
RA —Recordemos cómo se llegó a la batalla de Carpintería.
LHL —Rivera había sido el primer presidente constitucional y claramente era el héroe de la independencia. Se había asociado con los brasileños, después los combatió, los venció en batalla, y generó, a través de la invasión de las misiones, la situación política en 1828 para que el Uruguay fuera un país independiente. Era totalmente razonable y justo que Rivera fuera el primer presidente constitucional. Sin embargo Lavalleja le hace tres o cuatro revoluciones, promovidas por Buenos Aires.
Aquí no hay un juicio de valor de que Lavalleja u Oribe estuvieran a disposición de Buenos Aires, es un hecho histórico, eran dos concepciones platenses. Una concepción de independencia claramente identificada en Rivera, que es el único que pelea con todos; no lo digo yo, lo dice un historiador blanco, Lincoln Maiztegui Casas: Rivera peleó con Artigas contra los españoles, peleó contra los porteños, peleó contra los lusitanos, contra los brasileños. En cambio Oribe y Lavalleja tenían otra concepción.
Esas revueltas significaron que la primera administración constitucional del país fuera muy complicada, porque era un país inestable, con una Constitución hipotética, donde lo que valía más era la comandancia de la campaña, que Rivera quería mantener. Y justamente este es el factor de la revuelta en el gobierno de Oribe: Oribe le retira a Rivera el mando de la comandancia de la campaña.
RA —Después de la primera presidencia de Rivera viene Oribe y se da una especie de revisionismo de la primera administración de Rivera.
LHL —Exacto, cosa que Rivera no admite. Y además hay claramente una interferencia del gobierno de Buenos Aires para dividir a las tropas orientales. Rosas quería quedarse con el Uruguay, así como quería quedarse con el Paraguay, sobre esto no hay discusión histórica posible. Entonces Rivera representa la encarnación del Uruguay como nación independiente, y eso es lo que hace que se termine en la batalla de Carpintería, que fue el inicio, el prólogo de la famosa Guerra Grande, que durante tantos años después dividió a los orientales.
NB —¿Cuál es el mayor legado de Rivera? Pienso en algunos aspectos que usted señalaba, por ejemplo ese de que ha sido acusado de traidor a la causa artiguista.
LHL —Es el más artiguista de todos. Pacta con Lecor a costa de que Lecor mantenga el Reglamento de Tierras del año 15 de Artigas, el reparto de tierras a favor de los más débiles. Artigas prefería a Rivera, pero además Rivera es el más artiguista de todos. Fue el que tuvo una posición más independiente respecto a Buenos Aires. Su administración a veces es criticada porque las cuentas públicas no eran muy prolijas, pero era una época de guerra y de inestabilidad política.
NB —Se lo acusaba de tener una manera de administrar y confundir la cosa pública con la privada, en un momento en que el Estado estaba naciendo.
LHL —[…] Incluso después hubo investigaciones contra él que dejaron claro que sus cuentas eran muy claras. Lo que estaba mal eran las finanzas públicas, porque era un país en guerra. En todo caso, Rivera deja dos legados que me parecen principalísimos para la República. Uno es la libertad política, que defendió siempre, y la defiende a través de la libertad de prensa. En plena guerra hace un decreto que dice que está garantizada la libertad de prensa, incluso para criticarlo a él, y que si alguien quiere criticarlo que lo haga que no va a recibir ninguna pena ni ninguna severidad del Estado. Para un país naciente, con una Constitución naciente, es un legado político formidable que no hemos valorado mucho.
Rivera era el hijo auténtico de la revolución de 1811, era el tipo que tenía un sentido más liberal. Oribe en cambio tiene un sentido restaurador, después de la revolución del 11 hay un intento de restauración, que Rosas representa claramente, de imponer el orden, de imponer la ley, de imponer el peso de la administración. Oribe era mucho más un militar que un político, y don Frutos era el caudillo, la gente lo seguía, pedía por él. Creo que este nacimiento popular del PC es de enorme importancia.
Y el segundo legado es el sentido del deber. Cuando Rivera se queda acá, en 1820, lo hace porque tiene un proyecto y lo quiere servir. Él sabe que va a ser malinterpretado por algunos sectores de la sociedad, su vinculación con los lusitanos y luego brasileños, sabe que va a pagar un costo político por eso. Pero este sentido del deber, que luego sociólogos y moralistas han llamado la ética de la responsabilidad, es una línea que cruza la historia del PC desde 1820 hasta 2005. En los gobernantes colorados siempre han prevalecido el cumplimiento del deber y la ética de la responsabilidad frente a los factores de la opinión pública, a veces sabiendo que iban a contramano de la opinión pública, pero han sido leales a lo que entendían que había que cumplir y resolver.
Esto nos pasó siempre, nos pasó con la transición democrática y las amnistías, le pasó al presidente Batlle en la crisis del año 2002 y le pasaba a Rivera cuando se quedó prácticamente solo a defender el terruño. En contra de Buenos Aires, Artigas ausente, solo con la gente y diciendo “este es mi camino y aquí estoy”. Creo que esa actitud fundacional de don Frutos ha marcado la historia del PC a lo largo de casi dos siglos.
RA —Tengo un mensaje de un oyente que dice: “Decir que Fructuoso Rivera fue el más artiguista no es acertado. Exterminó los nativos, entre otras atrocidades”.
LHL —No es así. Hubo un enfrentamiento con bandas de charrúas y grupos de bandoleros, pero no fue un genocidio, como ha querido verse. Por el contrario, en Salsipuedes, según el parte oficial de Artigas, mueren 40 indígenas, pero 300 de ellos son tomados prisioneros. Claramente no es un genocidio. Además Rivera no tenía prejuicios raciales o sociales; por el contrario, era un hombre muy integrado a la comunidad.
NB —Algunas de las cuestiones que se le achacan es que en ese episodio lleva incluso a indígenas con los que había combatido en algunas de las campañas militares.
LHL —Eso es leyenda, hay una leyenda de que los traiciona. Es un enfrentamiento armado que viene de mucho antes, el abuelo de Artigas ya peleaba contra los charrúas y los bandoleros para poner orden en la campaña. Lavalleja lo hizo antes que Rivera. La propia creación del Cuerpo de Blandengues tiene que ver con este hecho de ordenar la campaña. Los guaraníes se habían venido integrando a la sociedad criolla, pero los charrúas no, eran bandas imposibles de dominar. Hubo una guerra, que es un tema distinto, hubo un enfrentamiento armado. Pero si en Salsipuedes mueren 40, luego los charrúas siguen actuando y matan a Bernabé, quiere decir que genocidio no hubo. Y 300 fueron traídos a Montevideo a ser “cristianados”, según la expresión de la época, porque lo que había era una lucha entre una sociedad criolla creciente y grupos de indígenas. Pero eso no es un genocidio y una persecución. Son factores distintos, que hay que tener muy en cuenta, porque hay todo un charruismo romántico, absolutamente ahistórico, que nada tiene que ver con los datos antropológicos que los historiadores han venido aportando y que demuestran claramente que no hubo tal genocidio.









