
EC —Arquitecto Pintos.
CP —Creo que estamos entrándole al tema un poco por las hojas y no por el rábano. En el sentido de que tal vez lo que más impacto genera es la volumetría propuesta. Pero analicemos el tema de la persistencia, el tema de la permanencia del Hotel San Rafael y el respeto y el cariño por un ícono, etcétera. Hay amores que matan, eso puede ser preservar el Hotel San Rafael por lo que significa como imagen. Coincido parcialmente con Roberto en el sentido de que tampoco es algo que me haya enamorado nunca, pero debo decir que es un ejemplo de construcción serio. Octavio de los Campos, que fue una figura de la arquitectura moderna en el Uruguay, en determinado momento de su vida hace estas cosas un tanto desconcertantes, construye San Rafael y construye su propia casa en la calle Antonio Costa manejando un lenguaje Tudor, de la misma manera que hace un banco –que hoy es el INJU, el Instituto de la Juventud, allí en 18 de Julio– con un lenguaje neoclásico.
EC —Dos estilos completamente distintos.
CP —Se lo criticó y él dijo: “Podrán criticarlo, pero no pueden negar que está bien hecho”, o sea que el lenguaje está bien manejado. Y es cierto, el Tudor está bien manejado. Pero se rescata esto y se dice que forma parte de un conjunto, cuando en realidad las cosas forman parte de un conjunto cuando son posibles de ser leídas como ese conjunto, no cuando hay una coexistencia absolutamente desproporcionada, con ciertos detalles… Con el mayor de los respetos por un arquitecto argentino, me permito corregir, porque me parece relevante dónde alguien se recibe, vive y ejerce…
EC —Viñoly nació en Uruguay, pero se formó en Argentina y después ha vivido en el mundo. Tiene de todos modos una casa acá, en Maldonado mismo.
CP —Ni que hablar, por favor. Pero realmente parece una ingenuidad construir edificios de 27, de 20 pisos o una torre de 300 metros y colocarles un techito que alude al pequeño edificio que en esa coexistencia dejó de ser eventualmente discrepable para pasar a ser ridículo. Ese es el tema. Ya lo hemos discutido aquí con respecto a cosas como el Cantegril con el edificio que se le monta arriba.
EC —El proyecto en Pocitos que salva a la confitería Cantegril con un edificio atrás.
CP —Exacto, con unas cornisas más grandes que el edificio. Condenándolo a una sobrevida de ridículo, a lo cual habría sido preferible una buena eutanasia: demolámoslo y se construye esto, si es que se justifica construir lo que se va a construir. No es el caso salvar San Rafael en estas condiciones, realmente.
EC —¿Y a propósito del puente?
CP —Ni que hablar. Porque además el puente es una señal, el puente y su llegada, su pisada sobre la playa. Yo sé y estoy absolutamente seguro de que es imposible –ojalá– que en este país suceda que alguien le ponga un alambrado a la playa y que tenga lo que hay en tantos lados, una playa privada. Pero como señal circula a contramano de la cultura de este país, es una señal de apropiación absolutamente innecesaria, porque hasta ahora no es que alguien haya dejado de ir a la playa frente al San Rafael porque no pudo cruzar la rambla.
EC —Arquitecto Chiacchio, ¿cuál puede ser el destino de este proyecto? ¿Cabe la posibilidad de modificarlo? El arquitecto Viñoly durante su comparecencia en la Junta Departamental dejó abierta esa posibilidad. Fue muy elogioso por otro lado con el método que existe en Londres y en Inglaterra a los efectos de aprobar proyectos arquitectónicos, un sistema en el cual no hay una normativa, sino que se discute caso por caso con la participación de la comunidad, incluso en períodos largos, de hasta cuatro años. Pareció que dejaba esa alternativa. ¿Qué dice usted?
