En los últimos años, diversos colectivos sociales han realizado campañas en contra del uso de los fuegos artificiales en las fiestas y eso, al parecer, se está viendo reflejado en las costumbres ciudadanas en distintos puntos del país.
Las campañas desalentando el uso de pirotecnia son diferentes. Por ejemplo, la Sociedad uruguaya de Pediatría señala que los fuegos artificiales no son un juguete, procurando reducir el número de accidentes que ocurren en estas fechas.
Otros colectivos apuntan sobre todo a proteger a quienes más sufren el ruido fuerte: las personas con trastorno del espectro autista y las mascotas.
La representante de la Coordinadora Pirotecnia Cero, Karina Kokar, apuntaba a que los festejos fueran directamente sin utilizar estos productos, destacando otros efectos adversos:
“Tampoco es solamente el ruido, cada vez que esto sube contamina la atmósfera, cuando baja contamina la tierra y el agua. A su vez, a veces solo se piensa en perros y gatos, pero cuando explotan en el aire matan a cientos o miles de aves importantísimas para el medio ambiente. Realmente tenemos que concientizarnos sobre la realidad, que va más allá de un ratito de luces y ruido”.
Atenta a la incidencia de estas campañas y este cambio de costumbres, la Cámara Uruguaya de Fuegos Artificiales (CUFA) comenzó a implementar este año un etiquetado frontal, similar al de los alimentos, que distingue tres grados de decibeles de los fuegos artificiales representados en una escala de colores: el verde es el más bajo, con menos de 80 decibeles, el amarillo es ruido intermedio, con hasta 110 decibeles, y el rojo es el nivel alto, de entre 110 y 120 decibeles.
Para profundizar en este tema conversamos con Gustavo Prato, presidente de CUFA y director de Mundo Pirotécnico.