Viernes 18 de mayo
La Mesa de los Viernes dio a conocer los ganadores de la primera convocatoria al Concurso de Cuentos de En Perspectiva de 2018. En esta oportunidad, la consigna fue escribir "cuentos con maestras y maestros". El jurado encargado de evaluar los trabajos presentados estuvo integrado por Juan Grompone, Mauricio Rosencof, Alcides Abella, Gonzalo Pérez del Castillo y Ana Ribeiro.
Los cuentos ganadores serán premiados con una prenda uruguaya de lana fina de Don Baez, cinco libros de la Colección Lectores de Ediciones de la Banda Oriental, vinos finos de bodegas Giménez Méndez y productos de cosmética natural de Matías González.
En esta oportunidad, los cuentos nominados -es decir, aquellos que obtuvieron al menos tres votos del jurado- fueron 16. Los saludamos por los seudónimos de los autores, en orden alfabético: Abea, Anjou, Campanilla, Capablanca, Calle Yacaré, El Canario, Heartbreaker, Indignada, Jana, La Farolera, La Mismísima, Mintencito, Rigel, Tiki, Vendaval, Vieja Guapa.
A continuación, los cuentos preferidos de los miembros del jurado.
Cuento elegido por: Gonzálo Pérez del Castillo.
Título: Una maestra implacable
Autor: Gabriela Pagani
Seudónimo: La Farolera
Corría el año 1975. Aquel fue un año de mucho aprendizaje. Ella llegó a enseñarme las cosas más importantes de la vida, esas que son fundamentales, aunque en aquel año no lo entendiera así.
La odié, la aborrecí, la padecí. Ella era dura, estricta, implacable no se daba por vencida con sus lecciones.
Ese año a su lado fue el peor, ¡cómo me hizo sufrir!
El dolor fue inversamente proporcional al aprendizaje.
Sus lecciones me llevaron al abismo de la locura.
No la comprendía.
Hoy que ya pasó el tiempo valoro cada una de las cosas que me dejó. Vivo y comprendo cada uno de sus aprendizajes como preciados tesoros.
Cada día agradezco la bendición de haberme cruzado con ella mi maestra: mi enfermedad.
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Cuento elegido por: Ana Ribeiro
Título: No hay derecho
Autor: Luis Albornoz
Seudónimo: Indignada
Como todos los años, cuando se acercaban las Vacaciones de Julio, les dí como deberes a los niños hacer una redacción que uniera dos preguntas: “¿qué fue lo más importante que aprendí este año?” y “¿qué es lo que más me gusta de la escuela?”. Les aclaro que yo soy una sobreviviente. Sobreviví a la plastilina, al papel glasé, al cuaderno Tabaré, a las hojas de doble raya, a la letra en 45 grados inclinada para la derecha, a las clases sobre los símbolos del escudo nacional y a las clases de coro para cantar “cual retazos de los cielos”. Por eso me indignó tanto cuando aquella niña, con total falta de respeto, trajo una A4 escrita en Word que decía: “Maestra, la verdad que aprendo más en casa con Google y Wikipedia, así que lo que más me gusta de la escuela es el recreo y lo segundo que más me gusta es la hora de salida. Fin”.
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Cuento elegido por: Juan Grompone
Título: El maestro hindú
Autor: Elodia Domínguez
Seudónimo: Jana
En la primera clase me habló de la espiritualidad del yoga, y luego comenzó a enseñarme las asanas.
Lo sorprendió mi ductilidad en cada postura, y recorrimos las “del loto”, “el saludo al sol”, “del árbol”, y la “del saltamontes”, pero al llegar a “la cobra” el sonido del Pungi me impulsó a enroscarme en torno a su torso, deslizándome hacia su cuello…
Al cesar la música se escuchó su último estertor.
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Cuento elegido por: Alcides Abella
Título: Edurne
Autor: Mirta María Mondelli Di Matteo
Seudónimo: Rigel
Después de la escuela salía corriendo a lo del Maestro. Quería ser como él y lo miraba pintar. Con eso tenía de sobra para aprender. Desde la calle se olía la trementina y me henchía de orgullo saber que un día podría pintar mi ciudad. Me contaba de la guerra Civil Española y cómo huyó de su tierra en un barco cualquiera cuando mataron a su mujer. Sus cuadros me estremecían, trasmitían el dolor que llevaba dentro. Mientras pintaba escuchaba el Sodre en una radio Made in Checoslovaquia.
-¿Qué está pintando Maestro? –le pregunté
-El Ebro desde mi ventana –me dijo
Se esbozaba una chalana en el río, y una figura esperaba en la otra orilla.
Volví a su taller y ya tenía en el caballete el cuadro terminado. Me dio la mano y me dijo: “Vamos, subiremos a la chalana. Edurne me espera del otro lado del río”.
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Cuento elegido por: Mauricio Rosencof
Título: Historia de unos viejos zapatos que no quisieron morirse
Autor: Ulises di Candia
Seudónimo: El Canario
Los zapatos viejos no querían morirse así como así. Lo habían discutido mucho, por esa terca perseverancia militante que solo pueden tener los zapatos viejos.
Con una humildad indeclinable, los zapatos decidieron sobrevivir al tiempo, a la lluvia, a la cal y al olvido.
Resistieron año tras año, conservando las delgadas huellas del Viejo, los recuerdos de sus pasos, las suelas gastadas, la memoria de tierra de las miserables escuelitas del campo, las cicatrices de los caminos de los pobres.
Resistieron solamente para aparecer y señalar y dar testimonio de vida.
