
EC —Usted, que conoce tanto la política uruguaya, ¿esperaba que se diera esta controversia, que se trancara dentro del oficialismo?
AR —Quizás no el tiempo que tomó, pero habiendo seguido en su momento, hace algunos años –es otra dimensión, lo reconozco–, el acuerdo de inversiones con Estados Unidos, aquella negociación que tensionó tanto al Frente Amplio (FA), eso ya era un síntoma de que esto iba a pasar. Pero este es un acuerdo que desde el punto de apertura arancelaria, por ejemplo, no significa nada, porque eso ya está resuelto en el acuerdo que tenemos con Mercosur.
EC —Justamente, ¿cómo lo describe usted? El canciller Nin Novoa, cuando lo entrevistamos acá, decía que son tratados “de última generación”, que incluyen temas que están en la agenda progresista del Uruguay, como género, medioambiente, normas laborales. Pero más en general, una descripción técnica, ¿cuál es la que usted prefiere?
AR —Lo primero es que eso de última generación siempre va cambiando, porque estos acuerdos desde el punto de vista de la realidad y del comercio internacional necesariamente requieren ir incorporando siempre temas nuevos, sobre todo hoy día con el tema digital, que es un elemento central y un vector que va a cambiar también el comercio internacional en los próximos años. Yo diría que es un acuerdo que no está centrado en lo tradicional arancelario, es un acuerdo cuyo componente de rebajas de aranceles –que es la apertura que los países hacen de sus mercados y que solía hacer la economía política más compleja– ya está resuelto hace años. Chile y Uruguay tienen flujo de comercio bilateral con arancel cero desde hace ya algunos años. Por lo tanto es un acuerdo que más bien incorpora los temas nuevos en el comercio internacional. Efectivamente en algunos componentes son temas bastante progresistas porque es incorporar temas que no están en otros acuerdos. Y temas normativos que al final le dan certeza al comercio. No solo habla de comercio de bienes, habla de comercio de servicios…
EC —Sobre todo de servicios.
AR —… que hoy día es muy importante. Habla de propiedad intelectual, habla de temas normativos regulatorios. Hoy día cuando tú tienes arancel cero, lo que determina que puedas entrar o no a un mercado son los temas regulatorios, los temas sanitarios, los temas de normas técnicas. Y además incorpora novedades, como un capítulo relacionado con las pymes, que todavía son primeros pasos, no hay nada muy vinculante, pero es un primer guiño, “mira, las pymes se tienen que beneficiar de esto y lo vamos a colocar en el acuerdo”. Hay un capítulo de género, que también es un primer guiño en ese sentido. Hace 15, 20 años, se incorporaron los capítulos laborales y ambientales en los tratados de libre comercio, y decíamos –yo ya estaba involucrado en estos temas– ¿qué tiene que ver con los temas laborales y ambientales?, y hoy en día es indudable que son parte. De hecho, este acuerdo bilateral entre Chile y Uruguay también contiene capítulos de eso.
EC —En medio del debate en la interna del FA, el expresidente José Mujica, que era partidario de la ratificación, declaró que el acuerdo entre Chile y Uruguay “no mueve la aguja, ni para bien ni para mal” en el comercio bilateral. ¿Usted confirma esa impresión?
AR —Creo que estos acuerdos al final van moviendo la aguja progresivamente.
EC —¿Cuál es la potencialidad que usted observó?
AR —Más allá de que esto no baje los aranceles a los productos exportadores –la carne, el arroz, los medicamentos, para ser concretos, que son productos que exporta Uruguay a Chile–, el tener un acuerdo más robusto, que le da certeza a esta relación comercial económica, sin duda tiene un efecto positivo en el tiempo. Eso no solo va a incentivar el comercio, también va a incentivar las inversiones. Chile tiene hoy día capitales importantes invertidos en este país, las inversiones encadenan comercio también. La experiencia de Chile, los capitales chilenos finalmente lo que hacen es generar comercio asociado a esas inversiones. Y además la negociación de un acuerdo moviliza una capacidad institucional que también es bien importante.
EC —¿A qué se refiere?
AR —A que pone en movimiento a cuadros negociadores en los países, lo que les permite ir “entrenándose” para negociaciones futuras. Creo que eso es relevante a la hora de concebir otras negociaciones del Uruguay con otros países en las que se juegan otras cosas, como por ejemplo el acuerdo con China.
