
EC —¿Y cómo es eso de que, además de los propios científicos de EEUU, tiene también investigadores asociados de otros países?
RR —Eso por un lado es una forma que tiene la comunidad científica norteamericana –y es algo que hacen todas las academias de ciencias a nivel mundial, incluso la uruguaya–, tiene asociados extranjeros para abrir el panorama de la ciencia a otros países, a otros aportes, a otras miradas, y a la colaboración científica internacional. La internacionalización de la ciencia es un concepto muy bien consolidado, hoy y siempre un porcentaje de investigadores asociados extranjeros en las distintas academias de ciencias aportan elementos que van desde lo cultural hasta lo temático, hasta una visión más global de lo que está pasando en el mundo y posibles aplicaciones nuevas de lo que se está haciendo. De forma que siempre en las academias de ciencia hay un porcentaje de investigadores asociados extranjeros, y no es una excepción la de EEUU, aunque el número es minoritario frente a los investigadores locales.
EC —El proceso de selección de los nuevos miembros no parece muy simple, es bastante exigente. ¿De qué manera se hace?
RR —El proceso de selección de nuevos miembros locales y extranjeros es un proceso confidencial que se dispara a punto de partida de la nominación de nuevos posibles académicos por integrantes pertenecientes a la academia y por lo que se llaman las seccionales de la academia. En el caso de la NAS tiene 31 seccionales, a mí me toca trabajar en la 21, que es Bioquímica. Después de que esos nominados aparecen en una primera etapa, hay múltiples etapas de análisis, selección y descarte que van disminuyendo el número de nominados hasta llegar a la última instancia, que es la asamblea general; de hecho el próximo martes 2 de mayo se votarán los académicos que ingresarán en 2016. Después de haber pasado por todos los comités y haber llegado a los números finales de académicos que se admiten por año, es la asamblea general quien los termina votando. El proceso es absolutamente confidencial, ningún académico que es nombrado lo sabe antes del proceso. Y es muy bueno que sea así, porque hay muchos nombres en danza al comienzo, dado que el proceso de selección es muy exigente y los números van disminuyendo dramáticamente desde el comienzo hasta el final. En mi caso por ejemplo me enteré de mi elección el día mismo que me llamaron en una asamblea del año pasado.
EC —¿No tenías ningún runrún, no te había llegado esa posibilidad?
RR —No, no realmente. A nivel de comentarios, bromas, muchas veces ocurre, “vos estás preparado para esto, para lo otro”, pero no más allá de eso. Realmente la confidencialidad, por un tema de respeto a las personas, es algo que se mantiene muy firmemente y creo que es muy sano que sea así. Lo mismo pasa en un lugar mucho más chiquito y mucho más reciente con el proceso de nominación de académicos que es la ANCIU. Los procesos que hemos realizado también tienen la máxima confidencialidad.
EC —Y en tu caso, ¿por qué pensaron en tu incorporación?, ¿de dónde viene la vinculación, el nexo?
RR —Evidentemente la sección que empujó mi ingreso fue la sección 21, la sección Bioquímica, hasta que eso llegó a la asamblea general. El comunicado dice básicamente que es por los aportes que hemos hecho hacia el entendimiento de cómo los procesos oxidativos participan en el desarrollo y la progresión de la patología humana.
EC —¿Tú has estado trabajando con científicos de EEUU o instituciones de EEUU? ¿Por dónde te conocían?
RR —Para empezar, desde el año 89 hasta el 92, luego de haberme recibido en Uruguay, hice mis estudios posdoctorales en la Universidad de Alabama, en Birmingham, en el sureste de EEUU, donde todavía mantengo una posición como profesor asociado. Tengo vinculación muy intensa con otras dos universidades, en Vanderbilt University en Nashville y en la Universidad de Pittsburg, en Pittsburg. Además he participado muy activamente en distintas organizaciones científicas, habiendo tenido que participar además en el comité ejecutivo de varias de ellas, y anualmente participo por lo menos en dos o en tres eventos internacionales. De forma que a partir de mi formación posdoctoral en EEUU se fue generando una red de colaboraciones y colegas con los que interaccionamos en forma muy frecuente. Y luego tuve la suerte de tener financiación por más de 20 años de los institutos de salud nacionales de EEUU, los National Institutes of Health, y de la Fundación Howard Hughes, que también apoyó nuestra investigación en Uruguay por más de una década. O sea que sí, que los vínculos académicos han sido intensos.









