
RA —¿Se supo por qué optó por ese camino?
RM —Aparentemente es porque la radio –y eso creo que es una visión bastante acertada– es el medio de mayor proximidad y el que llega a un electorado más popular. Con lo cual parece retrotraerse a las charlas de Roosevelt en los años 40; la palabra es exagerada, pero se da una relación de mayor intimidad con el escucha a través de la radio, lo que permite crear un vínculo mejor, más cualitativo, con la población que la televisión o que otro tipo de medio, como las redes sociales y demás. Lo cual no quiere decir que no se vayan a utilizar, pero el centro estaría, por lo menos de acuerdo a lo que se anunció, en emisiones radiales.
RA —Pero más allá de esta aparición ahora y ese cambio de haber quedado medio distante a este tipo de contactos buscando más popularidad, ¿cómo ha sido el cambio o cuál ha sido el cambio respecto a lo que fue su estrategia de comunicación en la campaña? ¿Sigue dando efecto lo que había desplegado en la campaña electoral?
RM —Como te decía hace un rato, tiene más efecto fuera que dentro de Francia. No ha habido cambios sustanciales, salvo que evidentemente durante la campaña se lo veía más de lo que se lo ha visto desde que asumió. El estilo, el tono general no ha cambiado mucho, pero sí –por lo menos a estar a lo que marcan las encuestas– surte un efecto menor que lo que pudo haber provocado durante la campaña electoral.
Por otra parte creo que no conviene olvidar que el voto a Macron en buena medida no fue un voto de adhesión, sino un voto de rechazo a todo lo demás.
RA —Eso te iba a plantear, porque es otro de los elementos que pueden estar jugando a la hora de decir que cayó su popularidad. Capaz que no tenía una base tan amplia como se dijo al principio haciendo una lectura de la elección, sino que había muchos votantes que eran en contraposición a Marine Le Pen, claramente.
RM —Sí, e incluso antes en la primera vuelta. Hay que recordar cuáles fueron los resultados: Macron llegó primero en la primera vuelta, pero a un par de puntos de Marine Le Pen, con 24 % y 50 % de abstención. Es decir que el voto genuino de Macron es el 12 % del electorado. El sistema electoral lo que hizo fue amplificar todo eso: va a la segunda vuelta, llega a más de 60 % contra Marine Le Pen y por el sistema electoral obtiene la inmensa mayoría parlamentaria con la que se alzó en las elecciones legislativas. Pero si uno va a lo que fue su base electoral el año pasado, cuando estuvo en competencia con todos los otros candidatos, no es una base electoral muy amplia ni mucho menos. Es decir que en realidad tiene bastante más popularidad, tiene tres veces más popularidad que la gente que lo votó en primera vuelta. Insisto, también ganó en primera vuelta por un rechazo muy fuerte hacia el resto de la oferta política, y ni hablar que en la segunda vuelta una inmensa cantidad de personas lo votaron a él para impedir cualquier posibilidad de triunfo o de un porcentaje demasiado alto aunque perdiera de la extrema derecha. O sea que tampoco es que haya una caída tan abrupta. Sí la hay si se mide con lo que era su popularidad en el momento de asumir, sin duda, pero si uno lo ve en los números duros de adhesión, no es una cosa que sorprenda fundamentalmente.
***
RA —Se viene el gran proyecto del novel mandatario que es la reforma de las relaciones del mercado laboral. ¿Se espera un setiembre caliente en las calles?
RM —Sí, probablemente. Ya están anunciadas movilizaciones por lo menos para dos fechas, el 12 de setiembre algunas centrales sindicales –en Francia hay por lo menos cinco, si no más, tal vez seis o siete centrales distintas– se van a movilizar contra esta reforma y el 23 de setiembre la izquierda convoca a una movilización. Esto será unos días después de que se conozca efectivamente el contenido de la reforma laboral, lo que está anunciado para el 31 de agosto. La semana que viene se va a hacer público el contenido de esta reforma que sigue un proceso particular, es una reforma por ordenanzas, como se la llama. El Parlamento autoriza por ley al Poder Ejecutivo para gobernar en un tema específico por medio de ordenanzas, y una vez que esas ordenanzas se aprueban en consejo de ministros –lo cual está previsto para el 20 de setiembre–, eso vuelve al Parlamento, que ratifica en otra ley lo dispuesto por el Poder Ejecutivo. No existe debate parlamentario sobre el contenido, y esto, que es un procedimiento que existe en la Constitución, se eligió para que los tiempos fueran más cortos. Ha habido rondas de discusión –no de negociación, sino de consulta y de discusión– con sindicatos, patronales y trabajadores y han empezado a aparecer algunos elementos, pero sin demasiada precisión. Lo que sí se conoce es la orientación general.
RA —Eso te iba a preguntar, por lo menos en grandes líneas, sin tener los detalles, ¿a qué responde o cuál es la línea de orientación y en qué contexto se da desde el punto de vista del empleo en Francia, que ha sido un problema en los últimos años?
RM —He escuchado varias veces en debates que se han dado en Uruguay en los últimos días a raíz de la reforma laboral brasileña una comparación con el caso de Francia. Merece una precisión: sea cual sea el contenido, no va a ser una salvajada como lo de Brasil, pero la inspiración de fondo tiende a cosas parecidas. Básicamente se trata de una liberalización, de una desregulación y de lo que eufemísticamente se llama flexibilización del mercado de trabajo. En pocas palabras: se va a poder echar más fácil de lo que se puede hasta ahora, las negociaciones –no todas, pero fundamentalmente– van a pasar a nivel de empresa y no de rama de actividad –es decir que el nivel de la empresa va a prevalecer sobre el acuerdo de rama–, y detalles más técnicos que tienen que ver con poner un techo a las indemnizaciones por despido y rebajar en alguna medida los seguros de paro, etcétera. Es una reforma que en términos generales evidentemente no va a mejorar las condiciones de los trabajadores; eso no quiere decir que todos los trabajadores estén en contra, porque hay divergencias entre las centrales sindicales, algunas se oponen radicalmente, otras llevarían algunas de las medidas e intentarían moderar el impacto de otras. Todo eso está en proceso en este momento, en las últimas semanas, y va a seguir hasta el 31 de agosto en este sistema. Una vez que se haga público se abrirá otro tipo de debates ya a partir del contenido concreto y específico.
En términos generales, desde el punto de vista del gobierno es completar lo que hizo el gobierno anterior bajo la presidencia de François Hollande en 2016, que ya había reformado el mercado de trabajo en una iniciativa de ley, que terminó siendo aprobada, que fue muy discutida, que tuvo una oposición muy fuerte en el Parlamento y en la calle, y cuyo autor intelectual había sido Emmanuel Macron. A esa ley le sacaron una serie de cosas, porque iban demasiado lejos y porque no había posibilidad, no había espacio político para llevarlas adelante, y en cierto modo lo que está haciendo Macron ahora es recuperar aquel descarte de la ley que fue aprobada para completar lo que había sido su proyecto original.
Habrá que ver en qué consiste concretamente. Pero en términos generales la orientación es la que decía recién, lo que los partidarios de esta reforma califican como un desbloqueo, como una flexibilización, y que los opositores a la reforma califican como una precarización y un debilitamiento de las organizaciones sindicales.









