Audio y video de la entrevista en este link
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EN PERSPECTIVA
Viernes 09.06.2023
EMILIANO COTELO (EC) —La búsqueda de restos de detenidos desaparecidos en la dictadura militar, una tarea que ya lleva 18 años, con resultados escasos, tuvo esta semana un nuevo mojón. El martes, el Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF) confirmó el hallazgo de restos humanos enterrados en el Batallón 14 del Ejército, en Toledo, Canelones.
Al día siguiente, una delegación de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos llegó hasta el lugar. En medio de la emoción, observaron el gran pozo en la tierra y sobre él una serie de bandejas blancas donde los expertos habían colocado varios de los huesos localizados. Hubo momentos de silencio y también de intercambio con los encargados de los trabajos.
Antes de retirarse, habló con la prensa Elena Zaffaroni, integrante de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
(Audio Elena Zaffaroni.)
Como siempre, como las otras veces, siempre es la primera vez. Muy emocionante, muy removedor, la confirmación de que están. De que están ahí y no los entregan. De que están ahí y no los exigen. Pero están, y salen a la luz gracias a este equipo espectacular, al trabajo espectacular que van haciendo, de una perseverancia que no tenemos palabras.
(Fin audio.)
EC —¿Cómo es el trabajo de los antropólogos que están a cargo de estas excavaciones? ¿Cómo asumen la responsabilidad que les cabe de ser casi la última esperanza, a raíz del silencio que mantienen militares y policías que deberían [dar información] y no lo hacen? ¿Cómo lidian con años de frustraciones y apenas algunos días de éxito? ¿Qué perspectivas ven hacia delante?
Lo conversamos con Alicia Lusiardo, coordinadora del Grupo de Investigación en Antropología Forense de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República.
Usted está involucrada en este Grupo de Investigación en Antropología Forense…
ALICIA LUSIARDO (AL) —Ingresé al equipo en el año 2007, posterior a los dos primeros hallazgos, y a partir de ahí quedé trabajando con el equipo hasta la fecha.
EC —En 2005 se firmó el convenio entre Presidencia y la Facultad de Humanidades para que técnicos de esa facultad iniciaran las excavaciones en búsqueda de restos de desaparecidos. En esa época el trabajo estaba bajo las órdenes de José López Mazz.
AL —Correcto. En 2005 se da toda una situación interesante a nivel de elaborar quién sería el equipo encargado de esta búsqueda, quiénes serían los especialistas o los profesionales que deberían estar a cargo. Se barajaron distintas especialidades, la primera opción era el Instituto Técnico Forense dando cuenta de esta investigación, pero por lo que implica una búsqueda en cuanto a recursos humanos y tiempo que hay que invertir, se vio que el Instituto no se podía dedicar a semejante tarea, y además había –y sigue habiendo– solo un antropólogo forense para todo el país. De manera que empezó esa especie de danza de disciplinas entre geólogos, arqueólogos, a ver quién tendría que integrar ese equipo, y finalmente en 2005, cuando se firma este convenio, se entiende que tiene que ser un equipo de arqueólogos quienes estén en la búsqueda.
EC —Además de su título universitario, ¿ustedes pasaron por una formación especial para encarar este tipo de trabajo?
AL —En mi caso sí, yo tengo una Maestría en Antropología Forense, que fui a estudiar al exterior porque la formación en el área es muy escasa, en América Latina no hay programas de maestría ni de doctorado, entonces hay que buscar esa formación en Estados Unidos o en Europa. La otra alternativa es irse formando día a día en el trabajo de un equipo forense ya establecido, con experiencia que pueda trasmitir a las personas que lo integran. Entonces el GIAF en sus inicios estaba formado por egresados y estudiantes de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas, que si bien tenían experiencia en arqueología, no tenían experiencia en el área forense. Hay que aplicar un montón de cambios en el trabajo al estar enmarcados dentro de un proceso legal. Hoy por hoy en el equipo tenemos gente que ha recibido talleres, cursos especiales, ha viajado al exterior, además lleva ya muchos años en este trabajo y todos hemos aprendido juntos a ir haciéndolo cada vez lo mejor posible.
EC —Desde 2005-2014, con la coordinación de López Mazz, se hallaron cuatro restos de detenidos desaparecidos: Julio Castro, Ricardo Blanco, Ubagesner Chávez y Fernando Miranda. Fue después de eso que le tocó a usted asumir la coordinación en lugar de López Mazz, y había de por medio una diferencia de criterios, un cambio en la metodología de trabajo.
AL —Sí. De hecho, la salida del doctor López Mazz implicó que el equipo quedara sin coordinador. Por mucho tiempo la universidad me nombró a mí como referente, pero no como coordinadora. Había un matiz importante que recién se logra cambiar con el ingreso del equipo a trabajar con el grupo de trabajo Verdad y Justicia y la salida de la órbita universitaria, cuando paso a ser coordinadora. De manera que tuvimos un tiempo en el que no teníamos una coordinación, sino una figura referente. En el primer tiempo de trabajo del equipo, años 2005 y 2006, la investigación se focalizó en aquella información que trasmitía algún dato sobre enterramientos primarios, sobre la presencia de restos óseos en distintos predios militares y se dan estos cuatro hallazgos. En la segunda etapa de trabajo del equipo la búsqueda se focalizó en aquella información sobre desenterramientos o sobre la “operación zanahoria” en todas sus acepciones, y eso fue generando, a la interna del equipo, un cuestionamiento a esa metodología.
