La regularización del mercado de marihuana se aprobó en el Parlamento en 2013, pero la utilización medicinal del cannabis continúa sin avanzar. ¿Qué se está perdiendo el país?
EN PERSPECTIVA
Viernes 27.07.2018, hora 8.27
EMILIANO COTELO (EC) —El desarrollo de la medicina cannábica sigue siendo una asignatura pendiente en Uruguay.
Un año después del comienzo de la venta de marihuana con fines recreativos en las farmacias, sigue sin habilitarse otra actividad prevista en la ley del año 2013: la producción industrial en base a plantaciones locales de cannabis, que abarca varias posibilidades, una de ellas la producción de medicamentos.
Está en juego la posibilidad de que los uruguayos que necesitan esos fármacos puedan comprarlos a un precio más barato que los importados y con una garantía de calidad que no ofrecen los medicamentos caseros disponibles en el mercado irregular. Pero además, está desaprovechándose un negocio con gran potencial para la exportación.
Para charlar sobre esos dilemas, en primer lugar el contacto será con el ingeniero agrónomo Eduardo Blasina, directivo de la empresa Cannabis Uruguay y director de la consultora Blasina & Asociados. Luego vamos a sumar a la doctora Julia Galzerano, especializada en medicina cannábica, que ha participado en estos días en contactos con autoridades del Ministerio de Salud Pública a raíz de esta temática.
Eduardo, en otras charlas contigo ha quedado claro el perfil variado de actividades en que te movés: consultor agropecuario, periodista radial, pero por otro lado fuiste en Uruguay uno de los impulsores de la regulación del mercado del cannabis, y ahora, en la columna que publicaste el sábado en El Observador, a raíz del primer año de venta de la marihuana con fines recreativos en farmacias, planteaste esta otra inquietud: el tiempo que estamos perdiendo en cuanto a los medicamentos en base a cannabis. ¿Por qué?
EDUARDO BLASINA (EB) —Por un lado, porque como agrónomo me parece lo más sofisticado que se puede hacer en agronomía, lo que más valor puede agregar. No deja de ser agronomía una cadena agroindustrial que empieza en una plantita y termina en un medicamento. Para mí es el sueño del Uruguay agrointeligente. Y a la vez por una razón ética, es permitirles a los niños de Uruguay, de Argentina, de Brasil y de tantos lados acceder a medicamentos más baratos que importarlos de Suiza. Yo vengo de Suiza donde hay una industria floreciente, pero el salario rural es de € 8.000 por mes, entonces naturalmente hay un gran interés en el producto de Uruguay, incluso en Suiza, porque aunque Uruguay nos puede parecer caro, comparados con Suiza ciertamente somos muy competitivos en costos. Entonces genera un poco de alarma ver cómo todo el mundo avanza tan rápidamente y aquí seguimos no solo a un año de que el cannabis lúdico esté en las farmacias, sino a cinco años de tener la ley. Uno cuando sale al mundo, cuando recibe inversores, dice “es una excelente ley para desarrollar medicamentos en base a cannabis en Uruguay”, pero después de la ley hay que pasar por etapas que siempre tienen un escollo más, una demora más o una arbitrariedad más. En la práctica es muy difícil sostener lo que uno les dice a los inversores sobre la seriedad de Uruguay cuando luego uno queda en falso. Uno logra que hagan una apuesta importante, gente que pasa por todos los controles del Banco Central, que tiene garantizado y chequeado por todos lados que es gente simplemente que ve en esto un buen negocio desde lo monetario y desde lo ético, pero luego siempre hay un estorbo más. Se nos pasa el tiempo, cada vez tenemos más competencia, porque hace cinco años teníamos un monopolio, hoy tenemos opciones donde desarrollar esto en los cinco continentes que están yendo mucho más rápido que Uruguay.