EC —Hernán, te ha llamado la atención eso, ¿por qué?
HERNÁN BONILLA (HB) —Me parece importante lo que decía Andrés de que los acuerdos comerciales tienen atrás el tema de las inversiones, que es algo que a veces no se ve. Y en el caso de Chile y Uruguay ya hay una relación importante en el tema inversiones que me parece que a veces no se tiene en vista, y muchas veces cuando se firma un TLC lo que se hace es abrir la puerta. Después cómo va a ser el flujo no lo sabemos, pero es indispensable para que se empiece a dar el flujo de inversiones, comercio que describía Andrés, que creo que a Uruguay le está faltando y termina siendo algo clave para el crecimiento económico.
EC —A pedido del FA, cuando estaba por cerrarse esa discusión interna, el gobierno del presidente Vázquez envió un informe de impacto que fue elaborado por la Cancillería y por el Ministerio de Economía. Según ese estudio, el mercado chileno resulta “sumamente interesante” para los servicios profesionales uruguayos, para los audiovisuales y de tecnologías de la información y la comunicación. Estos serían algunos de los principales sectores que se pueden favorecer. En el caso chileno, ¿cuál es la situación?
HB —Creo que el tema servicios en general, así como la inversión, es un capítulo del cual no se suele hablar mucho en estos tratados de libre comercio. Lo que ocurre en el caso de servicios, a diferencia del caso de los bienes –en que uno vende un producto a un mercado y paga o no un arancel en el otro mercado, es que no hay un arancel–, no hay un impuesto que uno pague, hasta ahora. Y lo primero que se contempla en estos acuerdos es que si algún día tecnológicamente es posible, por ejemplo, inventar un arancel a un intercambio digital, no se aplicará en esta relación bilateral y se da certeza además de que el proveedor de servicios de la otra parte, en este caso el proveedor uruguayo, cuando provee ese servicio en Chile va a ser tratado de igual manera que un proveedor chileno y no va a haber discriminación ninguna. En ese sentido creo que son elementos que dan certezas a esta relación en el mediano y largo plazo. Nosotros, al igual que Uruguay, hemos hecho un esfuerzo en exportación de servicios, ha aumentado de manera importante. A diferencia de Uruguay, no tenemos un potencial enorme como en software o en otros sectores, nosotros estamos asociados más a bien al clúster de la minería, dada nuestra realidad productiva.
EC —Entonces en la relación con Uruguay y a partir de ese tratado, ¿por dónde está el interés?
AR —¿En el caso del servicio en general?
EC —No, en general. Se lo pregunto porque uno de los temas que estuvieron de por medio acá era la diferencia de tamaño de las dos economías y de los dos países. Chile tiene 18 millones de habitantes, seis veces la población de nuestro país, y el producto per cápita también es más alto, está en US$ 23.000 contra US$ 17.000 de Uruguay. Ese desequilibrio generaba suspicacias, temores.
AR —Lo que pasa es que en el caso de Chile –esto puede sonar quizás difícil de entender desde el punto de vista de la relación estrictamente con Uruguay– esto es parte de una política, por lo tanto lo que queremos es tener nuestro comercio regulado en general con el mundo. Por eso estas normas comerciales. Lo ideal para Uruguay, creo yo, y para Chile, sería que existiera un gran foro multilateral de comercio, como la OMC (Organización Mundial del Comercio), y que allí estuvieran todas estas normas que nos rigieran a todos, a los chicos sobre todo, que somos los que más ganamos cuando hay normas. Pero eso no ha sido posible, hace más de 20 años que no se negocia, por lo tanto para nosotros es importante tener estas normas con todos los socios y en ese contexto visualizamos y colocamos un acuerdo con Uruguay. Además en el caso de Uruguay esta posibilidad de negociar bilateralmente fue importante porque fue parte no solo de nuestra política comercial, sino también de nuestra política exterior, la posibilidad de acercarnos en este caso por la vía de un acuerdo con estas características a Uruguay. Y tercero, desde el punto de vista económico tener por ejemplo un mecanismo de solución de controversias, tener un capítulo de inversión también fomenta los capitales chilenos acá, que desde la perspectiva nuestra es beneficioso para un país y para una economía como la chilena.









