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Entrevista, martes 19 de junio: Silva Bros y Fernando Andacht

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LEONARDO SILVA (LS) —Sin duda, recuerdo que todavía era alumno de la Universidad ORT –yo soy diseñador gráfico antes que ilustrador– y en clase de Semiótica me lo recomendaron, fui corriendo a buscarlo a un shopping y lo devoramos en un día.

EC —¿Ese libro estuvo en la génesis del Prócer Zombie?

LS —Sin duda.

EC —En este libro, el II, que tengo aquí, ustedes incluyen, como mencionaba recién Fernando, un repaso de los cambios que han existido en la historia uruguaya a la hora de interpretar la figura de Artigas. En 1850 rechazado como un bandolero, en 1923 convertido en símbolo de la nación, en 1977 (plena dictadura) exaltado como militar. ¿Esto era algo que les interesaba cuando empezaron a trabajar al personaje?, ¿les interesaba de manera particular esa multiplicidad de caras que tiene?

LS —En principio no, porque el prócer surgió de forma casual, como surgen muchas cosas. Yo vi un dibujo de un amigo que se llama /Lenchimanoski/, él había hecho un zombie jubilado que estaba en Miami, y me gustó esa cuestión del zombie personificado. Entonces hice un militar zombie y después hice un prócer zombie. Después no hice más, fueron esos dos. Pero el Prócer Zombie quedó ahí, incluso hice un póster de una mano blandengue que salía de abajo de la tierra, y quedó ahí. Después, revisándolo con mi hermano, vimos que podía llegar a tener un potencial para hacerlo historieta o hacerlo animación, porque también trabajamos en animación. Ahí fue que empezamos a investigar, él más que nada empezó a ver el tema del revisionismo y empezaron a surgir temas como las distintas miradas del prócer.

ANDRÉS SILVA (LS) —Totalmente. En un momento le planteé a Leo ser un poco más rigurosos a nivel de historia y ahí dimos con Guillermo Vázquez Franco, que tiene una mirada muy particular del Uruguay hoy en día. Eso fue muy inspirador también porque él lleva a Artigas lo a un plano más humanizado, más terrenal, que era lo que nos importaba.

LS —Nos servía esa visión de Vázquez Franco de los personajes, nos gustó eso de que fuese de carne y hueso el tipo, de que fuese falible, que no fuese ese superhéroe que habíamos estudiado en la escuela.

AS —Ese dios romano que no tuvo una pelea mala, que no sangraba.

EC —A partir de esa lectura, por ejemplo la de Vázquez Franco, ustedes dan tres vueltas carnero.

AS —Sin duda.

EC —En el tomo I de esta serie ustedes contaron cómo se produjo este regreso insólito de Artigas. Ocurre en el año 2015, en tiempos “oscuros, de delincuencia, corrupción y Tinelli”. La historia empieza ahí enfrente, en el mausoleo de la plaza Independencia. La urna donde reposan los restos del prócer estalla, atacada por una fuerza cósmica. De entre los escombros y el humo emerge el héroe máximo, pero con un aspecto extraño y que asusta: esquelético, desagradable, sin rostro. Ese personaje de terror le saca el uniforme a uno de los blandengues que se había desmayado, se lo pone y sube las escaleras para encontrarse en el Centro mismo de Montevideo, debajo del monumento que se erigió en su momento en su honor. Así empieza esta historia.

¿? —Así arranca.

EC —Así empieza esta nueva vida de Artigas.

FA —Muy pertinente esa recapitulación, porque siempre pensé como uruguayo a quien le tocó vivir la dictadura más que a ustedes en carne propia –ustedes también la vivieron, nadie se escapa de eso, de las consecuencias– que el mausoleo era la última piedra, la última forma de literalmente aplastar ese vínculo real, carnal con el héroe, con quien fuera, la memoria. Es tan literalmente un monumento fascista, que oprime, uno entra allí y toda esa cosa oscura. Y ustedes hacen que renazca, que salga, es una alegoría de una contralectura. Recuerdo una canción de Luis Trochón, de Los que Iban Cantando, que se llama Lo nuestro, que es preciosa, porque la dictadura había decretado el Año de la Orientalidad, un año obligatorio, la cosa más absurda, pero típica de una dictadura, todos teníamos que decir “somos orientales a mucha honra”; pie de la letra, era una ley. Y en esa canción Trochón recupera, dice “es nuestro el himno, es nuestro”, o sea que podemos retomar esos signos, como lo que decía Emiliano, no surge de esa cosa, esa mole tan densa, esa decisión que nadie votó, que nadie eligió.

EC —No el monumento a Artigas, pero el mausoleo es de la época de la dictadura.

FA —Exacto. Y traer supuestamente las cenizas de Paraguay, todo eso, que también dio lugar a mucho rumor clandestino, porque era dictadura. Entonces es lindo esto de ustedes, alegóricamente, como una imagen de “vamos a recuperarlo”, porque mucho oyente dirá “qué atrevidos estos muchachos”.

¿? —Eso estaba bueno también, que Artigas estaba en Paraguay, que no quiso volver más y que lo traen de vuelta y lo ponen acá…

FA —A prepo.

¿? —E tipo se despierta ve las luces y dice “¿Paraguay?”. No sabe dónde está. Encima una plaza que se llama Independencia, cuando él lo que menos quería era la independencia.

EC —Y para seguir, lo asaltan.

¿? —Lo rapiñan.

EC —Se enfrenta con la violencia ciudadana.

¿? —Exactamente, se encuentra con esa fauna en la noche. Y ese personaje después viene a ser como un guía para él.

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