RC —Tuve la misma sensación de que la puerta está abierta para dialogar y apuesto a eso. Creo que tenemos esa instancia de dialogar con él y con el inversor en el análisis tanto en el ejecutivo como en el legislativo y veremos en qué decanta esto. Coincido totalmente con Conrado en que lo de la playa es algo que para nosotros es muy caro. Yo fui director de Planeamiento en la Intendencia de Burgueño, del 90 al 2000, mucho antes de que existieran siquiera el Ministerio de Medio Ambiente y la Dinama, e hicimos en Punta del Este tareas de recuperación y de cuidado de playa. Muchos de los técnicos actuales de la Dinama ellos se formaron en Punta del Este junto con nosotros y el doctor Milton Jackson, que era nuestro asesor. En ese sentido lo de la playa para nosotros es un no, en eso vamos a coincidir con la Dinama totalmente. Y lo de alambrar playas no existe, estamos más bien desalambrando.
Solo un comentario a Conrado más que nada de boliche. La pelea por Viñoly argentino o uruguayo es una pelea con Gardel al revés. ¡Estás tirando los argumentos que estamos peleando desde generaciones por Gardel!
CP —Convengamos en que no es lo mismo. Será porque yo soy arquitecto…
RC —¿Sabés que es así? No es lo mismo porque no conocemos a los guitarristas. Yo tuve una oportunidad –te lo cuento como anécdota porque es interesante–, de esas pocas que la vida te da, de trabajar con Solsona, que es un arquitecto prestigioso argentino, que en su momento era Pelé en Argentina.
CP —Donde creció Viñoly.
RC —Justamente. Yo le hice una dirección de obra en Punta del Este y cuando lo conocí, tomando un café, le digo: “Discúlpeme la cara de idiota, pero cuando yo estaba en facultad cruzamos a Buenos Aires a ver sus obras. Estoy como sentado con Dios”. Y me dice: “Sentate tranquilo porque si yo te contara las cagadas que hice caería del cielo. Además yo fui Dios mientras tuve a Viñoly en mi equipo”. Es decir, la talla de Viñoly, argentino, uruguayo, mundial, no la vamos a descubrir ni vos ni yo, eso lo respeto. Por eso creo que deberíamos manejar el diálogo… Me preocupa que de esto se haya hecho un Peñarol-Nacional, una cosa de gente calificada, como tu caso y muchos otros, que opina fundadamente, y gente que a través de las redes, a favor o en contra, dice cualquier cosa desde un anonimato bastante perverso.
Lo bueno es que vamos a tener esa instancia de diálogo en la que, con un análisis sereno, veamos hasta dónde eso puede modificarse. La verdad que esos techitos de ese Campanile –que proporcionalmente no me molesta en sí mismo, otra cosa es en el entorno, en fin– arriba también me resultan un poco cómicos. Pero con el respeto debido, supongo que el colega tendrá un desarrollo del proyecto y esto es el primer esbozo que tira sobre la mesa. La maqueta es bastante infeliz, pero cuando uno analiza los gráficos, viendo cortes y piezas reales, hay cosas bastante más agradables, hay unas fachadas que son realmente interesantes.
EC —Arquitecto Pintos, un último comentario.
CP —Realmente, creo que toda la discusión sobre el lenguaje es una discusión de segundo orden. Creo que no se discutió lo principal, que es aquello que hace a que, tenga la solución formal que tenga, la iniciativa con esta volumetría genera algo que es altísimamente discutible. Primera cosa.
Segunda cosa, no voy a discutir el talento de Viñoly ni la picardía de Solsona de negar sus propios méritos, porque Solsona ha seguido haciendo obra estupenda y la había hecho antes. Pero sí voy a decir que los arquitectos somos seres falibles, entonces todo lo que hacemos es discutible, primera cosa, y segundo, a mí me gusta discutir de arquitectura a partir de los resultados y no de los autores, y mucho menos en esta época cuando parecería que hay firmas que validan cualquier cosa. No digo que esto sea cualquier cosa, digo que esto es altísimamente discutible y el que lo firme Viñoly no me hace nada a favor, porque mañana Viñoly va a ser igual que cualquiera de nosotros, va a tener el mismo destino, debajo de la línea de tierra, y lo que queda arriba de la superficie del planeta no son los currículos, son los edificios.
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Transcripción: María Lila Ltaif









