
Chile-Uruguay
Por Homero Fernández
Viernes 05.09.2025
Primero como jugador y después como entrenador, el uruguayo Nelson Acosta dejó su marca en Chile.
El entrenador vasco Xavier Azkargorta acababa de ser cesado en la dirección técnica de Chile que venía en caída libre. Con esos antecedentes nadie creía que pudiera enderezar el camino hacia el Mundial de Francia 98 que recién empezaba.
“Ojalá una vez muerto el perro, se acabe la rabia”, dijo el español en su despedida ante los periodistas.
Los dirigentes chilenos encontraron el sustituto en el uruguayo Nelson Acosta quien venía obteniendo buenos números con Unión Española.
La primera prueba fue el 6 de julio de 1996. El Estadio Nacional estaba desbordado de público y esperanza. El cemento estalló cuando Iván Zamorano puso el 1 a 0, pero también se puso a temblar cuando Alex Aguinaga marcó el empate para Ecuador a 15 minutos del final.
Poco duró la angustia. A golpe de cabeza llegó la goleada: Marcelo Salas, Fabián Estay y Zamorano sellaron la faena. Esa noche lluviosa de Santiago se iniciaba una historia de amor de los hinchas con el “Pelao” Acosta, uruguayo, pero chileno por adopción. “Se fue, se fue, se fue Azkargorta. Y ahora con Acosta, nos vamos al Mundiaaal”, coreaba la tribuna. Y sí llegaron a Francia.
Acosta había nacido y crecido atado al ferrocarril. Su padre era empleado de AFE, curiosamente en una estación llamada Francia.
Luego se trasladaron a Paso de los Toros, donde con el tiempo él terminó trabajando como telegrafista en el nudo ferroviario isabelino.
Con el pelo engominado, bien peinado pa’ atrás, como dice Jaime Roos, jugaba de mediocampista en el Club Ámsterdam, que tenía un uniforme igual al de Boca Juniors. A finales de los sesenta, defendiendo a la selección isabelina saltó al futbol montevideano: primero a Huracán Buceo y luego a Peñarol, donde estuvo cinco temporadas y ganó tres campeonatos.
Acosta le imprimía fuerza, táctica y garra al medio del campo. Eso lo llevó a la selección uruguaya en la Copa América de 1975, donde jugó cinco partidos.
Cuando emigró a Chile en 1977 lo hizo para jugar en el Everton.
Su rudeza a veces era extrema. En 1978, en la definición de una liguilla y jugando con O’Higgins, le arrancó cuatro dientes y le fracturó el maxilar a Francisco Las Heras, de Unión Española.
Su carrera como entrenador comenzó en 1984 en el Fernández Vial. Hombre de pocas palabras, pero sin pelos en la lengua, transmitió a la selección chilena el liderazgo que había impuesto como jugador.
Pero la historia de amor con la selección chilena se terminó en el 2002 con los malos resultados para el Mundial de Corea y Japón.
Luego, Acosta haría el camino inverso de Azcargorta. Durante poco más de un año dirigiría a la selección de Bolivia.
Finalmente, tendría su tercera etapa al frente de Chile, en 2005, pero terminaría cesado y criticado por su estilo de juego, el que antes lo había encumbrado como salvador.
Cuando en 2015, en una entrevista con Tenfield, el ”Pelao” hace la síntesis de su carrera como entrenador deja para el final uno de sus mayores deseos incumplidos.
“Fui el técnico que más dirigió a la Selección. Fui el técnico con el que Chile pasó por primera vez a segunda ronda en un Mundial, en Francia; hasta entonces eso no se había conseguido nunca. La medalla olímpica que trajimos de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 también fue la primera vez que se consiguió. He ganado cuatro campeonatos con equipos menores, no con los equipos grandes. Le gané tres finales a Colo-Colo. Yo estoy muy contento con lo que he conseguido acá, en Chile, pero lógicamente, y lo dije públicamente, lo que yo siempre quise era dirigir a Peñarol, pero me llamaron varias veces para decirme que me iban a llamar, que me iban a llamar y al final nunca pasó nada. Entonces al final les dije; “no digan nada que me quieren, porque ahora ya no voy”.
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