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Sometido a una lluvia de sanciones de Occidente por la ofensiva en Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, organizó el jueves y viernes pasado su segunda cumbre Rusia-África, que reunió esta vez a las delegaciones de 49 países africanos, entre ellos 17 jefes de Estado.
La declaración común adoptada al término de la cita prevé una cooperación reforzada en el suministro de alimentos, energía y ayuda al desarrollo.
El texto, publicado en la web del Kremlin, llama a trabajar en pos de "un orden mundial multipolar más justo, equilibrado y sostenible, que se oponga firmemente a toda forma de confrontación internacional en el continente africano".
El documento prevé también que Moscú ayude a los países africanos a "obtener compensación por los daños económicos y humanitarios causados por las políticas coloniales" occidentales, incluyendo "la devolución de bienes culturales" expoliados.
Putin habló también sobre la situación en Ucrania con "los países africanos interesados".
"Los representantes de los países africanos mostraron voluntad política, y demostraron su independencia y su auténtico interés en desarrollar la cooperación con nuestro país", agregó el mandatario ruso.
Según él, a partir de ahora habrá una cumbre Rusia-África cada tres años, y se creará "un mecanismo de asociación y diálogo", para "las cuestiones de seguridad", que abarcan la lucha contra el terrorismo, la seguridad alimentaria y el cambio climático.
Desde hace años, Rusia ha emprendido un acercamiento con África, que también ha pasado por la prestación de los servicios del grupo paramilitar Wagner en varias naciones de ese continente.
Profundizamos en qué dejó esta cumbre, en qué obtuvo África de la reunión en San Petersburgo la semana pasada y lo hacemos en nuestro espacio Mirando a África, con la periodista uruguaya radicada en Sudáfirca, Mercedes Sayagués.
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Enlaces de interés: Black Sea Grain Initiative – Data
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