EC —La operación zanahoria refiere a la posibilidad de que restos de detenidos desaparecidos en determinado momento, cerca del final de la dictadura, hayan sido desenterrados de sus sitios originales, trasladados a otros lugares, vueltos a enterrar o destruidos y lanzados al mar, etcétera, distintas alternativas.
AL —Incluso una tercera, que sería el enterramiento vertical, el enterrar a la persona “de pie” y plantarle un árbol encima. Tenemos esas tres acepciones de la operación zanahoria: la posibilidad de que no estén porque fueron exhumados, cremados y tirados al Río de la Plata, o la posibilidad de que estén, pero en un enterramiento secundario, en otro predio militar o en otra ubicación del mismo predio donde habría sido el enterramiento primario.
EC —Entonces hubo un período de búsqueda a partir de esa hipótesis.
AL —Sí, se orientó la investigación en distintos predios en base a esta información de desenterramiento, buscando un enterramiento secundario o la evidencia de que hubiera habido cuerpos enterrados allí y que hubiera quedado algún vestigio para ser registrado en ese contexto de excavación.
EC —Cuando usted asume la coordinación se vuelve al criterio de trabajar en los enterramientos primarios.
AL —Sí. Teníamos la gran inquietud de responder a la pregunta de por qué no hemos encontrado más cuerpos. ¿Realmente hubo una operación de desenterramiento de la cual no tenemos ninguna evidencia hasta el día de hoy y que en ese momento tampoco teníamos? Nos replanteamos la investigación: qué información había habido en 2005 y 2006 sobre enterramientos primarios, qué se había incorporado con el paso de los años sobre esos u otros posibles sitios de enterramiento, y cómo se había abordado el sitio en 2005 y 2006 y en algunos casos también posteriormente. Ese poner todo sobre un mapa y volver a evaluar esa información fue lo que nos llevó a pedir una extensión de la cautela para volver sobre sitios ya excavados en el Batallón 13, porque nos dimos cuenta de que las excavaciones no habían sido exhaustivas, que no habían dado cuenta de la totalidad del terreno y que la decisión de dónde terminaba la excavación no había sido necesariamente la misma que nosotros entendíamos que se podía haber tomado como decisión metodológica. Con ese planteo solicitamos la extensión de cautela en el 13, con ese planteo ingresamos de nuevo al Batallón 14 y con ese planteo estamos ahora nuevamente en la chacra de Pando.
EC —Esa diferencia de criterios es interesante y al mismo tiempo terrible. En definitiva se refiere a teorías distintas sobre cómo ocurrieron las cosas para en función de ellas trabajar de una manera o de otra. La operación zanahoria es una posibilidad, se habló mucho de ella; ¿usted, por ejemplo, no cree que haya existido?
AL —Yo digo que no hay evidencia hasta el día de hoy de la existencia de la operación zanahoria. La tomamos como una hipótesis de trabajo, y de hecho metodológicamente trabajamos con la cautela –en ese trabajo si se quiere tan grosero que es el de una retroexcavadora con un tacho en la tierra– de estar atentos a la presencia de fragmentos, de huesos aislados, de restos de cal, de restos de vestimenta, cualquier cosa que pueda ser una evidencia de una operación zanahoria.
EC —Iba a que la operación zanahoria o la circulación de la teoría de la operación zanahoria de hecho puede haber terminado siendo una “distracción”, puede haber implicado una distracción. Entonces, cómo elegir a partir de la materia prima con la que tienen que manejarse, que es información mínima, arrancada por pedazos. Cómo tomar decisiones, un camino o el otro puede ser productivo.
AL —Lo que mayoritariamente integra nuestro archivo es información falsa, que señala incluso enterramientos primarios, testigos que nos señalan in situ dónde estaría el cuerpo, pero después excavamos y encontramos no solamente que no hay cuerpo, sino que el terreno está virgen, ahí no hubo un desenterramiento. La circulación de este rumor o hipótesis de una operación zanahoria no solamente puede hacer que la búsqueda se detenga, porque con toda esa supuesta evidencia, ¿para qué buscar?, sino que además nos distrae, nos hace perder mucho tiempo y nos hace excavar en sitios que no son de interés.
EC —Algunos datos prácticos. ¿Cuántos integrantes tiene el grupo?
AL —En este momento somos nueve personas que trabajamos a tiempo completo, más dos arqueólogos que cubren nuestras licencias o se suman períodos de trabajo muy intenso.
