El negocio del delivery explotó en los últimos años, particularmente gracias a las aplicaciones. Hoy en Uruguay las empresas son son dos: Rappi y la líder, PedidosYa.
Esto aumentó tremendamente la comodidad de los consumidores, que desde su casa pueden pedir casi cualquier cosa.
Haga frío, llueva, haya alerta de ciclón: uno no tiene que moverse ni abrigarse para comprar comida, medicamentos, surtidos de supermercado, o mandarle las llaves a un compañero de trabajo que se las dejó olvidadas en la oficina.
Pero esa comodidad se construye sobre una flota de unas 12 mil personas que hacen el nexo entre el local y el hogar.
Personas que andan en moto o bicicleta, que denuncian informalidad, falta de respuesta de las empresas ante accidentes o robos, y una modalidad de trabajo demasiado exigente.
Trabajadores que mayoritariamente son inmigrantes, sobre todo cubanos y venezolanos. 80% de la flota en el caso de PedidosYa.
El crecimiento del negocio no se ha acompasado todavía por una mayor regulación, aunque en la Junta Departamental de Montevideo se está tratando un proyecto de decreto. Con él se obligaría a las empresas de intermediación electrónica a instalar espacios físicos donde los trabajadores puedan esperar, tanto para evitar que estén a la intemperie en malas condiciones climáticas, como para responder a una queja de vecinos por la acumulación de deliveries en las veredas.
En el plano nacional, en su discurso el primero de mayo, el ministro de Trabajo Pablo Mieres adelantó que el gobierno pretende avanzar con una regulación del trabajo por aplicaciones.
Poco tiempo atrás, esto decía al respecto el subdirector nacional de Trabajo, Santiago Torres, en diálogo con el proyecto Umbrales de la Universidad Católica:
A veces no pensamos cómo funciona la economía y nos quedamos solamente con la mirada de “qué feo, bo, pobre dominicano que tiene que salir con la chiva a repartir y tiene que agarrar contramano y pasa un bondi y lo pasa por arriba”. Es horrible, pero ¿cuál es la calificación de ese dominicano? ¿Cuál es la productividad de su trabajo? ¿Y si no estuviera ese trabajo, cuál sería su alternativa? Su alternativa sería cartonear, o estar haciendo cola en el Mides.
Hoy vamos a bajar esta cuestión a una experiencia particular: la de Emmalioskir Castellano, venezolana que vive desde hace cinco años en Uruguay, y que se desempeña desde hace un año como delivery.