Por Miguel Fernández Galeano ///
El pasado sábado 31 de octubre falleció en Montevideo el Prof. Dr. Pablo Virgilio Carlevaro. Transcurrió poco más de un año desde junio de 2014 cuando ante un Paraninfo colmado de reconocimientos y afectos la Universidad de la República (Udelar) le otorgó el título de Doctor Honoris Causa por iniciativa la Facultad de Medicina, de la Asociación de los Estudiantes de Medicina (AEM) y del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes. En esa oportunidad, como nos tenía acostumbrados y siempre lo hizo, pronunció un brillante discurso que merece ser pensado y estudiado a la luz de los desafíos actuales para la educación en el país.
En solo seis párrafos se refirió a su persona y al reconocimiento que se le estaba haciendo. Afirmó que fue en la Facultad de Medicina y en la AEM “donde nació y se desarrolló” su formación universitaria y se definió como “un hijo devoto de esta universidad”. Después de anticipar excusas a compañeros y amigos por no referirse “al entrañable pasado compartido”, agradeció la hospitalidad de Cuba y México que lo recibieron en sus doce años de exilio para concluir “de mi vida no corresponde que diga nada más”.
De ahí en más fluyeron con elocuencia sus convicciones sobre el futuro de la Universidad y de la sociedad. Para referirse a ellas, nada mejor que volver a un texto importante tan contundente como profundo que, en el acuerdo o en el disenso, obliga a la reflexión y a hacer opciones políticas en definiciones impostergables.
Fue de este modo coherente y fiel a una trayectoria y a una forma de vivir la vida universitaria y el compromiso social, sin renunciar nunca a la libertad de ejercer plenamente un pensamiento crítico y comprometido con las causas populares. Combinando como pocos el rigor académico con una enorme entrega a los principios humanistas y libertarios de un colectivo de universitarios del que formaba parte, donde prefería sentirse “uno más entre muchos y valorar a cada uno como un par”.
Si bien el decano Carlevaro legítimamente optó por no hablar de “su vida” cuando la Universidad lo reconoció con tan alta distinción, entendemos que no es posible contextualizar y aquilatar su pensamiento sin al menos describir, a grandes rasgos, su rica e intensa trayectoria universitaria y como intelectual crítico y consecuente sobre los problemas de nuestra sociedad en la historia reciente.
Ingresó a la Facultad de Medicina en 1947, desarrollando una exitosa carrera académica como docente e investigador de la Cátedra de Biofísica. En 1949 ingresó como colaborador honorario para alcanzar por concurso el cargo de profesor titular en 1962. Con 35 años se convirtió en el catedrático más joven en la historia de la Facultad.
El desempeño académico del joven profesor Carlevaro y su liderazgo en Biofísica se dio inmerso en un calificado y pujante proceso de innovación e investigación que tuvo en Álvarez y Caldeyro Barcia en Perinatología, Arana en Neurología y Campalans en Nefrología, entre otros, a sus principales exponentes en el concierto regional y aun internacional.
Sus contribuciones al movimiento latinoamericano de Reforma Universitaria y a la transformación educacional con la promoción de extensión universitaria echa raíces en su temprana militancia estudiantil. Desde su ingreso a facultad tuvo una intensa actividad gremial desde la AEM y como editorialista en las páginas del Estudiante Libre, llegando a ocupar la secretaría general entre los años 1950 y 1951. En ese marco formó parte de un amplio colectivo de militantes estudiantiles universitarios que conquistó con la movilización y la lucha la autonomía universitaria, teniendo como hito fundamental la huelga “obrero-estudiantil” de 1951.
Paralelamente a su actividad como profesor, primero en representación del orden estudiantil y después como delegado del cuerpo docente, integró el Claustro de Facultad y ejerció su presidencia en el momento en que se aprobó un Plan de Estudios de 1968 revolucionario y de vanguardia para la región de las Américas.
En lo referido al proceso de docencia y aprendizaje, el “Plan 68” impulsó un cambio del modelo de atención centrado en la salud y no en la enfermedad, superando la hegemonía del paradigma asistencialista-curativo, centrado en la atención hospitalaria hiperespecializada. Incluyó en ese plan la perspectiva de la comprensión psicológica del sujeto a través del análisis, la vivencia grupal y el trabajo colectivo. Jerarquizó el papel de la promoción, la prevención y la participación comunitaria, ejes que también son componentes centrales de la Estrategia de Atención Primaria de la Salud (APS), aprobada diez años después por los estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Alma Ata. Podemos afirmar que el Plan 68 fue un fruto adelantado de la APS.
