
EC —Recuerdo que en la última entrevista que tuvimos tú mencionabas un caso en particular, nos contabas sobre un trabajo que venían desarrollando en torno a la esclerosis lateral amiotrófica, esa enfermedad que se hizo famosa hace poco tiempo por la campaña mundial aquella del balde de agua fría. Tú nos contabas de avances muy provisorios que habían obtenido en el desarrollo de algunas moléculas en modelos animales y que se preparaban para dar nuevos pasos. ¿Cómo ha seguido esa historia en especial?
RR —Ese es un proyecto muy interesante, un proyecto interdisciplinario que sigue la línea de trabajo del Ceinbio, porque es un proyecto que desarrollamos en colaboración entre distintos departamentos de la Facultad de Medicina, en particular nuestro Departamento de Bioquímica y el Departamento de Histología, y por otra parte el área de neurobiología del Instituto Pasteur de Montevideo. Ahí potenciamos capacidades nacionales en neurobiología y en bioquímica aplicada a la neurobiología. El proyecto sigue avanzando, no a la velocidad que queremos, en buena parte por las limitaciones económicas que hoy tiene la ciencia en el Uruguay.
Pero realmente es un proyecto que está avanzando, estamos caminando, se está formando gente, hemos continuado entendiendo cómo empiezan a alterarse las motoneuronas y a degenerar durante el proceso de esclerosis lateral amiotrófica y la aplicación de moléculas que modulan ese daño oxidativo. Todavía no hemos podido avanzar hacia la aplicación en humanos. Eso tiene complejidades desde el punto de vista de lo que es armar protocolos de investigación en humanos en cualquier parte del mundo y en Uruguay en particular, y también por los costos asociados a la investigación en humanos.
De forma que todavía estamos en una etapa de transición y este es un claro ejemplo de la necesidad que tiene la comunidad científica nacional de poder dar pasos más ambiciosos, para lo cual es necesario un apoyo a los proyectos de investigación desde el punto de vista económico un orden de magnitud más arriba de lo que tenemos hoy. Ahí tenemos un problema que no viene tanto de lo técnico sino de lo que tiene que ver con la financiación de la ciencia.
EC —Concentrémonos en lo que se viene este fin de semana. Ubiquemos en primer lugar cuál es la importancia de la NAS, una institución fundada en 1863. ¿Qué funciones cumple?
RR —Fue fundada por Abraham Lincoln, inicialmente como una institución de apoyo científico-tecnológico en particular al Gobierno de los EEUU. Con el tiempo fue acrecentando sus funciones y a nivel de los paneles internacionales de academias de ciencias cumple un rol bastante importante en la coordinación de actividades entre otras cosas de fenómenos globales, a nivel planetario, como cambio climático, presente y futuro de los océanos, enfermedades emergentes. Entonces hay una parte que tiene que ver con el aporte de la ciencia y la tecnología a fenómenos internos de EEUU, y también, mediante la interacción con el resto de las academias y con la incorporación de académicos extranjeros, la posibilidad de generar puentes de estudios que van más allá de los problemas locales.
EC —¿De quién depende la NAS?
RR —Es una institución que es independiente del Gobierno, básicamente se rige por sus propias normas, pero recibe permanentes consultas y encargos de informes, proyectos, tanto del Gobierno como de instituciones privadas. Hoy básicamente es una institución autónoma, aunque tiene fuertes conexiones con el Gobierno de EEUU, y luego tiene toda una parte editorial. La revista oficial de la NAS, la Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS), es una de las revistas, junto con Science y Nature, que de alguna forma van marcando agendas científicas y todo el mundo que hace buena ciencia quiere eventualmente poder contribuir a ella.









