Argel. O incluso él mismo en la segunda parte se va encontrando con personajes que ya lo leyeron… En Los Simpson pasa igual, ellos son un dibujo animado que miran un dibujo animado, personajes reales están dentro de la historia, en cada capítulo aparece un personaje real. Y se burlan de todo, tienen la misma sintonía de humor que Cervantes. Creo que la vigencia está ahí.
EC —Pese a que las novelas de caballería como tales ya no existen, en la propia época de el Quijote ya estaban abandonadas.
ME —Sin embargo hoy tenés Game of Thrones, que es un éxito rotundo, y en esencia la fantasía que tiene, las cosas imposibles que suceden es la misma de las novelas de caballería. Cuando don Quijote sostiene que él tiene un bálsamo y le dice a Sancho “si mañana en una batalla me cortan por la mitad, yo tengo la pócima, el secreto”, y Sancho, con toda la prosa y su sentido común, le dice: “Pero deme la fórmula, mi señor”. Y se hacen ricos, la venden después para curar a todo el mundo. Esto pasa en esas secuencias. Matrix, ¿qué es Matrix si no son caballeros modernos cibernéticos que vencen la gravedad, vencen el espacio, el tiempo? Don Quijote dice en una parte que a él no le extraña nada que un caballero sobre una nube vaya de un país a otro a librar una batalla y a liberar a una cautiva. Se cree toda la ficción.
Ese es el mayor pecado para mí cuando uno se enfrenta al arte, en general o a un género en particular: creerse que lo que está observando o lo que lee es cierto. Ese es el pecado de Alonso Quijano el Bueno. Por eso creo que el lector a su vez se conmueve al leerlo. El lector de la época lo toma como era, un gran humor. En la segunda parte don Quijote le pregunta al bachiller Sansón Carrasco “¿qué dicen de mí?”, cuando se entera de que existe la primera parte, que todo el mundo la pondera; algunos le critican que se trate de don, porque él es un hidalgo. Pero después dice que en las cámaras de los príncipes los pajes la leen, los niños se ríen y que a cada caballo que ven por ahí ya le ponen Rocinante.
DQ —Además, en esta cuestión del lector hay una cuestión interesante, que es otro de los hallazgos de Cervantes, y es que él crea un personaje con una vida que se escribe a medida que es leída. Al final de un capítulo, por ejemplo, dice: “Esto lo van a leer al comienzo del siguiente”. Y a partir de que decide salir al mundo en busca de experiencia, comienza la novela. Pero después, ¿con qué se enfrenta el lector en el Quijote?
ME —Con un mundo, con un cosmos se enfrenta. Porque se enfrenta con otras historias, se enfrenta con campesinos, con prostitutas, con señoritos, con otros personajes de la clase acomodada que juegan a que son pastores –está la novela pastoril adentro–, y él mismo, don Quijote, cuando viene derrotado de Barcelona por el Caballero de la Blanca Luna, está en penitencia por dos años después de practicar la caballería y tiene que volver a su aldea, va pasando por un prado donde en una historia anterior se habían cruzado con una boda y gente que estaba jugando a que eran pastores y le dice a Sancho en un lapsus de esperanza: “¿y si nos hacemos pastores, Sancho?”. Entonces en vez de jugar a que son caballeros, juegan a que son pastores. Se entusiasma, le pone nombre, van a ser Sanchino y Quijotés, y van a buscar unos perros y a invitar al cura, al bachiller Sansón y al barbero a ser pastores.
Por eso es que yo cuando me atrevo a hacer otra novela hago de cuenta que él no murió, que jugó a que era pastor, estuvo dos años en penitencia y a los dos años vuelve a ser caballero con los perros que le sobraron de cuando fue pastor.
Lo que lamento es que una novela tan genial, que ha generado tantas obras además, ballet, música, poesía –lo que acabamos de escuchar de Serrat y León Felipe–, esculturas, pinturas, no sea leída. Es muy editada pero poco leída…









