
RA —¿Qué lectura se está haciendo en cuanto al origen de esta caída en otros aspectos? Algunos análisis van por el lado de que uno de los argumentos que pueden estar detrás es el episodio de enfrentamiento con el Ejército que se dio, la polémica coronada con la dimisión del jefe del Estado Mayor. ¿Lo ves así?
RM —Allí hubo una crisis, pero no estoy tan seguro. Los medios le han dado mucha importancia, pero yo no estoy tan seguro de que sea el elemento fundamental en la percepción de la ciudadanía en general. Esa crisis fue provocada por el jefe de Estado Mayor haciendo un comentario crítico en una comisión parlamentaria sobre el presupuesto de Defensa, con lo cual el presidente salió inmediatamente a desautorizarlo y a decir “acá el que manda soy yo”. Son esos gestos que en Uruguay cada tanto nos gustaría tener, dicho sea de paso, en situaciones análogas y de expresión pública de los militares bastante menos discretas que la que motivó esta crisis.
RA —Quizás se vio como muy autoritaria la respuesta de Macron.
RM —Esos fueron los comentarios de prensa; insisto, no estoy tan seguro de que esa sea una percepción tan generalizada. Evidentemente no es mi percepción, yo apruebo un gesto de esa naturaleza, pero mi opinión en este caso no tiene la menor importancia. De todos modos, los asuntos en los cuales Macron ha tenido un éxito relativo en estos meses no son aquellos que más les importan a los franceses. Y se avecina, aunque todavía no se conoce exactamente cuál es el contenido, la prueba de fuego fundamental en el próximo mes en términos generales, que es la reforma laboral. Mucha gente está empezando a ver que esa reforma laboral va a ser dura, creo que allí también hay un elemento de inquietud.
RA —Otro de los argumentos que se dice que pueden estar incidiendo y que tú mencionabas al principio es la falta de cohesión o de experiencia de los representantes de su movimiento. ¿Cómo está jugando eso y qué se ha visto en la práctica, cómo se los ha visto en la cancha? Cabe recordar cómo fue la elección para el Parlamento, esa especie de selección de personal que hizo Macron.
RM —Sí, hubo una serie de episodios que tampoco son tan sorprendentes, en la medida en que la mitad de la bancada está compuesta por gente que nunca había tenido ningún tipo de experiencia política, cuando llegaron al Parlamento no tenían la menor idea de cómo funcionaba. Con lo cual hubo una serie de disfuncionamientos allí que tuvieron mucha notoriedad y que son el precio a pagar por esa decisión de renovación de su personal; más que de su personal, del personal, porque él antes de eso tampoco tenía a nadie como candidatos. Efectivamente, allí hubo una serie de interferencias, de suciedad en el procedimiento y en el tratamiento de algunos temas que dio una impresión –justificada, porque de hecho es así– de amateurismo, de tener allí un montón de gente que por el momento son más aficionados que otra cosa. Evidentemente, a medida que pase el tiempo eso se irá –uno supone– puliendo y el aprendizaje de la actividad parlamentaria fundamentalmente irá ganando a los novatos. Creo que eso sí puede haber tenido un efecto de decir “está muy bien todo esto de la renovación, pero tampoco son todas maduras”. Algún verde hay en torpezas, en declaraciones un poco extrañas en algún momento, y sobre todo en el procesamiento de la tarea parlamentaria.
RA —En lo que tiene que ver con su equipo de gobierno, con sus ministros, ya se dio la dimisión de cuatro por conflictos de intereses o de episodios que generaban dudas y que se daban de lleno con lo que fue el discurso de Macron.
RM —Sí, eso ocurrió a raíz de una denuncia que presentó una eurodiputada de extrema derecha. El partido de extrema derecha francés había sido denunciado por empleos presuntamente ficticios, de asistentes parlamentarios en el Parlamento Europeo que en realidad trabajaban para el partido en Francia. A raíz de esa denuncia, la extrema derecha, el Frente Nacional, respondió con otra denuncia que implicaba a exparlamentarios centristas, algunos de los cuales se habían convertido en ministros del gobierno de Macron en el período entre la elección presidencial y la elección legislativa. A raíz de esa denuncia se inició un proceso judicial y evidentemente era imposible mantenerlos en función del énfasis y de las promesas de limpieza y de moralización de la vida pública. Por supuesto que estas personas todavía tienen que recorrer el trámite judicial y se verá al final si las denuncias son verídicas. Pero en todo caso hay una jurisprudencia, por decir así: cualquier ministro que sea convocado ante la justicia tiene que renunciar, y ahí marcharon cuatro de un saque en las primeras semanas de gobierno.
RA —Otro de los episodios que se comentan dentro de sus primeros meses es el rol de la primera dama. El presidente había dicho que quería un rol remunerado y que cumpliese una función, pero hubo una recolección de firmas que finalmente hizo que echara para atrás en esa decisión.
RM —Sí, eso fue una ridiculez. La primera dama en Francia no existe, no hay una institución como tal, lo que existe es la persona que comparte la vida del presidente o de la presidenta cuando llegue el momento de elegir a una mujer. Pero no tiene ningún tipo de función oficial, no tiene estatuto particular y por lo tanto tampoco tiene remuneración. Macron quería construir algo de ese tipo en este caso, pero hubo una oposición muy fuerte, con recolección de firmas y demás, con lo cual dio marcha atrás parcialmente. Porque si bien ese proyecto de crear una primera dama oficialmente quedó por el camino, hace un par de días se publicó una especie de documento que define las tareas y las prerrogativas en este caso de la esposa del presidente. Quedó una cuestión a media agua en una iniciativa a mi juicio totalmente innecesaria y que puede haber tenido que ver con un cambio de percepción respecto de la personalidad del presidente.
RA —¿Cómo están condicionando al presidente a la hora de tomar decisiones estos aspectos que pueden estar incidiendo en la baja de popularidad y de aprobación de su gestión? ¿Cómo lo ves en ese sentido?
RM —Por ahora no aparece ningún condicionamiento. Sí tuvo como efecto la decisión de estos días –que no fue comunicada oficialmente pero que es muy nítida y ya empezó a ponerse en práctica– de un cambio en su estrategia de comunicación. Cuando llegó a la presidencia Macron había casi teorizado una suerte de prescindencia, de intervenciones muy esporádicas, de dirigirse a la ciudadanía muy cada tanto, de ser muy sobrio en la aparición en los medios, que no ha resultado. Aparentemente eso contribuyó a crear una sensación de distancia y el anuncio que se hizo ayer implica intervenciones un par de veces por mes en los medios, en particular en la radio, lo cual es muy interesante. El medio elegido –no el único, por supuesto–, el medio privilegiado para esto va a ser la radio, lo cual quizás merecería un análisis. Un presidente joven, que se supone que es del siglo XXI, en la época de las redes de comunicación social elige la radio.









