El politólogo paulista habló con En Perspectiva sobre la entrada en prisión de Lula da Silva el fin de semana pasado.
EN PERSPECTIVA
Lunes 09.04.2018, hora 8.25
EMILIANO COTELO (EC) —Cuando en marzo de 2014 el juez federal de Curitiba Sérgio Moro abrió la investigación sobre la Operación Lava Jato, era imposible prever las ramificaciones que alcanzaría.
Cuatro años después, el escándalo de corrupción en torno a Petrobras terminó manchando a la enorme mayoría del elenco político de Brasil y a muchas figuras del resto del continente. La semana pasada se cobró a su víctima más importante hasta ahora: el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito para las elecciones de octubre próximo.
(Audio Lula.)
Companheiros, eu vou dizer uma coisa pra vocês: vocês vão perceber que eu vou sair desta maior, mais forte, mais verdadeiro, e inocente, porque eu quero provar que eles é que cometeram um crime, um crime político de perseguir um homem que tem 50 anos de história política, e por isso eu sou muito grato.
(Fin audio.)
EC —Lula fue condenado en julio de 2017 a nueve años de cárcel por los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero, ya que la justicia entendió que recibió como coima de la constructora OAS un apartamento tríplex en la costa del estado de San Pablo. Primero apeló, pero la condena quedó confirmada. Y luego presentó un recurso de habeas corpus para que se le permitiera seguir en libertad mientras intenta las nuevas instancias de apelación que tiene pendientes. Pero el jueves pasado en la madrugada, el Supremo Tribunal Federal (STF) le dijo que no a ese habeas corpus. El sábado, a última hora de la tarde, se entregó a la Policía en la puerta del sindicato metalúrgico, en São Bernardo dos Campos, San Pablo, y luego de un largo traslado, ya en Curitiba, en la noche, comenzó su estadía en prisión.
Para analizar esta sacudida para el sistema político brasileño, estamos con Pedro Feliú Ribero, doctor en Ciencias Políticas, docente en el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Pablo, residente en San Pablo.
Vamos a algunos primeros comentarios.
PEDRO FELIÚ RIBEIRO (PFR) — Pienso que la condena de Lula sugiere un escenario contradictorio. Como usted dijo, Lula fue condenado por corrupción pasiva, recibimiento de ventaja indebida, justamente el apartamento triplex en Guarujá a 80 km de San Pablo. Se utilizaron las teorías de dominio de facto, es subjetivo por parte del Tribunal Regional Federal para la condenación de Lula, o sea que no hubo prueba concreta del recibimiento del departamento, lo que hay es la delación premiada del empresario dueño de la empresa OAS que afirma haber donado el departamento como pago por ventajas de contrato de Petrobras, cuyos directores son nombrados por el presidente. Hay también testigos de visitas de la fallecida esposa de Lula al departamento. Eso y aspectos procedimentales, como la velocidad en la condena y la divulgación de conversaciones telefónicas entre Lula y Dilma son los elementos empíricos para el advenimiento del juicio político a la izquierda en Brasil.
La contradicción reside justamente en el combate a la corrupción, antigua plataforma electoral del propio Partido de los Trabajadores (PT). Para combatir esquemas de corrupción complejos como los de la Operación Lava Jato, en que se utilizan terceros y operadores de lavado de dinero, parece necesario utilizar interpretaciones jurídicas más subjetivas. Hay suficientes elementos para concluir la culpa de Lula en la corrupción endémica en 13 años del PT en el gobierno federal, pero no hay pruebas cabales.
EC —[Tú dices que] no hay pruebas cabales, por ejemplo, en la sentencia del juez Sérgio Moro de julio del año pasado. Estuve repasándola en el fin de semana, son 238 páginas. No incluyen solo la condena a Lula, sino también, por ejemplo, a empresarios vinculados al asunto. Pero se da eso que tú marcabas: no hay, y quizás no podía haber, documentación contundente que probara la propiedad de Lula o de su esposa de ese apartamento tríplex. Pero sí hay, y eso fue lo que más me impresionó, un trabajo apabullante de la justicia en la recopilación de testimonios, en el ordenamiento de documentos de otro tipo, los distintos pasos que hubo asociados al primer apartamento [más chico] que la familia de Lula intenta comprar en ese complejo, ese apartamento que después queda por el camino, cómo pasa eventualmente al segundo apartamento, los interrogatorios, hay transcripciones de interrogatorios. Da la sensación de una tarea muy meticulosa, muy cuidada y en algunos momentos casi aplanadora.
PFR —Claro, estoy de acuerdo. Lo que pasa es que otros presidentes, como Collor, por tal motivo no fueron condenados. Lo que espero es que ahora haya un cambio interpretativo general y que el combate a la corrupción para toda la clase política sea más efectivo en el país, pero los próximos dos años van a decirnos eso. Sí observamos un cambio institucional o un juicio político arbitrario. Hoy políticos como Temer y Aécio Neves todavía tienen fueros privilegiados, vamos a ver lo que pasa cuando no tengan más. ¿Estamos en ese momento justo ahora en Brasil, estamos delante de un cambio relevante o ante un juicio subjetivo solo del presidente Lula?
EC —El juez Sérgio Moro le había dado plazo a Lula para que se entregara hasta el viernes a las 17 horas. Pero Lula no cumplió con esa exigencia, permaneció todo el viernes y buena parte del sábado en San Pablo, en la sede del sindicato donde forjó su liderazgo, allí participó el sábado de mañana en una misa en recuerdo de su esposa fallecida, dio un discurso ante sus seguidores y recién se puso a disposición de la Policía en la tardecita del sábado. ¿Cómo hay que interpretar toda esa demora de más de 24 horas? ¿Fue una demostración de fuerza? ¿Cómo hay que leerlo?
PFR —Fue una demostración, en mi opinión, de que la izquierda en Brasil queda huérfana con la prisión de Lula. La personalidad de Lula creció tanto que se confundió con la identidad del principal partido de izquierda en Brasil, el PT. Parece que el lulismo es más fuerte que el petismo. Incluso con la prisión de Lula y diversas acusaciones de corrupción, el partido sigue con él como única opción de candidatura. Partidos de izquierda como el PSOL (Partido Socialismo y Libertad), que fueron críticos de los gobiernos de Lula y Dilma, principalmente por el tema de la corrupción, apoyaron a Lula en ese momento, estaban en el sindicato. Hubo una reunión de distintas agrupaciones de izquierda, incluso de las que eran oposición al gobierno de Lula. Así que parece que la izquierda no tiene otra opción más que Lula. Y creo que esas 24 horas muestran eso en el próximo escenario electoral.