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Entrevista, martes 24 de julio: Andrés Rebolledo

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EC —Hernán, ¿te quedaba algo por agregar en ese capítulo de los miedos, los temores?

HB —Me parece interesante consultarlo a Andrés, vos decías que en Uruguay existía cierto temor por la diferencia de escala entre las economías uruguaya y chilena. Pero de repente es todavía más grande la escala cuando uno ve que Chile ha hecho acuerdo con Estados Unidos y con China. ¿Existía ese temor? ¿Cómo se procesó?

AR —En el caso nuestro llevamos 25 años negociando y a principios de los 90 efectivamente existió alguna complicación en algunos sectores productivos. Firmamos con Estados Unidos, con Europa y después con China, y eso es importante porque cuando firmamos con China ya se había abierto la economía. El correlato de eso fue que en el Congreso se aprobaron en general casi todos esos acuerdos con amplia mayoría, incluso algunos por unanimidad. Sinceramente desde el punto de vista del balance de un acuerdo, creo que un país que tiene la posibilidad de abrir de un mercado como el de China, como el de Estados Unidos, finalmente termina obteniendo un gran beneficio.

EC —Pero ¿cómo hizo Chile para negociar con esos gigantes, sobre todo con los primeros gigantes con los que trató? ¿De dónde sacó sus capacidades, por ejemplo funcionarios técnicos?

AR —Nuevamente, la relación bilateral con cada uno de los países es una mirada sistémica, y que yo tenga déficit con uno o superávit con otro no necesariamente tiene que determinar la decisión de negociar con uno o con otro. Ese enfoque del comercio a la Trump que si con este tengo déficit le voy a colocar aranceles no necesariamente es el más conveniente desde el punto de vista sistémico. En el caso institucional nuestro, a principio de los 90, cuando retorna la democracia en nuestro país, una de las decisiones de más envergadura en política exterior fue reinsertarnos en el mundo, y un instrumento central fue hacer acuerdos comerciales con América Latina.

EC —Empezó dentro de la dictadura esta política.

AR —Ese es un dato bien importante también. Cuando llegamos a esta negociación con acuerdo, llegamos con una economía que ya venía de un proceso de apertura unilateral importante que se había hecho en la época de la dictadura. La concepción económica del gobierno de Pinochet era abrir la economía, lo que sucedía era que no tenía cómo abrirla negociadamente con otros socios porque no tenía relaciones con muchos países, por lo tanto su rebaja era unilateral. Entonces en los primeros años de los 90 Chile venía de un proceso de apertura, ya había sufrido un reajuste importante en sectores productivos, en sectores manufactureros; los textiles, los calzados, la manufactura liviana típica o industriales que sufren mucho en estos procesos de apertura inicial ya habían sufrido un ajuste, por lo tanto Chile inicia los 90 con una economía que ya tenía una exposición.

EC —¿Quiere decir que el “gasto” lo había hecho la dictadura?

AR —Una parte.

EC —El gasto entre la gente, entre las empresas, entre el sistema productivo, la mala noticia había venido de manos de la dictadura.

AR —El ajuste, porque al final estos son períodos de transición. Cuando uno abre la economía en este tipo de circunstancia, hay ganadores y perdedores, no solo hay perdedores, pero cuando tú tienes ganadores y perdedores la economía política es más compleja. Cuando se inician los 90 y abrimos más la economía, el arancel promedio de Chile era 15 %, el arancel que protege a las importaciones. Nosotros lo bajamos a 11 y después bajó a 6, y hoy día en la práctica el arancel es 0,6 %, por todos los acuerdos, casi 0. Por lo tanto efectivamente bajamos los aranceles y seguimos abriendo la economía. Ese ajuste de sectores que probablemente se vieron determinados por esa mayor competencia externa se compensó con muchos ganadores como consecuencia de los muchos mercados que abrimos y la posibilidad por lo tanto de que nuestras exportaciones se hayan multiplicado casi por cinco en los últimos 10 años.

EC —Vuelvo entonces a la pregunta: ¿cómo se hizo para que esas negociaciones tan desparejas resultaran positivas, con beneficios para Chile?

AR —Una de las decisiones fundamentales fue en los 90 retornar a la comunidad internacional, por lo tanto se tomó la decisión política de fortalecer la institucionalidad encargada de negociar un acuerdo de libre comercio, que en el caso de Chile es una dirección general…

EC —La Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales.