Pablo Carlevaro ejerció durante doce años el decanato de Medicina en dos períodos interrumpidos por los años de dictadura. En 1969 fue electo con el apoyo unánime de estudiantes y un sector mayoritario de docentes, cargo que desempeñó hasta que en 1973 la dictadura militar lo condenó al exilio. Con la apertura democrática retornó al país en 1985, retomando el decanato hasta el año 1992, cuando cumplió con el límite de edad de 65 años para los docentes universitarios.
Las experiencias de docencia en la comunidad, la vasta producción teórica y las iniciativas en la gestión universitaria de Carlevaro están vinculadas a una transformación radical en la formación en ciencias de la salud orientada al humanismo, la participación comunitaria, y a evitar los reduccionismos biologicistas tanto en el plano epistemológico como en el diseño de dispositivos y herramientas dirigidos a superar las limitaciones que registra el modelo tradicional de atención a la salud.
En su segundo decanato, la inclusión en 1988 del Programa Docente en la Comunidad en la formación de los médicos, sus aportes sobre la importancia de un Plan Nacional de Salud Menta,l así como la creación en 1993 del Programa interdisciplinario y multi-profesional de Aprendizaje y Extensión (APEX-Cerro) que articuló a varias facultades y escuelas de la Udelar, dan cuenta de su preocupación constante por la formación de los recursos humanos y por una mirada de la salud basada en la salud pública y la salud colectiva, así como la transformación educacional a través de la integración de la extensión universitaria como herramienta central del proceso de docencia y aprendizaje. Esta idea la siguió impulsando con inteligencia, creatividad y tenacidad aún después de dejar el decanato, cuando con un grupo de colaboradores inicio las etapas fundacionales de APEX, escuchando las necesidades y demandas de la comunidad del Cerro.
Respecto de la enseñanza en la comunidad, rescatando la experiencia fermental del trabajo en el Cerro desde APEX, en el discurso de 2014 en el Paraninfo, dijo: “Se aprende lo que no se puede anotar en una libreta, lo aprendido se incorpora en el alma y para siempre”.
Su forma de concebir la educación se podría condensar en el espíritu crítico que lo acompañó como docente, integrante del gobierno universitario y decano: “La enseñanza tiene que darle al individuo la posibilidad de cuestionar, porque está pensando diferente, porque no entiende o porque discrepa. El desarrollo de esa capacidad cuestionadora es lo que puede cuajar después en ser propositivo y hacer un proyecto de investigación”.
Fue un docente que se caracterizó por una gran solidez académica y una amplia y diversa formación y sensibilidad cultural. Supo combinar un calificado nivel intelectual, su rigor como científico con un compromiso irreductible con la ética, y su amor por la gente y sus luchas. Su adhesión a la metodología y el conocimiento científico nunca lo alejó de su pasión por diferentes manifestaciones inherentes a toda construcción humana, de la que no estuvo ajeno el entusiasta seguimiento de su querido Montevideo Wanderers Fútbol Club.
Nunca olvidaremos su discurso de bienvenida pronunciado a los más mil estudiantes que ingresamos a facultad a comienzos de los 70 ("Bienvenidos a la facultad más pobre y más libre de América Latina", dijo), crítico y sin hacer concesiones, con “la convicción firme y esperanzada de que todo tiempo futuro deberá hacerse y será necesariamente mejor”.
Vivió y murió consecuente con sus ideas. Sembró ideas y mostró conductas que nos acompañarán siempre.
Orador brillante, repasaba palabra por palabra sus textos, medía con sorprendente atractivo y carisma la formas de decir, siempre acariciando la utopía.
Con sus dichos y sus hechos Pablo nos alentó a muchos a dar más de nosotros y ser mejores.
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Sobre el autor
Miguel Fernández Galeano es doctor en Medicina, fue director de Salud de la Intendencia de Montevideo entre 1995 y 2005 y subsecretario de Salud Pública entre 2005 y 2010. Actualmente se desempeña como consultor regional de la Organización Panamericana de la Salud. Ha sido integrante de las tertulias y las Mesas de En Perspectiva.
Enlace externo
Discurso pronunciado por el profesor Pablo V. Carlevaro con motivo de su designación como Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República (Anales de la Facultad de Medicina, Udelar)
Foto: Pablo Carlevaro. Crédito: Udelar/universidad.edu.uy