
EC —Para profundizar en esta situación, está con nosotros Ángel Arellano, venezolano de 27 años, que vino a Uruguay para cursar un doctorado en Ciencias Políticas en la Udelar en 2015. Proviene de Clarines, un pequeño pueblo ubicado a unas cuatro horas de Caracas. Allá era profesor universitario, aquí trabaja en una empresa de telecomunicaciones.
De algún modo, tu propia peripecia da una pauta de cómo se insertan los venezolanos en Uruguay.
ÁNGEL ARELLANO (AA) —Del salto, hay un salto importante.
EC —¿En qué sentido?
AA —Fundamentalmente la gran mayoría de nuestra comunidad en Uruguay son técnicos universitarios, profesionales, hay muchos con posgrados, con maestrías, he conocido profesores con doctorado inclusive. De un día para otro su vida les cambia, aterrizan en otro país y tienen que buscar un nicho laboral en otro sitio. Puedes encontrar abogados, médicos, todo tipo de profesionales tanto haciendo de taxi como trabajando en un lugar comercial, como en un supermercado, etcétera. Obviamente cualquier trabajo dignifica, pero esto también muestra ese salto inesperado en una comunidad.
EC —¿A ti cómo te han tratado los uruguayos?
AA —Muy bien, muy bien.
EC —Tres años ya, ¿no?
AA —No, dos años y poco. Como comunidad, tengo interacción diariamente con muchas personas de la comunidad venezolana y hemos visto una inserción muy positiva. Contra todo pronóstico, inclusive, porque la comunidad venezolana tiene unos valores no solo institucionales sino como sociedad en cierta manera diferentes de los valores uruguayos. La sociedad uruguaya es un poco más conservadora, la venezolana es un poco más extrovertida, más movida, pero ha podido compaginar de la mejor manera posible, no solo en el tema laboral, sino también en el tema social. Entonces es muy probable que ahora por ejemplo en el Carnaval te encuentres a muchos venezolanos concurriendo a los tablados de los barrios, al Velódromo, al Teatro de Verano, y participando en plazas públicas y en eventos. Me he encontrado venezolanos en cualquier área de la vida uruguaya, en el escenario cultural, como por ejemplo el maestro Alberto Vergara, que participa como director invitado en la Banda Sinfónica de Montevideo, y también maestros venezolanos dando clases en escuelas, en liceos, en las universidades, etcétera. Y también en el interior del país, donde cada vez más hay más presencia venezolana.
EC —Obviamente, una de las principales preocupaciones de los inmigrantes venezolanos es el acceso al trabajo. ¿Qué impresión sacan ustedes? ¿Uruguay tiene una oferta suficiente para la cantidad de personas que están llegando?
AA —Hay toda una colectividad que escribe, que opina, que critica, que genera opinión en la prensa y demás y que comenta que la migración venezolana, esta explosión de inmigración venezolana en la región, que es algo que no se había visto, por lo menos hasta 2015, representa una crisis en potencia para la región. Porque los países de la región no están preparados para que más de 2 millones de personas salgan en menos de dos años, que es lo que se está viendo.
Uruguay no escapa a eso. Al día de hoy hay por lo menos 6.000 venezolanos residenciados, y la gran mayoría precisan un trabajo, necesitan una fuente de ingresos. Han podido conseguir de una u otra forma una entrada, muchos en su área profesional, otros fuera de su área profesional, otros han iniciado emprendimientos por cuenta propia, en restaurantes, en las ferias, como vendedores, etcétera. Eso ha permitido que de alguna manera todavía no tengamos un problema en ese sentido.
En la ONG Manos Veneguayas, de la que formo parte, hemos hecho un gran esfuerzo por generar iniciativas de adaptación laboral, talleres de formación para los nuevos inmigrantes, que no conocen el sistema. Porque en Venezuela se opera de una manera radicalmente diferente de cómo está montado el Estado uruguayo, el tema del BPS, el Fonasa y demás, esa funcionalidad no existe en Venezuela. Entonces el inmigrante, que es una persona que tomó una decisión probablemente dos meses antes de llegar aquí, cuando llega se encuentra con esa situación y no entiende cómo funciona el sistema. Ahí nosotros hacemos un gran esfuerzo por orientar para que no exista ese choque. Y hasta el momento creo que ha sido bastante positiva la receptividad del mercado y de la sociedad en su conjunto.









