Foto: Sergei Supinsky / AFP
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A priori la guerra en Ucrania no tiene tantas diferencias con las de las últimas décadas del siglo XX o las primeras del XXI: hay tanques blindados, hay soldados de infantería, hay misiles y ataques aéreos.
Pero en los últimos días comenzó a mencionarse más y más un concepto llamativo: el dron kamikaze.
La capital ucraniana, Kiev, fue víctima de una ola de ataques con este tipo de drones, y el ejército de ese país había informado ya de ataques “devastadores” el mes pasado.
El arma rusa de elección es el llamado Shahed-136, sistema teledirigido que suele llevar cargas explosivas reducidas y, a diferencia de los drones militares tradicionales, se destruye tras la detonación.
En redes sociales, ucranianos han documentado los ataques. Los videos muestran a estos drones que vuelan bajo, lento, y se puede escuchar un fuerte zumbido a su paso.
El gobierno ucraniano asegura que derriba al menos al 60% de los drones kamikaze. Sin embargo, su uso va en aumento.
No son una tecnología de vanguardia. Varios países y actores no estatales, como grupos terroristas, cuentan con estas armas de bajo costo en sus arsenales.
Para agregar una complicación geopolítica, son drones de fabricación iraní: el país islámico es una potencia en el desarrollo de estos modelos, y, según occidente, es quien está proveyendo a Rusia.
En una versión bélica de nuestro espacio de Disrupción, Tecnología e Innovación, conversamos sobre esta nueva arma con el coronel retirado Gustavo Vila, licenciado en Ciencias Militares, magíster en Estrategia Nacional, y director del Posgrado de Especialización en Inteligencia Estratégica del Centro de Altos Estudios Nacionales.