
EC —El general retirado Guido Manini Ríos asumió como comandante en jefe del Ejército el 1.° de febrero de 2015, siendo José Mujica todavía presidente de la República. Es licenciado en Historia por la Universidad Católica del Uruguay en el año 2010. El martes pasado fue cesado de su cargo y pasado a retiro por decisión del presidente Tabaré Vázquez.
Cerrando lo anterior, por posiciones suyas como las que aparecen en el escrito del 13 de febrero al Ministerio de Defensa, muchos en la izquierda sostienen que su gestión desde febrero de 2015 estuvo dedicada a proteger a militares que incurrieron en violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, y hasta lo ven como continuador del proceso cívico-militar. ¿Qué responde?
GMR —Creo que es una clara distorsión malintencionada, creo que a lo largo de estos años no he dado ningún ejemplo de protección de nada; al contrario, he colaborado cada vez que se me ha pedido información y todos los aportes que se le requirieron al Ejército. Jamás pusimos un palo en la rueda ni nada, he manifestado varias veces públicamente mi deseo de poder encontrar cuerpos de desaparecidos, he tratado de generar el ambiente para que se pudiera llegar a buen puerto en esos temas. Creo que nadie puede decir que yo protegí a nadie; al contrario, fui un particular impulsor de tratar de limitar, de achicar esa brecha, ese enfrentamiento pudiendo darles respuesta a los familiares de los desaparecidos, que para mí realmente es un tema muy sensible; creo que todo lo que se haga para encontrar a los desaparecidos es poco. En estos años he hecho todos los esfuerzos para aclarar las cosas, aportando lo que tengo, pero indudablemente no puedo aportar lo que no tengo.
EC —Usted critica estas actuaciones recientes de la justicia penal, pero es un hecho que durante la dictadura militar los presos políticos en general no tuvieron las garantías del debido proceso, y además muchos de ellos fueron torturados. ¿Usted ha planteado su cuestionamiento a aquellos otros juicios?
GMR —En uno de los artículos de ese documento, hay un juez –no recuerdo quién es– que dice que el hecho de que en otra época se hayan hecho cosas horrorosas no habilita a que hoy se haga lo mismo con los detenidos. La violación del derecho de una parte no autoriza a que se viole el derecho de la otra. […] Creo que fue cuando se procesó a Álvarez por la muerte de Luzardo en el Hospital Militar, el tribunal de apelaciones dijo que por más cosas que hubiera hecho el general Álvarez, la justicia hoy no puede apartarse de…
EC —¿Pero entonces, referido a lo que yo le mencionaba, la otra falta de garantía, la que padecieron los presos políticos en la dictadura…?
GMR —Yo jamás defendí nada de eso, y creo que no es un tema para que hoy empecemos de vuelta a polemizar si la dictadura hizo tal o cual exceso. Eso ya está más que trillado, más que hablado, más que dicho y nosotros en ningún momento, jamás, hemos validado, defendido cualquier tipo de exceso y de violación a los derechos humanos que se pueda haber cometido. Eso jamás lo hemos validado.
EC —El martes pasado, después de la reunión con el presidente Vázquez en la que se le notificó el cese, usted se dirigió a la sede del Comando del Ejército y, entre otras cosas, ordenó que le grabaran un video de despedida para que fuera publicado en los canales institucionales. No hay precedentes de algo así. ¿Por qué lo hizo?
GMR —El relevo normal de un comandante en jefe tiene fecha. Yo por ejemplo si no hubiera tenido ningún incidente de este tipo, me habría ido del Ejército el 1.° de febrero de 2020. Cuando tiene fecha, el comandante en jefe saliente normalmente hace una gira por todas las reparticiones del Ejército y saluda personalmente a todos sus subordinados. En este caso fue diferente, fue un cese abrupto.
EC —Como ha habido otros, y en esos otros casos no hubo mensaje de despedida del cesado.
GMR —Tal vez en la época de esos casos todavía no era muy empleado el tipo de comunicación así, por videos internos. Yo fui comandante en jefe más de cuatro años, y en todos los destinos en que he estado a lo largo de mi vida, y he estado en decenas, cuando me he ido me he despedido de la gente, sobre todo de la gente a la cual le tengo una especial estima o con la cual siento cierta consustanciación con lo que está haciendo todos los días y un reconocimiento permanente, hay una relación en doble sentido. Yo no me iba a ir del ejército, de ninguna forma, sin despedirme después de haber estado cuatro años y pico al mando.