EC —¿En qué consiste el trabajo diario? Por un lado en excavar, pero no solo eso…
AL —No solo eso. Dentro de la antropología forense trabajamos en tres áreas: la investigación preliminar, el abordaje en campo y el análisis de restos cuando tenemos restos para analizar. En el día a día del equipo tenemos una o dos personas dedicadas a la gestión y a la investigación preliminar, que están normalmente en nuestra oficina tomando testimonios o analizando la información, o procurando encontrar en archivos algo que nos abone en esta búsqueda. Y el resto de los compañeros a las 7 de la mañana si es verano, 7:30 si es invierno, parten todos juntos en una camioneta desde el Centro, donde está nuestra oficina, hacia los distintos predios. En este momento primero el Batallón 14, una hora de viaje, donde se deja a los primeros compañeros en el campamento, y luego la camioneta se dirige a la chacra de Pando, donde deja al otro equipo de trabajo para el inicio de su jornada, que consiste en ingresar al campamento, que son contenedores donde tenemos nuestro material de trabajo y donde hacemos un momento de pausa al mediodía. En ese momento en ese contenedor se toman todos los materiales que se necesitan para excavar, porque, aunque trabajamos con retroexcavadora, desplazamos materiales hasta el lugar donde se está trabajando. Se llevan baldes, palas, picos, azadas, cucharines, todas las herramientas necesarias, el registro exhaustivo de trabajo, el GPS. Todo eso se traslada a pie hasta el lugar donde quedamos excavando el día anterior. Antes del inicio del trabajo se sacan fotos de cómo se encuentran la excavación y el contenedor, y se cotejan con cómo se dejaron el día anterior. Eso es parte de ese registro minucioso y de ese estar en el marco judicial, para que no vaya a haber un problema con esa posible evidencia con que estamos trabajando.
EC —Hacen un relevamiento cuando se van y a la mañana siguiente cuando vuelven. En el ínterin hubo una custodia militar.
AL —En la chacra de Pando tenemos custodia policial, porque en este momento no es un predio militar, pero en todos los demás lugares donde hemos trabajado que son predios militares la custodia la hace el Ejército.
EC —¿Además hay cámaras filmando?
AL —No, no hay cámaras. En la primera etapa teníamos siempre un equipo del Ejército que nos filmaba al lado del lugar donde trabajábamos. Ante distintos requerimientos del equipo y también pedidos y señalamientos del equipo argentino sobre la necesidad de que los técnicos pudieran trabajar sin esa presión y ese registro constante, con el grupo de trabajo Verdad y Justicia logramos que ese registro no se hiciera dentro de la zona cautelar. Nos pueden filmar, si quieren, fuera de la zona cautelar, pero no dentro de la zona.
EC —Le preguntaba por la posibilidad de que hubiera una cámara en la noche, en el horario en el que ustedes no están. ¿No hay una cámara de seguridad, de vigilancia?
AL —No; de hecho, lo que se denomina el campamento, donde tenemos nuestras cosas, está ubicado junto al campamento militar de la guardia, y nuestro desplazamiento a veces es de muchos metros hasta el lugar que estamos excavando. En la noche ahí no queda una guardia necesariamente, tampoco hay luz; la guardia está cerca de las máquinas retroexcavadoras y del contenedor.
EC —A partir de lo que estaba describiendo, pasemos a otro nivel: más allá del trabajo profesional, ¿cómo les resulta el aspecto humano o humanitario que está de por medio? Por ejemplo, ustedes son de hecho la gran esperanza, casi la única esperanza de decenas de personas que desde hace décadas están esperando ese hallazgo que les permita cerrar una parte dolorosa de sus vidas. ¿Cómo cargan con esa mochila?
AL —Con distintas estrategias o como podemos a veces. Es muy frustrante el trabajo, no solo en cuanto a lo tedioso de lo que puede ser algo rutinario, en lo que quizás la nota de color la tiene el clima, somos obsesivos con el clima, si va a llover, si va a hacer mucho frío, para estar siempre preparados. Pero en el día a día muchas veces la rutina es la misma: trinchera tras trinchera, cuando en la trinchera aparece algún cambio en el sedimento, una pequeña motita blanca, tirarse adentro, elevar la expectativa, empezar a palpitar, y termina siendo algo que no es relevante los 365 días del año, casi siempre.
EC —A eso iba, la tarea que ustedes desarrollan es muy ardua, se parece a buscar una aguja en un pajar. Este martes de mañana tuvieron un éxito, pero tres años y pico después del hallazgo anterior.
AL —Sí. Y más tiempo aún había pasado cuando tuvimos el hallazgo de agosto 2019.
EC —¿Cuál había sido el intervalo en aquel momento?
AL —Desde el hallazgo de los restos de Ricardo Blanco, en el año 2012. Ese período fue muy duro, incluso en la interna del equipo estuvo el robo al laboratorio, y tuvimos muchos cambios institucionales unidos a ese no hallazgo, a ese fracaso, a esa carga de responsabilidad de decir “no estamos logrando hacer el trabajo que tenemos que hacer”.
EC —Podría decirse que lo del martes fue una excepción, que la rutina es el fracaso. Ustedes terminan cada día con resultado cero durante semanas, meses y años. ¿Cómo es eso?
