La Justicia argentina dictó esta semana la condena contra los asesinos de Fernando Báez Sosa, un joven golpeado hasta la muerte a la salida de un boliche hace tres años.
Cinco de ellos fueron condenados a cadena perpetua, y otros tres a 15 años de cárcel como partícipes secundarios. Ocho amigos que ahora tienen entre 21 y 23 años, conocidos todos ellos por el deporte que practicaban: rugby.
Aunque el incidente no se dio en una cancha de rugby, ese deporte y el comportamiento de quienes lo practican quedó puesto en cuestión.
Según crónicas de medios del país vecino, la noche de su muerte Fernando estaba en un boliche de Villa Gesell, en la provincia de Buenos Aires, donde chocó con otro joven en medio del pogo que se armó durante un show musical.
Ese hecho provocó un altercado y la seguridad los echó a todos del boliche. Cerca de las cinco de la mañana, los cinco condenados a prisión perpetua lo atacaron por la espalda y le dieron una paliza brutal. Los otros tres sentenciados armaron un cordón alrededor para que los amigos de la víctima no pudieran ayudarlo.
Fernando Báez Sosa tenía 18 años. Murió en el lugar. Los jóvenes rugbistas se fueron y quedaron filmados por cámaras de seguridad cercanas, celebrando, a los abrazos.
Pero en todo ese comportamiento, ¿tuvo que ver que fueran jugadores de rugby? ¿O fue casualidad el deporte al que jugaban?
Se trata de una disciplina celebrada por “los valores” que transmite, se enseña en cárceles por ese motivo, se destaca el “tercer tiempo”, en el que los jugadores de ambos bandos se juntan para comer algo, un momento de camaradería después de la “batalla”.
Quienes lo practican dicen del rugby que es “un deporte de rufianes jugado por caballeros”, a la inversa de lo que ocurre con el fútbol.
Entonces, ¿tiene sentido que el rugby quede manchado por el caso Báez Sosa? ¿Hay un trasfondo, algo a analizar y criticar en ese deporte? ¿Se pelean más en la noche los rugbiers que los que juegan al tenis o prefieren los videojuegos?