AR —… dentro de la Cancillería. Aquí hay un dato bien interesante, una experiencia nuestra que puede ser interesante analizar. Nosotros no tenemos ministerio de comercio, como no lo tiene Uruguay, pero hay otros países que lo tienen, y es un paradigma que a veces cuesta negociar cuando tú tienes una cancillería o un ministerio de comercio. Nosotros no lo tenemos, estamos dentro de la cancillería, y esa dirección se potenció con profesionales –este es un elemento clave– que permanecieron por muchos años. Yo personalmente estuve 20 años en esa institución hasta que llegué a dirigirla, y muchos de los cuadros negociadores todavía están, por lo tanto son gente hiperespecializada, yo siempre les digo “ustedes que han estado acá han hecho varios másteres en la práctica, en el learning by doing negociando acuerdos comerciales”. Y quien está a cargo de esa esa dirección, que está dentro de la Cancillería, tiene que ser ratificado por el ministro o ministra de Relaciones Exteriores y de Hacienda. Es el único cargo en Chile que tiene esa doble militancia, y eso es bien interesante porque da cuenta de que la política comercial es un vértice entre política exterior y política económica, y el hecho de que alguien requiera la anuencia de ambos ministerios da cuenta de eso.

EC —¿Ese detalle institucional es importante si lo miramos desde la óptica uruguaya, Hernán?

HB —Creo que es importante, porque a veces el tema de la inserción comercial queda a mitad de camino entre el Ministerio de Economía y la Cancillería y a veces lo que es de todos no es de nadie. De repente el caso chileno desde el punto de vista institucional es para Uruguay un ejemplo. En los dos sentidos, lo que decía Andrés de qué tipo de reforma institucional podemos hacer para jerarquizar las negociaciones, y la experiencia chilena en formación de equipos para que Uruguay pueda empezar a negociar ese tipo de acuerdos.

EC —Por ejemplo, cuando encaramos el acuerdo con Estados Unidos, ¿ya habían formado a la gente? ¿O la formaron sobre la marcha?

AR —Excelente pregunta, como dicen los políticos, te agradezco esa pregunta. Para situarlo en el tiempo, en 90, 91 llega la democracia a Chile y hasta el 97, 98, esos siete años negociamos con América Latina. El 97 marca un momento importante en la política, negociamos con Mercosur, Chile-Mercosur, y negociamos con Canadá, que fue un acuerdo del modelo NAFTA. Todos los anteriores desde principios de los 90 habían sido del modelo Aladi, que eran acuerdos pequeños, que requerían equipos acotados, que supieran de bienes y algo más. Cuando negociamos este del 96, 97 con Canadá, necesariamente tuvimos que reforzar el equipo de manera muy significativa, porque se sumaban muchos capítulos, se negociaba y prácticamente la economía en su globalidad se colocaba en la mesa de negociación. Diría que en los 90 crece esta Dirección Económica y en el 96 crece tres veces más. Por lo tanto cuando negociamos con Estados Unidos en el 2001 ya teníamos un equipo y habíamos negociado un acuerdo tipo NAFTA ya con Canadá. Y esto fue porque en torno a esos años a Chile lo invitaron a participar del NAFTA, se planteó que Chile iba a ser el cuarto amigo de ese NAFTA, y no pudo ser porque nunca le dieron el fast track, la autorización para negociar al presidente Clinton. En ese momento creímos que iba a salir inmediatamente y nos reforzamos institucionalmente, y como no sucedió aquello, Canadá dijo “empecemos nuevamente, entrénense, negocien con nosotros”, y negociamos ese NAFTA. Por eso este tema del entrenamiento que decía tiene sentido, y cuando llegamos cinco años después a negociar con Estados Unidos ya teníamos un cuerpo institucional relativamente entrenado.

HB —Eso me parece importante, la negociación del TLC entre Uruguay y Chile puede servir como una especie de entrenamiento.

EC —Por eso, la otra lectura es –y la hizo alguna gente dentro del FA–, “con ese entrenamiento que ellos tienen la negociación con Uruguay tiene que haber sido muy despareja, nos deben de haber dado una paliza”. Ese tipo de temores aparecieron. Tú lo estás mirando desde el otro lado.

HB —Era una negociación despareja, la Dirección de Comercio en Chile tiene… ¿cuántos funcionarios?

AR —Alrededor de 600 personas.

HB —Contra los funcionarios que tiene la Cancillería dedicados al tema, hay una diferencia abismal, es jugar contra el Barcelona. Pero en un partido amistoso. Me parece que pone el foco en que tenemos que mejorar nuestras capacidades negociadoras, ese es el desafío en el que tenemos que recuperar tiempo.

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