AL —Cuando nos empieza a ganar un poco la desesperanza, tratamos de verlo de otra manera: lo que sí estamos logrando hacer en este período es dar cuenta exhaustivamente del terreno y dar la seguridad a las familias y a la Justicia, y en este caso a la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH), de que estamos cubriendo 100 % los lugares, las cautelas, y de que no hay chances de que haya quedado nada ahí. Es por lo menos ir diciendo: nos ha costado muchísimos años excavar todo este terreno, sin el resultado de encontrar un cuerpo, pero podemos garantizar que ya no es más objeto de interés. Eso nos obliga a replantearnos cómo seguir investigando, qué seguir relacionando, qué dato relacionar con qué. Cada nuevo hallazgo, que es verdad que es cada muchos años, pero esa identidad en este momento tan procurada para nosotros, además, nos va a sumar muchísimo a la hora de entender el contexto represivo, de entender por qué espacialmente está vinculado con dos enterramientos en el mismo predio militar y si también en el momento de su desaparición había un vínculo cuando esta persona fue detenida. Entonces tratamos de decir que el no hallazgo también es información. Por supuesto que no es la que quisiéramos dar, pero sabemos que es un trabajo de buscar una aguja en un pajar.
EC —Por eso, me pregunto cuánta paciencia, cuánta capacidad para manejar frustraciones tienen que tener ustedes…
AL —Sí. De hecho, tenemos también apoyo psicológico para poder lidiar con el día a día, con los años, porque yo no llevo 17 años, pero hay compañeros que sí están desde el primer día y han estado desde el primer hallazgo.
EC —Nadie los sigue, nadie informa sobre ellos cotidianamente. Ahora sí aparecen, ahora sí son personajes y son reconocidos, pero todo este otro tiempo han estado yendo todos los días igual a cumplir una tarea, que sí, va sumando información o va descartando otra, pero que no logra el resultado principal, el básico y el fundamental, el que tanta carga humana tiene, la de las personas que incluso se están muriendo sin conocer qué pasó con sus hijos, con sus familiares.
AL —Eso es muy duro, es muy duro saber que puede haber restos que algún día se encuentren y no habrá un familiar que los pueda recibir, porque ya no van a estar. Es muy duro enfrentar a los familiares y tener que decirles que hemos terminado la excavación de un área cautelar sin resultados. Es muy duro decirles que no hay información nueva.
EC —¿Cada cuánto tiempo se reúnen con ellos?
AL —En este momento la INDDHH tiene un vínculo directo con ellos, semanal, de información. Nosotros nos reunimos cuando hay alguna cosa muy particular para trasmitir. Tenemos siempre los canales abiertos con ellos, pero no tenemos reuniones fijas periódicas. Y eso del bajo perfil que usted mencionaba es parte de nuestro trabajo, entendemos que no podemos salir a los medios a hacer difusión permanente de un trabajo que no está teniendo el resultado que hubo el martes. Sin embargo también es un poco frustrante encontrarnos con gente que no sabe que estamos excavando, que nos dice: “Ah, ¿pero ustedes siguen excavando? Pensé que ya no estaban trabajando”. Y ni siquiera en la pandemia paramos de trabajar, fuimos todos los días a los predios militares.
EC —Cuando tiene lugar un hallazgo como el del martes, ¿hay un espacio de celebración? ¿Cómo reaccionan?, ¿qué hacen?
AL —Es un subidón de adrenalina, es una emoción muy grande, e inmediatamente esa alegría se transforma en tristeza. Es muy contradictorio lo que uno siente en ese momento porque encontramos lo que estamos buscando todos los días, pero también sabemos que se abre un proceso de mucho dolor para algún familiar cuando reciba esa información y cuando le expliquemos los resultados de la investigación. Porque una de las cosas que me llenan más de este trabajo tiene que ver con ser parte desde el principio hasta el final, desde la investigación preliminar, el trabajo en el campo, el hallazgo, el análisis de esos restos, hasta darle a la familia la noticia, explicarle lo que encontramos en ese análisis, restituirlos, colocarlos en la urna para que se los lleven. Esa es una de las partes más satisfactorias de este trabajo. Y también es dolorosa y a la vez alegre, es muy difícil de explicar. Pero sí hay una celebración, hay gritos, abrazos, lágrimas en el momento del hallazgo.
EC —Por eso, se logra, se consigue lo que se busca, pero al mismo tiempo implica chocar con la realidad. Para empezar, implica encontrar un muerto. Y después empezar a tirar de esa piola y obtener más información a propósito de cómo fue esa muerte, qué pasó con esa persona antes de morir; probablemente se puedan detectar datos en esa dirección. Y también cómo fue el enterramiento, porque el enterramiento en sí mismo es un tema, ¿no?
AL —Sí, ya desde los primeros momentos en que empezamos con la recuperación o dejamos al descubierto los huesos, empezamos a interpretar ese contexto, empezamos como a escribir un libro desde el final hacia atrás: este cuerpo fue depositado en esta fosa de tal y tal manera, con tales características, la persona estaba en tal posición. Muchas veces podemos ver incluso si estaba con las manos atadas, podemos llegar a ver condiciones de tratamiento de ese cuerpo desde esa última página. Vamos hacia atrás en el libro viendo cuáles fueron esos últimos momentos, cómo fue la muerte, y antes cómo fue la vida de esa persona, porque en esos restos óseos también hay una historia de vida que vamos descubriendo hacia atrás. Pero ya desde esos primeros momentos, lo que fue ahora por ejemplo martes y miércoles, es constatar en ese contexto arqueológico que además es destructivo y si no lo registramos bien nadie más va a poder verlo. En esa destrucción, para obtener ese producto, ese cuerpo, tenemos que ver qué fue lo que sucedió en ese depósito de los restos.