EC —Pero usted ya no era comandante en jefe del Ejército y sin embargo grabó el mensaje en la sede del Comando, con la infraestructura del Comando y para ser difundido en las redes y la plataforma de comunicación del Ejército.
GMR —Sí, señor. Estaba cesado, ¿cómo me iba a despedir antes de ser cesado? Una vez que estoy cesado ya no soy más el comandante, pero me tengo que despedir. Me voy a despedir, guste o no.
EC —¿Qué fue? ¿El último acto de rebeldía?
GMR —No fue rebeldía, yo me tenía que despedir de la gente, y ¿cómo hacía para despedirme del soldado que tengo en Bella Unión, en Río Branco, en Colonia?, ¿cómo hacía para despedirme en minutos? La única forma era emplear un medio que ya había usado varias veces; hace poco hice un saludo de Navidad y en otras ocasiones un saludo por la actuación en las inundaciones, etcétera, por ese mismo canal. Entonces hago el video y lo difundo por la red del Ejército a todo mi personal. Era la única forma de llegarles a todos de inmediato y que lo entendieran.
EC —Usted era consciente de que estaba en el límite, de que podía ser sancionado por eso mismo, ¿no?
GMR —No está tan claro, ¿no? Porque aparte la formalidad de la destitución, que es un decreto firmado, al Comando llegó al día siguiente de mañana. Si vamos a los formalismos, qué es lo que corresponde o no corresponde. Es cierto, yo ya estaba cesado, pero formalmente todavía no había llegado la comunicación. Y despedirme de la gente me iba a despedir.
EC —Podía haberlo hecho con un video en su cuenta personal de Twitter, por ejemplo.
GMR —Mis soldados no tienen Twitter, tienen acceso a los canales institucionales del Ejército; por supuesto, soy consciente de que a esos canales o a esa vía de comunicación accede también gente que no es del Ejército. Hay que tener en cuenta también cuál es el público objetivo del mensaje, yo empiezo diciendo: “Me dirijo a todos y cada uno de los integrantes del Ejército nacional”, les hablo a ellos y les digo cosas para ellos, no digo cosas para el resto. Yo sé que el resto lo escucha y lo puede mirar, pero hay que ponerse en el momento, la circunstancia y el tiempo disponible. Yo no me iba a ir del Ejército sin despedirme hasta del último soldado. Como no podía ir a cada lugar, como habría ido si hubiera sido otra la circunstancia, darle la mano a cada uno, como hacía cada vez que iba a cada dependencia, lo que me quedaba era darles un video de despedida explicándoles los motivos. Porque tampoco es fácil para un oficial, para un teniente allá en Artigas, entender por qué se va el comandante ahora en marzo, cuando todavía le quedaba un año, etcétera. Tengo en cierta forma la obligación moral, si se quiere, de explicárselo a ellos. Para mí eso pesa más que si estoy o no formalmente autorizado.
EC —Yo le preguntaba recién si fue su último acto de rebeldía. Y acá volvemos a lo que ya quedó dicho a lo largo de esta entrevista: su período como comandante en jefe estuvo pautado por cantidad de situaciones en las que jugó “al filo del reglamento”, al punto de que en setiembre del año pasado recibió una sanción inédita para un comandante en jefe: 30 días de arresto a rigor. ¿Por qué eligió ese perfil para su gestión?
GMR —Creí en ese momento, en el acierto o en el error, que era la única forma de hacer entender la preocupación y cuáles eran las necesidades reales de la institución a mi mando. Voy al caso más sonado, aunque hubo otros casos, la sanción de los 30 días. Una y otra vez, decenas de veces, le explicamos al ministro de Defensa, al ministro de Trabajo –que era el que estaba en la redacción de la ley–, al subsecretario de Economía… recordará que hubo un episodio que después salió en la prensa que yo lo había tratado de mentiroso. Una y otra vez les explicaba cómo eran las cosas, cuál era la realidad, y una y otra vez nos ignoraban olímpicamente. Era como si le hubiéramos hablado a un cuadro, no había ninguna receptividad de las inquietudes nuestras. Nos escucharon varias veces, pero nunca nos hicieron caso. Y después, en forma yo diría hasta hipócrita, ponen en la exposición de motivos de la ley que “esto fue hecho en conjunto con los mandos militares”. No, a los mandos militares no los escucharon en una serie de cosas. Y uno siempre en silencio, porque no correspondía hacer otra cosa, observaba cómo se iba procesando sin atender las cosas más elementales, hasta que ese proyecto de ley se vota en el Senado, tiene media sanción y era evidente que iba a ser votado en Diputados de la misma forma. La alternativa que quedaba, entonces, era, como usted dice, levantar el perfil y decirlo públicamente, generar algún tipo de ruido o de algo más público para que se entendiera. Los hechos al final me dieron la razón, porque en Diputados después se introdujo algún cambio corrigiendo lo que yo había denunciado.
