
DQ —Incluso se la asignan a Lope, por ejemplo.
ME —Sí, y a Tirso de Molina, a Juan Vives. Pero a ciencia cierta no se sabe. Entonces él se está muriendo, está muy enfermo, a tal punto que cuando termina Los trabajos de Persiles y Segismunda, su última novela –que publica su viuda después–, y se la dedica al conde de Lemos otra vez, ya le dice que se está muriendo, ya está con un pie en el estribo. Dice “es un adiós para siempre”, y cuatro días después se muere. O sea que entre que publica la segunda parte de el Quijote y su muerte pasan apenas cuatro meses.
Entonces dije: el mejor homenaje que le puedo hacer a Cervantes es resucitar, a mi antojo, como él también hizo con otras novelas de caballería, inventar la cuarta salida y que muera combatiendo, como un caballero. La ficción me permitió que combata hasta con el Quijote falso, se enfrentan los dos Quijote, están los dos iguales, los dos con el mismo caballo, el mismo escudero. Me permitió jugar como él, seguir el juego cervantino. Porque él propone un juego.
EC —¿Se animan los oyentes a ir en busca de ese libro? Me parece que los dejaste bastante enganchados.
ME —Alguno quedará por ahí.
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EC —Hablando de Cervantes, del Quijote en Uruguay, de homenajes, de ecos en el arte de nuestro país, Nicolás nos manda un correo recordando que en Montevideo hay un mural en un edificio de viviendas realizado nada menos que por Edgardo Ribeiro, que muestra al Quijote y a Sancho Panza. Nos manda la foto. Es un edificio ubicado en bulevar España y Ellauri.
ME —Precioso, edifico El Quijote, hecho con mosaicos, bellísimo.
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Transcripción: María Lila Ltaif