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EC —Hablábamos de los fracasos, de la suma de fracasos, de las frustraciones, y hablábamos de los “éxitos”. Me acercan ahora un video corto de Kiana Cazalás, que dice: “Así, llenitos de orgullo, recibimos en Humanidades a nuestra profe Alicia Lusiardo, después del gran trabajo que el equipo de antropólogos está haciendo en el Batallón 14. Hasta que aparezcan todos y todas”. Y se ve a los alumnos aplaudiendo y a usted en el centro de la clase recibiendo ese aplauso.
AL —Sí, fue muy emocionante y muy sorpresivo, porque fui a dar clase como todos los días… Es verdad que el martes tenía clase y tuve que suspenderla por razones obvias, pero ayer, que ya habíamos terminado la recuperación, fui a dar clase, y teníamos una invitada especial, que era una genetista de Policía Científica. En el curso de Antropología Forense tratamos de llevar distintas disciplinas forenses para que se entienda cómo es el trabajo multidisciplinario. Tocaba la clase de genética forense y mientras estábamos armando el PowerPoint y preparando todo, los alumnos se pusieron de pie y empezaron a aplaudir. Me sorprendieron de esa manera tan linda, fue muy satisfactorio.
EC —¿Pudieron reponerse?
AL —Sí, pudimos reponernos.
EC —Vayamos a la noticia de esta semana. Los restos que se encontraron estaban a unos 90 metros de donde se hallaron los de Julio Castro y Ricardo Blanco hace poco más de 10 años.
AL —Sí, los restos de Ricardo Blanco fueron los de 2012 y los del maestro Castro los de 2011.
EC —Esa zona ya había sido relevada, además. ¿Cómo fue posible esto? ¿Qué grado de precisión tienen que tener en la tarea?
AL —Esto es parte del cambio de metodología de que estábamos hablando. Nuestro escenario de búsqueda tiene que ver con enterramientos únicos, no tenemos hasta ahora [evidencia], al igual que de la operación zanahoria, que todavía no está confirmada, de que haya enterramientos múltiples o fosas comunes. Hasta ahora el escenario es el mismo, enterramientos únicos y primarios. Eso es lo que hace que sea muy importante excavar sin dejar testigo, sin dejar entre trinchera y trinchera esas paredes de tierra que se utilizan en arqueología para ver la estratigrafía, en fin. Pensando en la posibilidad de la operación zanahoria, justamente, trabajamos sistemáticamente sin dejar testigos, trinchera al lado de trinchera, y también con un cambio en el registro. Ahora llevamos el registro arqueológico con un sistema de georreferenciación con el cual posicionamos cada una de esas trincheras en el mapa y a través del software podemos saber en cada una de esas trincheras a qué profundidad se excavó, cómo era el perfil estratigráfico. Hay un registro de cada una de esas trincheras en papel y en software. Eso nos permite saber si hay algún pedacito de terreno, por poco que sea, que no se haya excavado anteriormente y que vale la pena volver sobre él.
EC —¿Ese fue este caso?
AL —Ese fue este caso y ese fue el caso de Bleier.
EC —La pregunta que seguramente se hacen algunos oyentes es: ¿ustedes recibieron algún dato especial? ¿Decidieron volver a ese lugar o a esa zona por algún dato particular?
AL —No, no hubo ningún dato en particular. Esta cautela que estamos trabajando desde el año 2020 tiene que ver con colocar en un plano todas las excavaciones anteriores y ver que teníamos distintas zonas en las que habían sido exhaustivas en algunos casos, pero con límites que no comprendíamos por qué estaban ahí y no se había seguido adelante, y que entre esas excavaciones había espacios que no se habían abordado. Entonces, para empezar, quisimos unir esos tres grandes lugares. Después nos dimos cuenta de que no solo había que unirlos, sino que había que abordar todo el monte. En la foto aérea que tenemos del año 78 está el monte en el Batallón 14, y entendemos que un enterramiento clandestino se hace en un lugar lo más oculto posible, no se hace en un camino, no se hace a simple vista de quienes circulan en el predio, entonces el monte, que además es señalado por los testimonios, es de mucho interés.
En conjunto con la INDDHH, decidimos pedir esta cautela muy grande, el fiscal Ricardo Perciballe dio lugar a ese pedido y nos posibilitó abarcar no solo esas tres excavaciones anteriores, sino otras pequeñas que habían tenido lugar en el área del monte. Una es la bodega de Vidiella, una antigua construcción que había sido abordada en setiembre del año 2006 en base a información que hablaba de enterramientos en el sótano de una construcción –esta es una de las construcciones del 14–. Se había excavado dentro de la construcción y en los alrededores, pero la excavación no había sido exhaustiva. Por eso, este enterramiento aparece a 10 metros de la bodega excavada en 2006.
