
EC —Pero lo plantea en condicional, sería; yo le pregunto quién ocupará ese cargo si usted es el presidente de la República.
ET —Acabo de responder, reitero mi respuesta: vamos con el cuaderno abierto, no nos reservamos ningún cargo…
EC —No se reserva ni siquiera el Ministerio de Economía.
ET —Ninguno. En política hay muchas cosas son usuales. Recuerdo que el doctor Jorge Batlle me decía: “Mire, Ernesto, a usted le van a decir todo el tiempo que usted no entiende nada de política; y yo le voy a decir una cosa: usted no entiende nada de política, no entiende nada de cómo se hace política. Pero lo que usted entiende pero todavía no sabe que entiende es cómo se va a hacer política. Quédese tranquilo, eso lo entiende”. Me lo tomé en serio. Así que no es usual que un candidato a presidente no se reserve ministerios.
EC —Pero yo pensé que este sí se lo reservaba.
ET —Son tiempos enormemente complejos para el país. Estamos en una decadencia brutal, si no pegamos un golpe de timón vamos a perder el Uruguay como lo hemos conocido. Así que son tiempos de generosidad, de nobleza, de patriotismo, de miras grandes. Vamos con el libro en blanco, vamos a armar el mejor equipo posible. Hay gente muy valiosa en los partidos. Voy a trabajar hasta el 27 de octubre para que el PC y el PN –ojalá también el PI, creo que es importante que sea parte de esa coalición– tengan más del 50 %. Porque el país precisa transformaciones de tal envergadura que precisa gobernabilidad, y la gobernabilidad depende de dos cosas fundamentales. Primero, del número de personas que están sentadas a la mesa; cuanta más gente, más difícil es entenderse, si hay dos es mucho más fácil entenderse que si hay tres, y es muchísimo más fácil con tres que con cinco. Queremos que sean dos, tres. Y la gobernabilidad también depende de la afinidad entre quienes están sentados a la mesa. Cuanta más dispersión en cuanto a la visión de país y el proyecto, más difícil ponerse de acuerdo.
El país tiene decisiones muy importantes que tomar. Les pido que, aunque estén frustrados, aunque estén enojados, que cuando llegue la hora de votar les den el crédito a partidos que tienen trayectoria, que tienen historia, que tienen programa, que tienen proyecto, que tienen equipo y que por ende les dan estabilidad y gobernabilidad a los sistemas democráticos. Si pulverizamos el sistema de partidos con modas circunstanciales, porque estamos enojados, porque estamos frustrados, lo único que vamos a hacer es dificultar la gobernabilidad. Y les aseguro que si la gobernabilidad se dificulta a partir del 1.º de marzo, el país no va a poder encarar las transformaciones que tiene que encarar. Así que vamos a trabajar para tener más del 50 %. De hecho, en la última encuesta de Cifra el PN más el PC tienen 47 %; un empujoncito más y se llega a una mayoría propia, se puede conformar un gobierno de relativamente pocos que tienen afinidades obvias, que no son tan obvias con otros partidos.
RA —Usted señala las certezas que puede dar una coalición de gobierno de la oposición. Sin embargo el FA remarca lo contrario, la experiencia indica que a veces en los ciclos electorales cuando falta poco tiempo o se aproximan las siguientes elecciones esas alianzas se rompen, cada uno busca marcar su posición política. También desde el FA señalan que no hay del todo sintonía entre los programas de gobierno del PN y del PC. ¿Qué responde a ese planteo?
ET —Simplemente para ilustrar: en el FA la dispersión va desde aquellos que piensan que Venezuela y Cuba son democracias originales, pintorescas, formas alternativas de organizar la vida democrática, hasta los que ahora dicen, por fin, que son dictaduras. Ese es el espectro que tenemos en el FA y estos sectores son parte de una coalición política formal que ha gobernado con dificultades juntos. La dispersión que hay entre los partidos de oposición con trayectoria, el PC, el PN y el PI, es infinitamente menor, hay muchas más coincidencias en cuanto al proyecto de país y cómo llegar a ese proyecto que las que hoy existen en el FA. Así que creo que es perfectamente viable construir un proyecto común en el que la impronta la va a marcar el que lidere la coalición. La gente va a tener que elegir qué proyecto, qué programa, qué equipos, qué elencos políticos, técnicos, profesionales, qué liderazgos quiere que conduzcan esa coalición que va a reemplazar a la que hoy nos gobierna.
PR —Desde que terminó el auge de los commodities a fines del 2014 la economía uruguaya entró en un período de crecimiento muy modesto. Desde 2015 para acá el crecimiento del PBI per cápita en Uruguay va a ser levemente inferior a 1,5 %, un ritmo de crecimiento que se compara con el promedio del siglo XX, que creo que todos los economistas estamos de acuerdo en que fue pobre. Con lo cual estamos con una economía que crece poco. Es evidente que el cambio de contexto internacional es parte de la explicación de la desaceleración de la economía uruguaya, el fin de los commodities y también el mal desempeño que hemos visto en Argentina y Brasil. Pero en Deloitte pensamos que ese desempeño pobre de Uruguay también recoge que la economía uruguaya fue acumulando una serie de desequilibrios macroeconómicos propios. Tenemos una situación de atraso cambiario o falta de competitividad, un déficit fiscal que está en torno de 5 puntos del PBI, una reticencia de las empresas a contratar que está implicando que el desempleo esté en torno de 9 %, que es superior a lo que vimos en los primeros años de la década del 90, está más en el promedio de aquella década.