EC —Pero con esto de jugar al filo del reglamento no me refiero solo a sus discusiones en temas relativos estrictamente a la fuerza, al Ejército. Pienso en actos que fueron cuestionados por ejemplo por el batllismo. Cuando usted condimentó su gestión con su fe católica, en octubre de 2015 ordenó restaurar una capilla en el Hospital Militar, creó una unidad de Asuntos Religiosos en el ámbito de Sanidad Militar, asistió a misa en la catedral el Día del Ejército, vistiendo uniforme… Fue un estilo de choque, ¿no?
GMR —No, fue decir “voy a hacer lo que creo que tengo que hacer y si a alguien no le gusta, mala suerte”. Ese es el estilo, no es otro, no es de choque. Con respecto a lo de la misa, creo que no son de recibo los ataques que he recibido por eso…
EC —Pero formó parte de la controversia sobre su gestión.
GMR —Formó parte de la controversia. Un grupo de católicos militares, la mayoría retirados, organizaron una misa, le pidieron a la Iglesia un ámbito para hacerla, en lo posible la catedral, porque ahí están enterrados los principales capitanes de la Batalla de Las Piedras; Lavalleja, Rivera, Joaquín Suárez están enterrados en la catedral. Es un lugar más que apropiado para hacer una misa un 18 de mayo. La Iglesia accedió generosamente a hacer la misa en ese ámbito, y yo comandante en jefe del Ejército, ¿cómo voy a ir de traje? Voy uniformado, como he ido mil veces uniformado a casamientos y a todo en la iglesia. El ver un impedimento en ir a la misa uniformado no es de recibo, es un disparate. Eso fue más que aclarado en su momento, llegué incluso a ir al Parlamento con el entonces ministro Huidobro a aclararle a la comisión que trataba el tema de qué se trató eso. Creo que quedó más que claro que yo tenía todo el derecho a ir a una misa un 18 de mayo frente al lugar donde estaban enterrados los principales capitanes de Las Piedras y a ir uniformado. Hubo algún hecho administrativo menor que creo que no amerita tanto ruido, como si el que filmó la misa era del Ejército o no, cosas totalmente banales. Pero yo no fui al choque, correspondía hacerlo, y si a alguna gente no le gusta, problema de ella.
EC —También fue polémico lo del Hospital Militar.
GMR —Eso fue antes de 2015, yo era director de Sanidad Militar, no era el comandante en jefe. La capilla del Hospital Militar existió siempre, desde que se edificó el hospital, desde el año 1908 hubo una capilla, que en su momento fue declarada Monumento Histórico –yo la vi en fotos, no la alcancé a conocer–, que fue tirada abajo cuando se hizo el hospital nuevo. Y después se trasladó a una habitación, en el segundo piso del hospital, muy oscura, muy perdida, hasta que un buen día hubo que usar esa habitación para ampliar el CTI, la capilla se quedó sin lugar y surgió la idea de hacerla donde había estado originalmente, algo mucho más chiquito y moderno, y se hizo. Y se hizo con aportes de los feligreses, no se hizo con plata del Estado, los fieles católicos pusieron.
EC —¿Y qué pasó con la separación de la Iglesia y el Estado?
GMR —Creo que el Hospital Maciel también tiene una capilla y nadie lo cuestiona. ¿Por qué van a cuestionar la capilla en el Hospital Militar, que estuvo desde la época en que se creó? Hubo incluso un gobierno de Batlle y Ordóñez y de otro, era plena época del batllismo cuando se inauguró el Hospital Militar y nadie nunca cuestionó que hubiera una capilla allí. O sea que no veo tampoco cuál es el problema.









