
EC —Viñoly insiste –lo dijo en la presentación en la Junta Departamental– en que lo que están proponiendo no es un complejo de apartamentos, sino “un objeto de infraestructura que permite abrir un mercado inmobiliario que hoy no existe en Punta del Este”.
RC —Creo que eso es lo esencial, sin entrar en juicios sobre el proyecto en sí mismo. Me parece que ahí hay una conversación que no se ha dado, que es: ¿le interesa a Punta del Este incorporar un público de altísimo nivel? ¿O seguimos viendo si vienen 10 cruceros más o 10 cruceros menos?
EC —Viñoly lo planteó en términos un poco más crudos: “¿Seguimos dependiendo de la plata sucia argentina o del dinero negro argentino?”.
RC —Es un secreto a voces, algo que todos sabemos que ha sucedido a lo largo de la historia. Negro o blanco, dependemos del dinero argentino en gran medida. Más allá de lo que hayamos hecho los uruguayos en diferentes generaciones, Punta del Este es el producto de los argentinos buscando y fabricándose un balneario lo suficientemente cerca para ser atractivo pero fuera de su país. Y es así que desde la época de Litman o de cualquiera de los inversores grandes en Punta del Este han ido marcando pautas o tendencias. Y nosotros hemos ido acompañando, conduciendo en diferentes momentos, en diferentes épocas, en diferentes administraciones, las políticas en materia urbanística o de normas de arquitectura.
Esto es algo revolucionario. En cierta medida es un golpe bastante más grande en principio, y, como todos los golpes, duele o impresiona en el primer momento. Cuando apareció el Hotel Conrad sucedió lo mismo en Punta del Este, aparecieron las voces apocalípticas que decían que era un disparate. Recuerdo perfectamente, porque estuve en la génesis del Hotel Conrad desde el punto de vista de la administración, que teníamos algunas voces y partidos incluso organizados que decían que ahí se venían la prostitución y el juego de Las Vegas, que íbamos a pudrir Punta del Este con esa cosa indeseable.
El Conrad marcó un antes y un después y le permitió a Punta del Este acceder a cierto público que no llegaba y a cierta desestacionalización de la que siempre hablamos y por la que poco hacemos. En este momento se plantea una conversación parecida. Eso desde el punto de vista del turismo al que eventualmente podremos llegar.
EC —Cipriani y Viñoly dicen que están convencidos de que van a traer compradores de alto poder adquisitivo de fuera de la región que vengan a residir a Punta del Este además, que creen población. Y que por otro lado buscan generar una actividad que se extienda a lo largo de todo el año, con convenciones, escuelas de gastronomía y hotelería, el centro de investigaciones oceanográficas, etcétera.
Me gustaría escuchar al arquitecto Pintos en torno a esta parte del proyecto, los objetivos.
CONRADO PINTOS (CP) —Yo realmente conocí el proyecto a través de un wasap el viernes en la tarde y todavía estoy un poco bajo los efectos del asombro. Cuanto más leo o más escucho, en lugar de aclarárseme el problema, más me desconcierta. Primero, se habla de la inversión como muy importante, etcétera; yo pienso que, como todas las inversiones, sin saber visiblemente mucho de economía –más bien mi vida prueba lo contrario–, deben considerarse en el tiempo. Y en la hipótesis de que esto fuera un error, de que esto generara un daño, cosa que discutiremos después, hay que calcular ese daño ¿en cuánto?, ¿100, 300, 600 años? ¿Cuánto dura un edificio?
Segunda cosa, yo no le clavaría al turismo sofisticado el insulto de pensar que va al lugar donde haya edificios altos o va a conocer marcas olímpicas de altura. Para nada, el mundo está lleno de edificios altos y en lugares, en contextos, que gracias a eso han logrado ser realmente atractivos. A todos nos cae inmediatamente la ficha de Nueva York, de Manhattan en particular. ¿Será que Venecia precisa una torre de 300 metros para que vaya un turismo sofisticado, etcétera? ¿Será que en las islas griegas, que en Siena hay que clavar una torre para que vaya el turismo? ¿O será que el caso puede llegar a ser el de la Costa Brava española, donde sucedió exactamente lo contrario, donde la voracidad inmobiliaria fue generando un movimiento edificio tras edificio, precedente tras precedente, consecuente tras precedente, hasta arruinarla y hoy en día tiene un turismo probablemente de segunda? Tampoco soy especialista en turismo, pero me guían el sentido común y alguna cosa que uno ha visto.
EC —Arquitecto Chiacchio, en su intervención, su colega, el arquitecto Pintos, saltó de los objetivos de este emprendimiento del Grupo Cipriani, que parece difícil rechazar, a la forma, al instrumento que se elige para ir en busca de ese otro tipo de compradores, de ese otro tipo de población que se estaría generando en el predio del Hotel San Rafael. Lo escucho. La pregunta es: ¿por qué, para lograr ese objetivo de traer un público comprador que hoy no existe, hay que implantar en esa zona de Punta del Este, que es de construcciones de baja altura, una torre de 300 metros, y no solo esa, también la de 27 pisos y la de 20 pisos?
RC —No tengo una respuesta para esa pregunta porque creo que esa no es la pregunta, con todo respeto a Conrado. Este grupo propone esa geometría, esa volumetría, pero es la primera vez que aparece una propuesta que apunte a ese público. Desde el punto de vista del ejecutivo hay una cosa muy clara: nosotros podemos recibirla y enviarla a la Junta Departamental con informe favorable o no, y en caso de que vaya con informe favorable la Junta Departamental podrá aprobarla o no. Esas son etapas que vendrán.
