En Primera Persona // Por Emiliano Cotelo
“Me parece que está haciendo falta el VAR en algunos debates de la política uruguaya”.
La frase llegó en un mensaje de un oyente, a raíz de dos polémicas que estaban acaparando la atención hace quince días: la decisión de la fiscal Gabriela Fosatti de pasar a Gustavo Leal de testigo a indagado por presunto encubrimiento y la novedad de que Adrián Peña sí había culminado sus estudios de licenciado porque la universidad en la que estudiaba pudo comprobar, después de varias semanas revisando antecedentes, que él había aprobado en 2005 el seminario de seis días que antes se había dicho que le faltaba.
La observación de nuestro oyente, ingeniosa y con un toque de humor, era en el fondo una protesta. De manera elegante nos decía: “Ché, no se puede creer las cosas raras que está pasando”. Y a mí me dejó pensando, desde mi lugar como periodista que trabaja sobre los temas de la actualidad y en particular sobre la política. Me puse el sayo porque, de algún modo, amablemente, el oyente también decía: “Por favor, tengan un poco de respeto con mi tiempo”.
Es evidente que esos casos que yo citaba figuraron en la agenda política de una manera particularmente desprolija. ¿A qué me refiero? A que la información iba saliendo por cuenta gotas, a lo largo de varios días, en algunas ocasiones contradiciendo o corrigiendo lo que se había consignado 24 horas antes.
Observen que la historia de Peña y su título universitario recién terminó de entenderse más o menos bien un mes después de la denuncia original del semanario Búsqueda: efectivamente, el dirigente se había presentado durante varios años como licenciado sin serlo pero ahora se confirmaba que en setiembre del año pasado había terminado la carrera (cuando en las horas previas a la renuncia había trascendido que no, que además le faltaba una materia). Y en el otro episodio, la visita de Leal al padre del ex jefe de la custodia presidencial, Alejandro Astesiano, todavía estamos a casi a ciegas. Hubo un aspecto que se despejó cuando el padre aclaró que Leal no le había ofrecido dinero. Bien, pero cuatro semanas después de que El Observador revelara que el encuentro había existido, Leal aún no ha dado detalles de lo que ocurrió en aquella reunión (algo que en su momento adelantó que iba a sorprender a todos), y por otro lado, la fiscal nunca llegó a explicar por qué conducta concreta quiere investigarlo por presunto encubrimiento.
Como decía, en los dos ejemplos la información fue mutando con los días hasta provocar desconciertos varios. Sin embargo, en cada uno de esos asuntos desde el primer momento había políticos y usuarios de redes sociales opinando sin freno a diestra y siniestra. Y además (y aquí viene la autocrítica) en base a esos datos que iban saliendo, pese a la cantidad de huecos, retrocesos y zigzagueos, también en este programa, En Perspectiva, nos sentimos obligados a reportar los dos episodios, los analizamos como pudimos y hasta los abrimos a la discusión en las tertulias.
Me pregunto, entonces: ¿Habremos hecho bien?
Muchas veces desde este espacio yo he cuestionado la pésima costumbre, tan extendida en Twitter, de tomar posición al instante, opinando y hasta acusando, a partir, simplemente, de un titular de una nota de un diario o un semanario, sin haber leído por lo menos el artículo entero. Además, en numerosas ocasiones he advertido sobre las precauciones que hay que tener en ese mundo de las redes sociales, que está inundado de noticias falsas o noticias verdaderas pero viejas que se presentan como nuevas, etc., etc.
Bueno. Ahora la reflexión que planteo y me planteo es un poco más compleja. ¿Qué actitud corresponde tener ante una denuncia que comienza a circular y llama la atención? ¿Cómo se debe reaccionar, cuando ya está comprobado que hay cantidad de denuncias que, aunque no son un titular simplificado ni tampoco una fake news, hablan de hechos que van cambiando con el correr de los días o que después se comprueba que estaban descritos de manera incompleta o admitían varias interpretaciones?
¿Qué deben hacer los políticos ante una denuncia? ¿En qué momento deberían pronunciarse o tomar medidas?
¿Y qué debemos hacer los periodistas? O, para no generalizar inútilmente, ¿cómo debemos manejarnos acá, En Perspectiva en este tipo de temas?
Se me podrá decir que no es la primera vez que pasa esto, que siempre ha habido denuncias que no estaban redondas y completas el día que se publicaban y que iban puliéndose o enriqueciéndose con el correr del tiempo, incluso con aportes de varios medios de comunicación. Sí, no lo dudo. Pero mi impresión es que este fenómeno, lo que podríamos llamar “hechos resbalosos”, se ha vuelto más frecuente y complejo debido a los cambios que se están dando en la comunicación, con la proliferación de medios no tradicionales (o sea, portales, podcasts, canales de YouTube, etc.) más todo lo que agregan los usuarios de redes sociales como Facebook, Twitter y tantas otras plataformas.
A lo largo de un solo día, un cierto asunto puede tener varios giros, provenientes de una enorme variedad de fuentes.
A mí mismo me ha pasado que en un momento de la mañana o de la tarde alguien me comenta: “¿Te enteraste de lo nuevo del caso de Fulano?”. Yo contesto que no y quedo como un extraterrestre, simplemente porque no estuve enchufado minuto a minuto a Twitter o porque no tengo la costumbre de seguir la cuenta A o la cuenta B. Y aclaro: no estamos hablando necesariamente de cuentas de diarios, radios o canales de TV; puede ser la cuenta de un periodista (que trabaja en uno o dos medios pero elige difundir noticias de manera personal) o puede ser la cuenta de un político o la cuenta de un fiscal o de un dirigente sindical o de un dirigente empresarial o una cuenta enigmática, de nombre extraño, que dicen que es confiable porque dicen que detrás de ella está en realidad un personaje público que hace su juego por medio de ese canal de información/operación, o puede ser una cuenta con nombre y apellido que en realidad es un seudónimo, etc. etc. De todo ese espectro monumental hay, teóricamente, que estar pendiente si uno quiere “estar al día”.
