Salvador Passalacqua, Mireya Tabuas y Ángel Arellano, emigrados respectivamente a Bogotá, Santiago y Montevideo, hablan sobre el libro Florecer lejos de casa y sus experiencias variadas: algunas duras, otras esperanzadoras, todas reveladoras sobre cómo ha encarado Latinoamérica este desafío
En Florecer lejos de casa, libro que presenta esta tarde la fundación Konrad Adenauer, catorce periodistas y escritores venezolanos afincados en distintos países escriben sobre su exilio, provocado por la crisis económico-política que azota al país caribeño desde ya casi un lustro.
En estos últimos años, Venezuela ha perdido casi un 10 % de su población, forzada a emigrar en su mayoría al resto de los países de Latinoamérica. La cantidad de gente es tal, y se va en condiciones tan terribles, que el continente se está enfrentando a un desastre humanitario comparable con el que sufrió Europa con su crisis de refugiados.
Puede argumentarse que no es igual de grave, pero sí es un desafío mayúsculo para países con menos integración transnacional y menor estabilidad sociopolítica que los del Viejo Continente.
Florecer lejos de casa aparece entonces como un documento, apenas una viñeta del sinnúmero de experiencias de los venezolanos emigrantes y refugiados, pero una viñeta que permite ver desde adentro los problemas del país además del ya conocido desabastecimiento, como la inseguridad. Y es también una visión variada y rica de cómo ha reaccionado Latinoamérica: la falta de preparación de las estructuras políticas, las ganas de ayudar de muchos locales, la xenofobia de otros, el surgimiento de comunidades que se ayudan entre sí para subsistir.
En Perspectiva recibió en su estudio a tres de los protagonistas de Florecer lejos de casa. Salvador Passalacqua, que emigró a Bogotá; Mireya Tabuas, que se mudó a Santiago de Chile; y Ángel Arellano, coordinador del proyecto, que vive en Montevideo.
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