EC —¿No hay dispositivos tecnológicos que les permitan detectar huesos sin necesidad de excavar, sin tener que hacer esto que usted está describiendo, ese peinado metro a metro, centímetro a centímetro, excavando?
AL —No, no hay ninguna tecnología o técnica de prospección remota que permita encontrar huesos. Sí hay algunas tecnologías que permiten explorar la superficie o explorar el subsuelo. En ambos casos lo que la tecnología arroja es una anomalía. Si es la exploración de la superficie, nos puede hacer un mapa del paisaje, y se puede ver lo que se conoce como rasgos negativos y positivos. O sea, depresiones en el terreno o acumulaciones de tierra. Eso nos puede guiar, nos puede brindar información.
Por otro lado, las tecnologías que permiten una prospección sin tocar el terreno pero que nos hable de lo que está pasando por debajo también tienen que ver con detectar anomalías, que en este caso son cambios en el magnetismo de los objetos o de repente señales que emite por ejemplo un georradar, un pulso hacia el sedimento que va a regresar esa señal y en el caso de encontrarse con un objeto va a regresar antes a la antena. Entonces vamos a tener una lectura, como si fuera un electrocardiograma, que en real es un radargrama, que nos va a dar pautas de que hay algo en el subsuelo que es distinto. Pero para saber qué es, hay que excavar.
EC —¿Ustedes están usando esos aparatos?
AL —Utilizamos georradar mayoritariamente en las construcciones para explorar los pisos antes de romperlos, antes de saber si es necesario romper o dónde habría que romper para buscar la explicación a la anomalía. En terreno abierto no usamos georradar, sino que usamos sondas que buscan esos cambios en el subsuelo para orientarnos dónde excavar. En definitiva, en terreno abierto, si bien marcan una anomalía, nosotros excavamos todo, no vamos directo a la anomalía, sino que excavamos todo y cuando llegamos a la anomalía vemos a qué responde. Y de hecho hemos encontrado explicaciones, hemos encontrado cosas viejas enterradas, a veces una columna de electricidad, fragmentos de metal, caños, hay un montón de cosas que marcan anomalías. Pero el hueso no marca una anomalía específica.
EC —Veamos las características de este enterramiento en particular. Usted dijo que responde a un patrón que ya verificaron en otros casos. ¿En qué sentido?
AL —Primero, es un enterramiento de un único individuo. Después tenemos las características que más o menos se repiten en los distintos predios, que tienen que ver con el recubrimiento con cal de los cuerpos y en algunos casos el agregado de una losa de material. La cal ha estado siempre, en todos los enterramientos.
EC —¿Para qué? ¿Cuál era la idea? ¿Por qué se colocaba cal en estos enterramientos clandestinos?
AL —Creemos que se colocaba cal porque provoca una desfiguración de los rasgos en el tejido blando. Y si se coloca sobre las palmas de las manos, se pierde la posibilidad de una identificación por huellas dactilares y de un reconocimiento facial. Creemos que lo que había allí era un procurar que no se pudiera reconocer a la persona si había un hallazgo inmediato, muy cercano al momento de depositación del cuerpo en el terreno. Lo que terminó sucediendo es que, con el paso de los años y la destrucción del tejido blando, quedan solamente los huesos y la cal. Y esa cal ha favorecido la preservación del material genético que está en los huesos, y favorece entonces a la hora de extraer ese perfil y tratar de lograr una coincidencia en la base de datos de referencia.
EC —Toda una paradoja.
AL —Toda una paradoja. Tiene que ver con la época, en esa época ni siquiera soñábamos con el ADN.
EC —Pero una paradoja de que la cal por un lado ha tenido un efecto dañino, pero por otro terminó siendo una ayuda.
AL —Terminó siendo una ayuda, y además es muy fácil de reconocer en el terreno cuando estamos excavando.
EC —El enterramiento se realizó a escasa distancia de la superficie…
AL —A los 20 centímetros ya estaban los primeros indicios de un enterramiento. Esto no es muy frecuente en el escenario de Uruguay, pero responde a lo que es una tumba clandestina, que se hace a las apuradas y normalmente se encuentra a escasos centímetros de la superficie.
EC —¿Sí? Yo tendería a pensar lo contrario, que si se está tratando de ocultar un cuerpo, se lo hunde, se lo coloca lo más profundo posible.
AL —Eso es lo que ocurrió en la mayoría de los casos y nos habla también de la posibilidad de dedicarle tiempo, herramientas y saber que uno está haciendo un enterramiento en un predio que es de uno, de alguna manera, entonces se puede permitir que esa tumba clandestina tenga una profundidad que no es habitual. Uno lee los manuales o la bibliografía, y la tumba clandestina es hecha a las apuradas y a escasos centímetros, porque el perpetrador normalmente no tiene las posibilidades de planificación de algo tan específico como esto. Probablemente aquí para poder enterrarlo a mayor profundidad se necesitaba maquinaria pesada, porque el terreno tiene poca potencia, poca posibilidad de profundizar más allá de los 50 centímetros, porque está la roca. Pero sí hubo planificación y preparación porque hay una losa, hay cal, hay llevar pórtland, arena, mucha cantidad de cal para aplicarle al cuerpo.