En ese tráfico de “información”, que es gigante y muy desparejo en su calidad, aparecen errores o enredos o descripciones incompletas. Y esos “hechos resbalosos”, a su vez, pueden tener orígenes diferentes. Pueden ser fruto de un trabajo periodístico bienintencionado pero que no dispuso del tiempo o el personal necesarios para hacer las verificaciones de rigor. Pueden provenir de un político o un gremialista que maneja la información de manera frívola y se equivoca sin querer. Pueden originarse en un “operador” que deliberadamente lanza datos no ciertos, buscando enchastrar a un adversario o simplemente ensuciar la cancha.
A partir de esa materia prima, tan voluminosa, tan heterogénea y muchas veces frágil, trabajamos nosotros En Perspectiva cada mañana. Un gran desafío.
Se supone que una de las funciones elementales de los periodistas y los medios de comunicación profesionales es ordenar o “curar” todo ese material para separar la paja del trigo y ofrecerle al público un servicio de calidad que le permita reflexionar y tomar sus propias decisiones, etc.
Me pregunto: ¿Nosotros estamos pudiendo cumplir con esa misión?
Y mi respuesta es: Muchas veces no. Demasiadas veces caemos “en la trampa”.
Y eso tiene consecuencias: 1) confundimos, sin querer, a nuestros oyentes, que, como confían en nosotros, creen que tienen claro un hecho, y en función de esa composición de lugar salen a discutir con amigos o compañeros de trabajo, etc. 2) Desperdiciamos minutos u horas del programa que podríamos haber destinado a otras cuestiones, concretas e importantes, que nos quedan para otro día… o para nunca.
En fin. A estas disquisiciones me llevó aquel WhatsApp que decía, medio en broma, medio en serio, que en algunos debates políticos en Uruguay estaba faltando algo como así como el VAR que ahora tienen a su disposición los árbitros en el fútbol.
¿Estoy exagerando? ¿Se me fue la mano en la autocrítica? ¿Ustedes qué dicen?
A mí me resultó útil el llamado de atención, para detener la máquina por unas horas y evaluar con el equipo cómo estamos trabajando, sobre todo en los tópicos más ruidosos de la agenda.
Ahora… ¿cómo sería un “VAR” que nos evitara pisar cáscaras de bananas y nos permitiera hacer periodismo pisando en suelo firme?
La respuesta no es fácil. Para empezar, la referencia que manejó el oyente no es perfecta ni mucho menos: nos encontramos con cantidad de partidos de fútbol donde el juez resuelve una jugada ambigua en base al VAR pero con ello no acalla la polémica sino que genera una nueva, tal vez más fuerte que la inicial.
Algo así ha ocurrido cuando acá surgieron iniciativas como UyCheck o Verificado.uy, que lograron depurarar unos cuantos asuntos espinosos pero en otros terminaron acusadas o convertidas ellas mismas en motivo de batallas políticas.
¿Entonces? ¿No hay alternativa?
Por lo menos nosotros, acá, En Perspectiva, vamos a seguir pensando y dándole vueltas a este dilema. Es que el caso del título de Adrián Peña, con todas sus vueltas carnero, y la visita de Leal a la casa del padre de Astesiano, con todo la que sigue sin saberse, no fueron excepciones. A cada rato tenemos arriba de la mesa estos “hechos resbalosos” y las reacciones apresuradas que se producen a partir de ellos. Disculpen el ejemplo tan cruel que voy a poner, pero la semana pasada en el Parlamento se inició un homenaje a una legisladora que, según se argumentó en sala, acababa de fallecer pero unos minutos después se advirtió que la persona aún estaba con vida en el CTI, grave pero todavía no vida. La muerte se produjo varios días después.
¿Qué pasa que no podemos contener ese acelere que ha ganado al ambiente político y al ambiente periodístico?
¿No se puede hacer nada para lidiar con esa ansiedad?
Yo creo que sí, aunque no tengo “la” solución.
.
Menciono, por ejemplo, un criterio muy básico: hacer una pausa, respirar hondo y pensar. ¿Qué significa eso llevado al terreno práctico de nuestro trabajo acá? Que cuando surge una denuncia que tiene que ver con el honor de una persona o una institución, no la repliquemos automáticamente. Que dejemos pasar algo de tiempo, realizando chequeos y atendiendo las primeras reacciones. Esa medida tan elemental, no lo dudo, nos evitará unas cuantas discusiones sin sentido, y muchas veces dañinas, que a veces organizamos a las apuradas. Lo sé porque en este programa hemos procedido así en diferentes ocasiones (y tal vez últimamente fuimos menos firmes en ese criterio).
Pero, bueno, ese recurso tampoco es el ideal. ¿Cuántos días deberíamos esperar para que uno de esos “hechos resbaladizos” apareciera nítido y pudiéramos, entonces, abordarlo? Dificil saberlo. Y otra cosa: si demoramos demasiado en el tratamiento de unos de esas denuncias, ¿cuántos nos acusarán de estar protegiendo al acusado?
Hasta acá llego hoy.
Me parecía bueno que ustedes conocieran estas inquietudes. Y ahora las dejo arriba de la mesa.
Ojalá a ustedes estos apuntes también los hayan hecho pensar, críticamente, sobre lo que nosotros hacemos pero también sobre cómo ustedes se relacionan en general con la información y cuándo consideran que están en condiciones de opinar o juzgar un hecho o la conducta de un protagonista de la actualidad.
La seguimos.