Foto: Télam
Hoy en la esquina de las calles Arroyo y Suipacha hay una plaza, pero hace 31 años allí estaba ubicada la embajada de Israel en Buenos Aires.
A las 2:45 de la tarde del martes 17 de marzo de 1992, un coche bomba detonó frente al edificio, lo destruyó y dejó un saldo de 29 muertos y más de un centenar de heridos.
Fue el primero de dos atentados que marcaron a la comunidad judía de Argentina en los años 90, quizás menos recordado que el posterior atentado en la AMIA, pero igualmente terrible.
Entre los fallecidos había un uruguayo, oriundo de Paysandú: Miguel Ángel Lancieri. Trabajaba colocando aires acondicionados y estaba, en realidad, llegando para instalar una unidad en el edificio conjunto a la embajada, que también sufrió daños.
Miguel dejó una esposa y cuatro hijos de entre 16 y 2 años.
Y en un nuevo aniversario de este hecho, que sigue todavía impune, su historia es una manera de acercarse a la historia del atentado.
Por eso recibimos a su viuda, Nelly Durán.