Entonces, en términos generales, ¿cuáles van a ser los ejes de la política macroeconómica a partir de 2020 si usted llega al gobierno?
ET —Entre 2004 y 2014 era un bollo manejar la economía, pasó lo que no había pasado en 70 años: que los precios de los commodities, de los productos agropecuarios que el país produce y vende, valían oro, 600 dólares la tonelada de soja, que hoy vale 280; 50 centavos el litro de leche, que hoy está a 28. Los capitales venían huyendo del norte después de la crisis para comprar tierras, propiedades, empresas, instalar nuevos negocios. Era todo una ebullición extraordinaria que tuvimos nosotros, Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, Colombia, Perú, todos, salvo los que decidieron arruinar deliberadamente su economía, que fueron los venezolanos. A los demás nos fue a todos muy bien, incluso a los Kirchner les fue muy bien, crecieron 6 % por año entre 2004 y 2014. Era un bollo: crecieron los ingresos, la producción, el empleo, bajaron el desempleo, la pobreza, la indigencia. ¿Por qué no reconocerlo? Es la verdad. No pasaba desde los años 50. Era abrir las alas y que el viento te llevara, lo hubiera hecho cualquiera.
Pero eso no es lo habitual en la vida de los países, lo habitual es manejar la escasez. Y eso fue lo que nos pasó cuando llegamos al pico del 2014. ¿Qué pasó? El guion habitual. En el boom, en la bonanza más extraordinaria, el Estado gastó como si no hubiera mañana, como si la soja toda la vida fuera a valer 600 dólares. ¿Y qué pasó? Cuando se frena la economía se abre un boquete fiscal enorme. La reacción instantánea: subimos impuestos, subimos tarifas de servicios públicos –gasoil, electricidad– arriba de los costos de producción, en una economía que venía frenándose. Le queremos poner impuestos a una economía que se está frenando. Como eso no alcanza, salimos a pedir prestado, salimos a pedir dólares prestados, los vendemos en plaza para pagar el presupuesto, tenemos un dólar poco competitivo, endeudamiento, atraso cambiario, falta de competitividad, falta de rentabilidad, asfixia de la producción, pérdida de empleos –se perdieron 60.000 empleos en el trimestre terminado en junio de 2019 respecto a junio de 2014– y los proyectos nuevos de inversión cayeron 25 %. Esa es la realidad en la que estamos. Y mucho de esta realidad tiene que ver con los desequilibrios que se acumularon que no se veían durante la bonanza. Así que eso es lo primero que vamos a tener que corregir, porque ese desequilibrio es la madre de muchos de los problemas que hoy impiden que el país reactive su aparato productivo.
PR —Queda claro que hay una estrategia que tiene que ver con la resolución de lo fiscal. Pero en términos concretos, ¿cómo piensa recomponer la competitividad? ¿Es solo un tema de ajuste fiscal o se prevén cambios en la política monetaria, en la forma de conducción de la política monetaria? En una entrevista en Búsqueda Ana Zerbino comentaba que pensaban volver al régimen de tasa de interés, modificar los objetivos de inflación. ¿Cuáles son los ejes, más allá de lo que va a ser la agenda fiscal y eventualmente de relaciones laborales, consejos de salarios?
ANA INÉS ZERBINO (AIZ) —Básicamente hemos ahondado bastante en las diferentes presentaciones que nos han tocado. Entendemos, como comenta Talvi, que es importante bajar el déficit fiscal, creemos que es una parte importante de las razones de la pérdida de competitividad que tiene el país, y la pérdida de competitividad lleva a la baja de los niveles de inversión, que están niveles en mínimos de 10 años, y de la mano de la inversión también cae el empleo, que está a niveles mínimos de 12 años. Tenemos que generar equilibrios fiscales para poder generar una perspectiva para los empresarios y un clima de negocios de crecimiento y de estímulo, para que estos desequilibrios dejen de oprimir al sector privado y por lo tanto no amputen el espíritu emprendedor, que creemos que es fundamental para el crecimiento sano, sostenible y equitativo del país en el largo plazo, considerando también los temas ecológicos, el tema de la sustentabilidad ambiental, que es tan importante también hoy en día.
Entendemos que las últimas administraciones han trabajado sobre el aumento de los ingresos, lo cual ha provocado una mayor presión sobre la actividad económica. Creemos que el país no soporta más impuestos y por lo tanto nuestro lineamiento es trabajar sobre la línea de los egresos, apuntando a incentivar el crecimiento económico; trabajar sobre incentivos al nivel de actividad y a la baja de los gastos del Estado, sobre la eficiencia del Estado, en el que creemos que hoy hay mucho espacio para recortar. Hay un estudio del BID que establece en 3,5 puntos del PBI el gasto excesivo que tiene el Estado en temas duplicados, gastos ineficientes.









