
EC —Vamos a los antecedentes. Daniel Ortega lleva 11 años como presidente, en este que es su segundo período en el poder. En los primeros años de la revolución que derrocó a la dinastía de los Somoza, Ortega fue coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. En 1985 fue elegido presidente por primera vez (el vicepresidente era Sergio Ramírez). Cinco años después, en 1990, fue derrotado en las urnas por Violeta Chamorro, que había integrado el primer período de gobierno posdictadura. Ortega pasó a la oposición junto con el sandinismo y se presentó varias veces a las elecciones hasta que volvió a triunfar en 2006, al frente del FSLN. Pero ese FSLN ya no era el mismo de los años de la revolución, ¿no? ¿Qué había pasado?
MZ —En la década de los 80 hubo una guerra, también apoyada por el gobierno de Estados Unidos, que marcó una serie de dificultades en el país y diferencias también a la interna del FSLN, en su accionar y en las políticas hacia la población. Cuando el Frente pierde la elección, en el gobierno de transición con doña Violeta Barrios de Chamorro, en el primer trimestre de 1990, sucede un hecho que creo que la población no olvida y que marca un asunto importante. Y es que hubo una piñata, una serie de medidas legales y otras no de apropiación de bienes, de casas, de fincas, a manos de algunos sandinistas en el poder.
EC —¿Cuándo ocurrió eso exactamente?
MZ —En el período de transición de 1989 a 1990, cuando se pierde el poder y asume el gobierno doña Violeta Barrios de Chamorro. Creo que ese fue uno de los primeros actos que provocaron el descontento de la población y que marcó todavía más diferencias económicas, ante el surgimiento de una nueva clase política y económica en el poder. Esto es un elemento.
El otro elemento es que se entra en un cogobierno con los partidos neoliberales. Aparte de la repartición de bienes y negocios entre sandinistas y liberales, se entra en un pacto con Arnoldo Alemán. Este pacto con Arnoldo Alemán tiene un paralelo que es la reducción de los partidos políticos minoritarios en las contiendas electorales. Esto es una evidencia de cómo la corriente neoliberal y el partido sandinista en el poder, dizque de izquierda, desarrollan una serie de negocios y despliegan una aplanadora política para excluir a otros sectores. Y poco a poco los partidos minoritarios y otros partidos van desapareciendo por una decisión arbitraria y por un sistema, un orden electoral, una ley electoral bastante débil y frágil que tenemos en el país.
EC —Usted en particular, ¿cuándo se va del FSLN?
MZ —En 1988, 1989, antes de la pérdida de elecciones, por razones familiares, personales y porque yo estaba en la escuela de cuadros, teníamos la labor de formar cuadros, capacitar y trabajar con todo un tema del plan del FSLN. Pero eso realmente era una retórica alejada de lo que pasaba en la realidad.
EC —Usted se va del FSLN cuando todavía el FSLN estaba en el gobierno.
MZ —Exactamente, yo me voy en ese período, porque muchos de los que estábamos casi acompañando en ese momento estábamos cansados de estar haciendo lo mismo, hablando de una teoría que estaba muy alejada de la realidad y de un discurso que era justificado por la guerra. Aquí todo se trató de justificar por la guerra. Pero eso no es cierto, la guerra no es la causante de todos los problemas que tuvo el FSLN, antes y después hubo también una serie de errores. Porque podemos decir que el FSLN no fue un partido exactamente, fue una organización político-militar que lógicamente tuvo sus fragilidades antes y ahora, como la separación de las tendencias antes. Posteriormente su mayor fragilidad es la falta de consistencia con una ideología de izquierda, lo cual se pone en evidencia con estos pactos, con las políticas, con la privatización de los servicios públicos en la década de los 90, cosa que hicieron los gobiernos neoliberales, pero había también un mando desde abajo en el Parlamento y por la fuerza del FSLN. Ese fue otro de los elementos que marcaron este proceso en que el FSLN ha venido perdiendo su identidad, su naturaleza. Las privatizaciones de servicios públicos como el agua dejan a esos servicios sin una correcta auditoría y control social y sin control de la corrupción.
EC —Otro tema que en esos años fue noticia: la hijastra de Daniel Ortega, Zoila América, lo acusó en 1998 de haber abusado sexualmente de ella desde que tenía 12 años de edad. Después Zoila se exilió en Costa Rica habiendo acusado a su madre, la actual esposa de Daniel Ortega, de perseguirla políticamente. Esas denuncias, que no terminaron teniendo consecuencias penales para Daniel Ortega, ¿qué impacto tuvieron en la población? Por lo visto, un impacto relativo, si nos atenemos a lo que ocurrió en las elecciones, porque en el año 2006, 2007, Ortega volvió a ganar.
MZ —La denuncia de Zoila América –que después fue llevada a las cortes internacionales– tuvo un gran impacto en la población, pero ella 10 años después retiró la demanda, y me atrevería a decir que lo hizo porque sufrió censura. Hay mucha documentación pública, en la cual me estoy basando para dar esta opinión, que señala que la denuncia fue retirada por presiones de la familia. Posteriormente el marido de Zoila América fue sacado del país también y pasó a un silencio. El impacto fue que grupos de mujeres, organizaciones feministas pasaron a estar en la vereda de enfrente del gobierno, entonces fueron también censuradas y atacadas.
Y podemos vincular el tema de Zoila América con el nacimiento de una ley de violencia contra la mujer, la ley 779, que establecía una serie de medidas cautelares y no cautelares para el establecimiento de la justicia, la prisión, la investigación de los violentos contra las mujeres. Pero esto después causó un revuelo porque podía poner en peligro a muchos dirigentes que podían estar siendo denunciados y acusados. Entonces se pasó a una reforma en la que se incluyó una cláusula de mediación. Paralelamente se destruyeron y desaparecieron las comisarías de la mujer que la policía sandinista, la policía nacional, había venido desarrollando de manera muy eficiente, con una buena imagen para toda la población y con mucho impacto también fuera del país en América Latina. Las comisarías de la mujer ahora no existen y podemos relacionar esto con toda una política sobre cómo abordar el tema, detrás de la cual se esconden diversos intereses. No es un tema prioritario para el gobierno, vemos cómo la policía ha desaparecido de estas comisarías, cómo se presta al juego en el tema de la violencia contra la mujer. Hay cantidad de denuncias y cantidad de muertes de mujeres que siguen subiendo y siguen estando en el anonimato, y todavía sin justicia.









