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Entrevista, martes 19 de junio: Silva Bros y Fernando Andacht

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EC —El personaje que intenta rapiñarlo.

¿? —Sí. El prócer tiene ciertos poderes también, desde hacer entrar en razón a la gente. Además cuando el rapiñero lo ve se asusta, piensa que es un demonio que lo va a llevar a los infiernos, y abandona la droga, abandona el robo, abandona todo con tal de que no lo mate, de que lo lleve. Ahí se convierte en un guía para él.

FA —Un escudero también. Es la figura de Robin, porque Batman es uno de los nombres que le dan a este justiciero, este político –que es una figura bien compleja–, Mikael Landowski, que va a hacer a su vez un revival, un renacimiento nada menos que de Napoleón, y elige nacer en Uruguay.

EC —Y se enfrenta a ese Artigas renacido. Pero vamos a no adelantarnos con ese presidente que termina siendo el gran protagonista de este segundo tomo. ¿Qué papel pasa a jugar ese prócer zombie en aquel ambiente del año 2015 de violencia e inseguridad pública que domina Montevideo? Ustedes lo presentan como una especie de Batman, una especie de superhéroe.

¿? —Cuando renace se siente confundido, porque no cree ser ese héroe que le atribuyen. Se ve representado en todos lados, en bustos, en estatuas, en cuadros, en nombres de plazas, de edificios, de todo.

¿? —Intervenciones, grafitis.

¿? —Entonces le gusta esa figura, ve que puede llegar a ser eso, y ahí entiende por qué volvió, por lo menos es lo que piensa él: viene a redescubrirse a través de los libros de historia y a ser eso que dicen los libros, que fue un héroe.

¿? —Básicamente está transitando un proceso de redención.

EC —Se va a vivir con un grupo de marginados, un grupo de gente de la calle, al edificio abandonado de la Estación Central.

¿? —Que lleva su nombre también.

EC —Que lleva su nombre y que tiene otra estatua de Artigas al frente.

FA —Qué raro.

EC —Desde allí opera.

¿? —Sí, vive ahí, se siente a gusto con esa gente. Y como ve que él se preocupaba por los más desprotegidos, ve bien irse a vivir ahí con ellos y a cuidarlos.

FA —También tiene un eco, es bien interesante. Se da el problema de las generaciones; yo decía recién que yo estaba en la facultad de Medicina cuando llega el ejército a la facultad, en pleno golpe, y ellos son de otra generación. Pero hay ciertos valores que son transgeneracionales. Ese Artigas zombie sigue siendo de una uruguayez terminante: es modesto, es humilde, se va a vivir a un lugar que está en ruinas y rodeado de gente que vive en la calle. Es amigo de una prostituta que va a jugar un rol muy importante en la acción, en la narrativa. Es una historieta que puede ser leída de mil maneras, que es lo más provocador de una obra de arte. Es decir, de una manera lineal y divertida, mirá los personajes, qué gracioso, qué bien dibujados –tiene un montón de soluciones de diseño–, y aparte hay esas claves que se ven ahora, en este momento enloquecido del Mundial, etcétera –la garra, etc.–, pero si uno hiciera una encuesta rápida en la calle, ¿cuál es la virtud uno de la uruguayez más acendrada? La humildad, la modestia. Y en los personajes que aparecen, los villanos se basan en una especie de dogmática arrogancia, mientras que el prócer cavila todo el tiempo. Y la historieta cavila. Menciono una frase de las tantas, yo les llamo mosquitos informativos a los tuits que van salpicando.

EC —Toda la historieta está salpicada de tuits.

FA —De tuits y de encuestas en vivo, de toda la parafernalia mediática.

EC —Pero en particular hay una cantidad enorme de tuits con los cuales vemos cómo la sociedad uruguaya va “reaccionando” ante los hechos que se cuentan.

FA —Exacto. Mirá este que puede pasar desapercibido pero que es favorito. Dice alguien: “Zombie es correcto? No me parece que coma cerebros o actúe por instinto. Me parece más acorde #Procerundead”. Es importante ese tuit porque lo que hace la historieta es un ejercicio de reflexividad, se vuelve sobre sí misma. No solo plantea estas imágenes muy trasgresoras y removedoras de todo lo que la escuela, etcétera, nos enseña, sino que también pone el lente sobre sí misma: ¿será correcto llamarlo zombie? ¿O inmuerto?

EC —Eso pueden preguntarse los oyentes. ¿Por qué zombie, qué quiere decir el término zombie y si este personaje responde a las características de un zombie?

¿? —Sí, en principio nos preguntábamos eso, si era zombie realmente. Al principio fue algo más marketinero que otra cosa, porque prócer zombie suena espectacular, fuerte. Y nos llevamos muchas puteadas también por eso, porque ven prócer y ven zombie y sin leer la obra ya somos…

¿? —Somos irreverentes.

FA —Parece el nombre de una banda metalera.

¿? —Exacto, pero no es el típico zombie que podemos llegar a ver, el zombie de Hollywood, que come cerebros, que come carne, que actúa por instinto, que no es inteligente para nada.

¿? —Está muy alejado de ese término.

¿? —Superalejado. Pero después cuando fuimos a una entrevista con Dinora López, en Radio Uruguay, ella encontró una definición de zombie que nos venía al pelo, calzaba perfecto. Era de Wade Davis, un antropólogo canadiense. Que el zombie no es más que una persona con el alma incompleta. Dijimos: ese es nuestro Prócer Zombie, de alguna forma él quiere ser el héroe que la sociedad cree que fue, quiere […].

¿? —Ese tuit venía también por mi inquietud de decir ¿está bien zombie? Porque para mí no es un zombie tampoco. Entonces el tipo plantea “capaz que zombie no es correcto, capaz que mejor […]”.

FA —Toda la historieta te lleva a interrogarte y a movilizar lo que está mausoleoficado por la historia formal, por la educación, inevitablemente en todo país. Por eso creo que es el aporte más interesante de la propuesta.

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