EC —El martes de mañana ustedes encontraron apenas algunos restos. Sin embargo, a lo largo del día avanzaron mucho más. ¿Ahora se puede decir que prácticamente está el esqueleto completo?
AL —No tenemos aún el inventario porque no hemos pasado por la fase de rayos X y trabajo con la junta médica. Sin embargo el cotejo en campo nos habla de un esqueleto prácticamente completo. Estamos hablando de 206 huesos, en manos y pies tenemos huesitos muy pequeñitos y no tenemos todavía la certeza de que estén todas las falanges, todas las piezas dentales. Pero es un esqueleto esencialmente completo.
EC —¿Hay piezas dentales, por ejemplo?
AL —Hay piezas dentales.
EC —Ese es un detalle importante.
AL —Hay piezas dentales y hay huesos de manos y pies también; seguramente en estas jornadas de exploración del sedimento por tamiz o por zaranda se ubique lo que falte del esqueleto.
EC —La tarea continúa, acaba de utilizar otros términos: tamiz, zaranda. Siguen procesando la tierra de ese lugar.
AL —Toda la tierra que está por encima del enterramiento, que está en contacto con los huesos y que está por debajo se aparta, se embolsa y se codifica. Se retira y se dice “esta tierra proviene de arriba del enterramiento”, “estaba en contacto con la pelvis”, “esta es la tierra que estaba en contacto con el cráneo”, “esta es la tierra del fondo de la fosa”. Eso se codifica y se embolsa. Posteriormente se abre esa bolsa, se pasa por esa zaranda, por ese tamiz, es como un gran cernidor manual que uno tiene que manipular con dos compañeros para que la tierra pase a través de esa malla metálica y queden sobre ella aquellos elementos muy pequeños, que muchas veces también son piedras, pero vamos separando lo que es hueso de lo que es metal, de lo que es vidrio, de lo que es alambre, cualquier material lo vamos clasificando y eso se va incorporando a lo que ya tenemos en este momento en el laboratorio.
EC —Ahora viene la identificación.
AL —Ahora vienen el acondicionamiento del cuerpo, el análisis y la identificación. Todo este proceso es con ese objetivo de identificar y ver si hay elementos que arrojen información sobre la causa y manera de muerte.
EC —¿Cuándo y cómo se envían las muestras de ADN al laboratorio en Argentina?
AL —Hacemos una selección de aquellos huesos o piezas dentales que a criterio de quienes conformamos la junta médica serían los mejores representantes de ese esqueleto para obtener el perfil biológico. Normalmente hay huesos que son los que dan los mejores resultados, pero siempre se evalúa la posibilidad de que ese hueso esté dañado, fracturado o que tenga algo de interés y haya que preservarlo. Entonces se seleccionan las piezas, se toma la muestra –la tomamos nosotros– y se envía al laboratorio de Córdoba para la extracción del perfil genético y el posterior cotejo con la base de referencia.
EC —Como ustedes han dicho, este trabajo puede demorar entre uno y dos meses.
AL —A partir de que el laboratorio recibe la muestra normalmente demora entre tres y cuatro semanas en darnos un resultado. Lo que se produce ahí, en todo caso, es un reporte de match o coincidencia, que se trabaja, una vez que está, a la par con los antropólogos para saber qué posibilidades hay de que ese match sea correcto, si hay alguna inconsistencia en lo que el antropólogo ha hecho en su trabajo de perfil biológico, en las posibilidades de que esa identificación sea correcta, y le proporcionaos al laboratorio lo que se denomina la probabilidad a priori para que se pueda generar esa estadística tan deseada del 99,99 % de certeza de identificación. Porque esto no es identificar a una persona con su propia muestra genética, porque no es el caso, como en CSI, sino que hay que reconstruir la genética a partir de sus familiares. Lo que tenemos es una coincidencia de parentesco, que es el 99,99 % de que este es el hijo de o el papá de tal muestra de referencia.
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EC —Al día siguiente del hallazgo, llegó al lugar una delegación del grupo de Madres y Familiares. Y en esas circunstancias, después de observar el lugar, después de dialogar con ustedes, Elena Zaffaroni decía esto que ya escuchamos más temprano:
(Audio Elena Zaffaroni.)
Como siempre, como las otras veces, siempre es la primera vez. Muy emocionante, muy removedor, la confirmación de que están. De que están ahí y no los entregan. De que están ahí y no los exigen. Pero están, y salen a la luz gracias a este equipo espectacular, al trabajo espectacular que van haciendo, de una perseverancia que no tenemos palabras.
(Fin audio.)
EC —¿Cómo fue ese encuentro? ¿Cómo le resultaron estas palabras de Elena Zaffaroni?