El cuero, inexplicablemente, demoró mas años en disolverse que lo que hubieran querido los salvajes asesinos.
Cuando al fin emergen de la sepultura junto con los huesitos y las ataduras de alambre, mudos de horror y gritando, los viejos zapatos, fieles compañeros de treinta y cuatro años de silencio y pena, se quedan solos y desamparados, pidiendo al fin, descansar en paz.
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Cuentos ganadores
Tercer premio
Título: Sin título
Autor: María Dutto
Seudónimo: Vendaval
Llegamos. Me miré la túnica y otra vez la encontré llena de puntitos marrones, por los charcos que Rino no esquivaba. Papá saltó del caballo y me ayudó a bajar. El cielo estaba gris.
Era tarde, pero todos estaban afuera: la maestra, Silvia, Enzo, Sol, Carla y Juan. Había una camioneta blanca estacionada en la puerta y dos hombres que hablaban raro iban y venían agarrando una herramienta, un cable. Parecían apurados. Sobre el piso había como una madera negra gigante a cuadritos, que no se podía tocar.
Estuvimos un rato mirando. La maestra nos explicó que íbamos a tener luz y que lo negro era un panel solar, que chupaba la luz del sol y la llevaba para adentro.
Me cayó una gota en la cara. Miré para arriba y me encontré con los ojos de la maestra llenos de agua. ¿Por qué está triste, maestra? ¿No nos decía que un día íbamos a poder leer lejos de la ventana?
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Segundo premio
Título: El examen
Autor: Ulises di Candia
Seudónimo: Heartbreaker
El auditorio estaba lleno de padres y madres que asisten al examen final de guitarra clásica.
En el centro del escenario, una silla mirando al público y tres más para el Gran Jurado.
Esa vez habían traído al Maestro, un viejo guitarrista de fama local.
Los niños van pasando, toman la guitarra afinada por el Maestro y tocan diversas piezas, con suerte dispar.
La tanda final corresponde a los grandes, de doce.
El niño, de campera blue jean, va a tocar la Bourrée en mi menor de Johan Sebastian Bach. Una pieza fácil, de un minuto y medio.
El Maestro afina la guitarra y se la da. El niño pasa los dedos por las cuerdas y dice:
-Está desafinada -el silencio se abre camino entre los murmullos.
El Maestro toma nuevamente la guitarra y la afina. Y el niño insiste.
-Está desafinada.
-Afínela usted -dice el Maestro. El niño afina la guitarra con esmero y toca el Bourrée magistralmente. Todos aplauden, menos el Maestro
-El tempo no es el correcto -dice.
-Es la versión de Led Zeppelin -contesta el niño.
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Primer premio
Título: Hombres eran los de antes
Autor: Pablo Díaz
Seudónimo: Vieja Guapa
Entró al boliche de campaña y los parroquianos cambiaron los gritos de juerga por cara de gurí cagado.
Pidió una grapa que bebió de un sorbo, y mientras golpeaba el culo del vaso contra el estaño impregnado en alcohol, hacía el inequívoco gesto de señalar el vaso pidiendo otra.
Esos baquianos hábiles en el uso del facón, con cicatrices por alguna que otra discusión un poco subida de tono o una partida de tute que dejó cabrero a alguno, mostraban menos rebeldía que carnero guacho yendo pa’degüello.
Alguno trató de irse sin ser visto empero al sentir la mirada sobre sus hombros quedaba petrificado en el lugar; en sus caras podía verse la mezcla justa entre respeto, temor y nostalgia.
Levantó el vaso, lo hizo sonar para llamar la atención de todos, como si su sola presencia no fuera suficiente, y dijo: "Voy a hablar solo una vez: se creen muy hombres por estar acá todo el día chupando. Mañana al alba quiero que me lleven todos los gurises a la escuela."
Al unísono todos dijeron, "¡Sí, Maestra!"
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Premio de los oyentes
Título: Un largo recreo
Autor: Leandro Scasso Burghi
Seudónimo: Campanilla
Me acerqué y le hablé bien rápido. Le pregunté si quería ser mi novia. Se puso colorada. No me dijo que sí ni que no, me miró, me hundí en sus ojos y se me aflojaron las piernas.
Junté tanto valor para hablarle y entonces hubiera preferido no haberlo hecho.
Corrí al otro extremo del patio y me quedé lejos de todos. Casi escondido esperé el milagro: un cataclismo en el recreo. Tormenta, rayos, huracán, terremoto. Todos los fenómenos naturales que había aprendido con la maestra, juntos y concentrados. Algo tan fuerte que se borrara lo pasado recientemente, que desapareciera la escuela y que sus ojos no me siguieran mirando.
Sonó la campana, hice la fila y quedamos emparejados por altura. Mientras tomaba distancia me dijo suavecito que ella quería, pero que el papá no la dejaba tener novio.
La maestra nos retó a los dos por conversar en la fila. Esa vez no me importó.
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Secretario del Jurado: Producción de En Perspectiva
Locución: Rosario Castellanos, Rafael Mandressi
Grabación: Agustín Magallanes
Edición y musicalización: Fernanda Gómez
Guión: Fernanda Gómez
Puesta al aire: Ariel Gómez
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Mesa relacionada
La Mesa de los Viernes: Cuentos con maestras y maestros: Ganadores del Concurso de En Perspectiva
Enlace relacionado
Concurso de Cuentos de En Perspectiva, llamados anteriores
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Foto: Quinto año de la Escuela no. 172 del Barrio Rossi, con la maestra Hilda Gau de Forli, c. 1970. Colección Aníbal Barrios Pintos, Biblioteca Nacional, Creative Commons 2.0