Lo que sí tenemos claro hoy desde el punto de vista de la inversión –yo tampoco soy experto en economía– es que quienes vienen a ofrecernos esto no son dos improvisados. Nosotros hemos visto pasar por Punta del Este y por Uruguay, pero sobre todo por esta zona, que es una especie de boca de entrada de cosas muy buenas y de cosas muy cómicas a veces, elefantes blancos de todos los tamaños y la mayoría terminaron siendo cuentos de hadas.
En este caso, quienes vienen, el Grupo Cipriani no es alguien que haya hecho dinero con petróleo, con venta de ropa, de tomates o de lo que fuere, sino que es gente de la gastronomía y la hotelería, es gente que sabe del tema. Por lo tanto se supone que cuando hacen esto no es una apuesta al aire, se supone que saben de lo que hablan. Y el colega nuestro que viene acompañando al grupo, que fue seleccionado por el interesado, creo que coincidiremos con Conrado en que es un arquitecto sumamente prestigioso, no tenemos que decir quién es el arquitecto Rafael Viñoly a escala nacional, a escala mundial. Por tanto, yo diría que coincido totalmente con las palabras que Mariano Arana expresó algunos días en cuanto a que esto merece de mínima un análisis muy tranquilo, sereno, serio, para ponderar las virtudes y defectos del proyecto y de la inversión.
Volviendo a la inversión, pienso que si este grupo trae esta propuesta es porque no viene a buscar el público argentino, que es el que nos visita mayoritariamente. Dicen que con una inversión de este tipo –independientemente de la geometría– ellos traen su público, el público que ya tienen, el que conocen, el que manejan en su escala o en su nivel de actividades, que puede venir a Punta del Este. De hecho, hay algunas pruebas: siendo oriundo de Punta del Este, habiendo trabajado toda la vida en los ladrillos, yo me entero la semana pasada de que Cipriani hace 27 años vive en Punta del Este, no tenía ni idea. Pues este señor, muy conocido, hace 27 años que vive acá.
EC —Giuseppe Cipriani, que es tercera generación, es nieto del fundador del Harry’s Bar, etcétera.
RC —Exactamente. Y como él, tenemos muchos europeos. Hay una cosa muy interesante, un ejercicio que hace tiempo que quiero hacer y me propongo hacer es que la Intendencia tenga un vuelo de helicóptero pagado, con los profesionales que sea, y haga un vuelo desde la laguna de José Ignacio hasta la laguna del Sauce, entre la ruta 9 y el mar, para mostrar que gran parte de eso que nosotros tenemos categorizado como suelo rural hace tiempo que dejó de ser rural, es un suelo turístico. Tenemos un frente costero que defender que ya está bastante saturado de ocupación, y apareció, no por genialidad de nadie, ni del gobierno nacional ni de las administraciones departamentales –algunas de ellas me implican–, un turismo de alta gama con las chacras turísticas. Es un turismo que se radica a veces seis meses acá, seis meses en Europa, hay gente que no sale en las revistas de acá, pero aparece en las revistas europeas. Ese público no contamina, paga los mejores sueldos, cada una de esas casas da trabajo a 10 familias, mínimo, en algunos casos tienen 25 operarios todo el año, y son residencias, simplemente.
EC —¿Por qué menciona esa parte del desarrollo inmobiliario de Punta del Este?
RC —Porque hay un público que está llegando a Punta del Este, que puede ver Punta del Este como un lugar donde afincarse, donde invertir, y me parece que es por ahí por donde vienen los tiros de este grupo, que apunta a ese público europeo y no al público que conocemos todos los días, que nos ocupa plazas de estacionamiento, que nos contamina, que nos llena de tránsito las calles.
EC —Pero de esa manera usted les da argumentos a los que dicen no a este proyecto del Grupo Cipriani. Porque si de la otra manera, nada menos que con chacras, simplemente chacras turísticas, se está consiguiendo un público diferente, ¿por qué se va a ir a un complejo de este volumen y con estas características tan chocantes?
RC —Independientemente de lo chocante del proyecto –siempre quedamos en la caja–, lo que sucede es que ese público es la avanzada de un público que ve en Punta del Este la potencialidad de un balneario que colme sus expectativas, que de repente no encuentra en su lugar, unida a las virtudes del país y a una serie de cosas que ellos aprecian y nosotros a veces no ponemos en valor.
EC —Arquitecto Pintos.
CP —Voy a ser rápido porque Emiliano me rebotó el argumento de las chacras, que parece ser el ejemplo clásico, que para descubrirlo, como bien dice Roberto, hay que subirse a un helicóptero. Quiere decir que en el horizonte normal de los mortales que circulamos por allí todo eso puede convivir perfectamente con la integridad de un paisaje. No es el caso este.
Yo pensaría también que hay distintos tipos de avanzadas. Puede ser la avanzada de un turismo sofisticado o puede ser la avanzada de especuladores inmobiliarios de gran talla que se radican en un lugar, generan oportunidades, hacen su negocio y luego, cuando por colmatación o por baja calidad del entorno resultante deja de ser negocio, van a otra parte, se transforman en avanzada en otro lado. Eso, que no es una pesadilla mía, sino que ha sucedido en distintas partes del mundo, es de lo que deberíamos tratar de guardarnos, deberíamos preguntarnos cuál es realmente, por qué hay gente que viene a Punta del Este, por qué todos esos a los que se refería mi colega recién viven ya hoy en Punta del Este. ¿Qué es lo que buscan? ¿Esto que se está proponiendo hoy? Me da la sensación de que estamos hablando de una propuesta opuesta por el diámetro al arquetipo que persigue ese tipo de turismo.