AL —Ese encuentro con las familias el día miércoles cuando ingresaron fue removedor. Había un silencio imponente cuando se enfrentaron a la fosa. Siempre es muy difícil preparar el lugar sabiendo que los queremos recibir, porque una cosa muy importante del trabajo nuestro es que ellos puedan entrar y ver los restos, ver la fosa y ver el lugar. Y nos toca siempre mostrarles cosas que son muy dolorosas; en el caso de Bleier, esa barranca del Miguelete y la basura acumulada, el último lugar donde fueron a enterrar el cuerpo. Y en este caso también era de difícil acceso, había llovido durante la noche, estaba todo embarrado, y era muy impactante mostrarles el molde de cal del cuerpo, los restos. Se hizo un silencio de varios minutos, porque fueron entrando en distintos grupos, y obviamente se conmovieron, hubo llanto. Fue muy difícil romper ese silencio para empezar a contarles, a explicarles y a compartirles cómo habíamos llegado a ese resultado y a qué se estaban enfrentando, explicar lo que era ese molde, explicar los restos que todavía faltaba encontrar. Muy muy duro enfrentar esa situación y ese dolor, esa energía acumulada. Pero es parte del trabajo, es parte de lo que nos toca hacer.
EC —Pero también estuvo el reconocimiento.
AL —Por supuesto, por supuesto. Esos abrazos, las palabras sin duda, pero esos abrazos, esas miradas, ese estrechar las manos con ellos también son nuestro motorcito para seguir.
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EC —¿Y qué perspectivas ven ahora, más allá de lo que todavía falta, el proceso que hay que completar en torno a este hallazgo en particular? El hecho de que hayan aparecido estos restos en ese lugar, ¿qué puertas abre? ¿Cómo sigue? ¿Qué es lo inmediato en el trabajo de ustedes?
AL —Lo inmediato es terminar el trabajo en esta fosa, con esta zaranda de sedimentos, y continuar en lo que veníamos planeando. No nos cambia nada la planificación que tenemos, que es cubrir esta cautela metro a metro en la búsqueda de estos cuerpos. Obviamente que la cercanía con los otros enterramientos y con la excavación de la bodega nos hace pensar que quizás haya algo muy cercano. Porque se repite, en el Batallón 13 ocurren dos enterramientos a 90 metros, en este caso hay dos enterramientos a 20 metros, que son el de Castro y el de Ricardo Blanco, que a su vez están a 90 metros de este otro enterramiento. Entonces hay una cercanía en la geografía de estos predios que nos hace pensar que es posible que haya algo más.
De todas maneras, el plan continúa como estaba previsto, cubrir esta cautela de todo este monte, a la par que trabajamos en la chacra de Pando, con ese mismo objetivo de cubrir lo que no se excavó en esa primera instancia de 2005-2006, sin descuidar algunas otras intervenciones. Hace un par de semanas estuvimos en Rincón del Bonete buscando la posibilidad de un cuerpo que había sido avistado en el año 2009. Esas pequeñas intervenciones las hacemos si las condiciones están dadas, como ahora, con esta cuestión de la sequía era el momento para volver a Rincón del Bonete. Aprovechamos para ir, fuimos acompañados de técnicos de la Universidad con su tecnología para poder buscar.
De manera que el plan estaba sobre la mesa, lo vamos a continuar. Esta identificación seguramente nos va a aportar mucha información en materia del circuito represivo. Es un poco lo que decía Elena, para nosotros es una constatación de que los cuerpos están, cada uno que aparece no puede ser la excepción de la operación zanahoria; porque siempre se decía eso, estamos encontrando lo que quedó, lo que en realidad parece no ser así.
EC —En el final vuelvo a lo personal, con una pregunta individual a usted: ¿cómo se imagina dentro de cinco años, dentro de diez años? Sobre todo teniendo en cuenta lo que hemos hablado a lo largo de esta entrevista: que la tarea que ustedes tienen por delante es gigante. ¿Usted maneja plazos, maneja proyecciones de resultados? ¿Cómo hace si mira al futuro?
AL —No, no manejo plazos, honestamente no sabemos ni siquiera dónde vamos a estar el año que viene. Nuestras contrataciones siempre han sido muy puntuales, desde contrataciones de un mes, que llegamos a tener, con renovaciones muy cortitas y siempre la noticia de que se terminaba el trabajo, en términos de la búsqueda. Ahora tenemos una cierta estabilidad con contrataciones anuales, con un presupuesto, pero sabemos que tal vez no siempre va a haber recursos para hacer este trabajo. Si hubiera recursos, quisiéramos creer que en cinco o diez años ya habremos resuelto este problema. Sin información va a ser muy difícil.
EC —¿Usted está dispuesta a seguir?
AL —Este es el trabajo que me apasiona, esto es lo que yo quisiera y quiero hacer toda la vida. Quiero aplicar la antropología forense para las personas ausentes, quiero aplicar la antropología forense y la aplico en otro trabajo para los migrantes desaparecidos. Creo que hay muchas aplicaciones, en esta estamos hace muchos años y no me gustaría dejarla, si es posible me gustaría continuar.
Me gustaría agradecerle a mi equipo, porque este es un trabajo de equipo. Yo estoy acá hoy hablando con todos ustedes, pero esto es el trabajo de todo un equipo que está todo el año trabajando. Así que mi agradecimiento a todos mis compañeros.
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Transcripción: María Lila Ltaif