Ante la desaparición física de Fidel Castro no concibo otra idea que analizarlo desde el punto de vista de su papel en la izquierda internacional y, en particular, en América Latina. Para esto es necesario repasar sus ideas y sus obras. Dejo de lado la crítica fácil de “era un dictador sangriento”: si vamos a juzgar a un jefe de Estado por la cantidad de cadáveres que cosechó, ¿qué dejaríamos para Harry Truman y sus bombas nucleares y tantos otros que no son calificados así?
Castro fue el principal representante de la izquierda emocional en el último medio siglo. Esa izquierda que pensaba –Antonio Gramsci fue el más claro en enunciarlo– que bastaba con la voluntad de unos pocos para construir una sociedad nueva. Ernesto Guevara lo sintetizaba con su “hombre nuevo”. Cuba lo pretende demostrar con sus éxitos de alfabetización, medicina y solidaridad. Pero veamos la base económica sobre la cual se apoyó Castro y su revolución.
A principios de 1959 la Revolución cubana tomó el poder en la isla. A partir de febrero de 1960 Cuba tuvo una dependencia creciente de la URSS. En octubre de 1960, debido a la nacionalización de empresas norteamericanas, EEUU inició el bloqueo comercial, económico y financiero contra Cuba que todavía continúa. En abril de 1961 ocurrió la invasión de Bahía de Cochinos. A fines de 1961 Castro se declaró marxista-leninista hasta el último de sus días. En una entrevista de 1967 declaró que no era marxista cuando tomó el poder. En esa entrevista también afirmó haber leído varias obras de Marx, Engels y Lenin, pero solamente menciona al Manifiesto Comunista.
La influencia de la URSS ya era notoria durante la crisis de los misiles de octubre de 1962. La salida esta crisis significó que la URSS retirara sus misiles de Cuba, EEUU de Turquía y Cuba quedara sin su escudo militar soviético. En los hechos, las tres partes se consideraron derrotadas por la crisis y el mundo evitó una guerra nuclear. A partir de este momento Cuba apuntó su estrategia hacia América Latina según la teoría “foquista” de Guevara (“crear dos, tres, muchos Vietnam”, algo que la historia posterior de Vietnam refutó ampliamente al convertirse a una economía capitalista pujante). Comenzó así la difusión fuerte de la izquierda emocional en la región y nacieron muchos movimientos revolucionarios, incluyendo uno en Uruguay. A fines de 1964 Guevara, tal vez impaciente por ver resultados de sus “focos”, abandona Cuba e inicia varios movimientos revolucionarios en África y Bolivia que finalizaron con su muerte en 1967.
Cuba, fuertemente condicionada por su dependencia de la URSS, dirigió la economía de la revolución en un sentido equivocado: la producción de azúcar y de productos ganaderos. En los hechos no hacía sino fortalecer la vieja economía colonial de la isla, instalada desde comienzos del siglo XIX. A diferencia del camino chino, que rompió su vinculación con la URSS a fines de 1962, no inició un proceso de industrialización y desarrollo.
Las planes de la revolución cubana sobre su desarrollo son claros y definidos. En la entrevista de 1967 Castro declaraba:
"Según mi opinión no hay ningún otro país en el mundo que tenga las condiciones naturales para producir azúcar de caña que Cuba posee. También poseemos condiciones excepcionales para la ganadería. […] Debemos aprovechar nuestros recursos naturales y emplear los cientos de miles de hombres y mujeres capaces de realizar tareas simples […] la carne y la leche son escasas. Los alimentos son escasos en el mundo. […] Hemos llegado a la conclusión que nuestra principal fuente de riqueza está en la agricultura […] Esto significa que hasta el año 1970 nos dedicaremos al desarrollo de la agricultura."
En Uruguay se oye desde siempre una argumentación similar. Es importante meditar en sus consecuencias.
Debido al bloqueo de EEUU, uno de sus principales clientes comerciales de antes, Cuba se orientó a la producción agrícola y el comercio con el bloque socialista y diversos países europeos que no participaban del bloqueo. En una entrevista de 1985 Castro declaró que el 85 % de su comercio era con los países socialistas. La expectativa estaba en los consumidores de alimentos de esta región. Así fue que en 1970 Cuba se embarcó en una aventura económica increíble para una economía socialista: la zafra de los diez millones de toneladas de azúcar. Quedó claro entonces que no seguiría el camino de la industrialización y el desarrollo económico sino el del monocultivo. Cuba pretendía alcanzar esta producción de azúcar y comprometió toda su economía en este esfuerzo. Naturalmente, fracasaron. Produjeron algo más de 8 millones de toneladas pero desbarataron el país y su agricultura.
En 1985 Mijail Gorbachov asumió el poder en la URSS y poco tiempo después comenzarían las reformas, conocidas como la Perestroika. Este proceso llevó a la URSS a su desaparición en 1991. Entre 1970 y 1991 Cuba vivió del petróleo barato que compraba y del azúcar caro que le vendía a la URSS. A partir de este momento, la economía dependiente se quedó sin sostén y hasta la alimentación de los habitantes de la isla entró en crisis. Fue recién con la Revolución bolivariana de Venezuela de 1998 que Cuba logró comenzar a recuperar su economía.
En 2006 Fidel Castro cedió el comando de la revolución a su hermano Raúl. En 2013 murió Hugo Chávez y la crisis del petróleo hizo que el apoyo venezolano se resintiera. Poco tiempo después comenzó lo que se podría llamar la Perestroika cubana que todavía hoy se está procesando.
Cuba fue y es un laboratorio de experimentación histórica para América Latina. Ha demostrado en los hechos que continuar con las economías coloniales o agregar nuevas materias primas o industrias extractivas no es una base económica que permita dar un paso adelante en el desarrollo. Demostró también –igual que lo hizo la URSS– que seguir las propuestas de estatización del Manifiesto Comunista no lleva a ninguna sociedad nueva sino a regresar, luego de una ilusión, a una forma previa de capitalismo, tal vez con el agregado de la corrupción.
Hay otros ejemplos similares al cubano. Yugoslavia es un caso notorio, pero también el Uruguay lo es, en condiciones económicas similares pero sociales bastante diferentes.
La revolución cubana y las acciones de Fidel Castro nos dejan muchas enseñanzas. La primera y más importante es que no basta con voluntad y buenas intenciones para construir una sociedad nueva; es necesario cambiar la economía. Se repite en estos casos la lección que José Batlle y Ordóñez dejó en Uruguay, pero que los uruguayos se niegan a aceptar. Por razones diferentes, Batlle siguió también un camino estatista y continuó con la economía colonial previa. El Estado de Bienestar, la seguridad social, la educación y la salud, no bastan para cambiar un país. La economía manda y sin una base económica sólida ni la Cuba de los Castro ni el Uruguay de Batlle pueden sobrevivir. Es tiempo de dejar de creer en los Reyes Magos.
—Juan Grompone
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